domingo, 18 de octubre de 2015

Una, preciosa y dedicada.

Tememos al Sol por su luz,
¿acaso porque esa luz nos ciega?,
¿acaso porque nos muestra tal como somos?
¿acaso porque su luz es sólo
una pizca de lo que somos por dentro?

"No lo sé, lo intuyo" - me dijo la Luna,
amante de estrellas, baúl de recuerdos.

Sigo sin saber el por qué de ese miedo,
sólo sé que no se nada, la peor excusa de la historia.
Sólo sabes lo que quieres saber
y por ello te digo:
"No es bello todo lo que digo,
pues tú dejaste de temer al Sol
y por ello tú te quedaste con la belleza,
tu ascendiste y hoy eres la nueva dueña dueña de los mares
y amante de la Tierra y las Estrellas"


En mi defensa diré que jamás he sido una persona de poesía estricta.

Me parece que se pierde mucho sentimiento en buscar las palabras que rimen (en lugar de las que guarden mayor significado). Por eso, la poesía libre es mi favorita de entre todas (aunque la musicalidad de la otra me conquiste).

Ésta poesía me la ha dedicado de forma reciente un nuevo amigo que he hecho. Hace años que nos conoceos, pero por cosas de la vida, no fue hasta hace poco que empezamos a crear una amistad.

Y eso siempre me hace darme cuenta de las maravillas que nos perdemos por no prestar un poco de atención.

jueves, 8 de octubre de 2015

Porque siempre he sido de Dramas.



No tengo mucho más que decir.

Sólo que siempre me han parecido más reales estas historias que todas esas con perdices.

La vida no es justa. Eso no hace que sea menos perfecta.




Sólo sueño que alguien termine amándome
tanto como ellos dos se amaron.

lunes, 5 de octubre de 2015

No sólo soy lo que hago.


Igual es porque cuando era más joven ningún hombre se fijaba en mi (o yo creía que no lo hacían), o quizás eso sólo ha sido la excusa de siempre y habría sido igual aunque todos me hubieran prestado su entera atención. He sido juzgada miles de veces por comportarme como lo hago. 

He tenido problemas en mi vida diaria por un "error". Quizás es que antes no era tan madura y me metía en más líos por este asunto, porque no era capaz de entender que en una relación (de la intensidad que sea) participan dos personas y que si metes a una tercera, todas las partes deberían estar de acuerdo en ello.

Ahora me considero más adulta, más madura y sé que la gente no entiende que hoy pueda querer a una persona y mañana pueda querer a otra (será por eso que siempre caigo en el que nunca me ha juzgado).

Pero me sigue doliendo. Me duele mucho que me juzguen sin conocerme, que aíslen un hecho totalmente separado de la realidad y que lo metan en un contexto general.

Durante mucho tiempo, me sentí culpable por lo que hacía, porque creía que verdaderamente me definía como ser humano. Llegó un momento en el que renuncié a mi misma.

Luego, me di cuenta de que lo que yo hacía no tenía por qué ser lo que yo era. Y sin embargo, era parte de lo que era y me gustaba hacerlo.

Un lío. Ni siquiera sé si me estoy explicando.

El caso es que ahora, cuando veo este tipo de imágenes:


Me desgarran por dentro, porque me recuerdan lo que la gente piensa de las personas como yo. Y no lo veo nada justo.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

De la Avaricia, se rompe el Saco.

¿No te ha pasado que cuanto más tienes, más injusto te parece que los demás tengan?

Yo he de reconocer que me he visto en esa situación varias veces: esforzarme en conseguir algo (más o menos importante, con más o menos sudor de por medio) y llegar alguien con su cara bonita y que le toque en una tómbola (o que a ti te parezca eso). Y por eso supongo, que será normal.

Pero no voy a eso (quizás deje mis envidias para otro día).

Voy a lo siguiente: a cuando el cuerpo te pide boicotear a esa persona que ha conseguido lo mismo que tú o a lo que te hace llegar más lejos haciendo trampas.

¿Qué persona sana (mentalmente hablando) puede perder su moral sólo por conseguir un poco más que el resto? Un poco más que es posible que no necesite. Un poco más que es posible que no cambie para nada su vida. Un poco más que al ir a por ello, fastidia a multitud de personas que van detrás de su acción.

En realidad, estoy pensando en el problema que ha habido con la Volkswagen: personas que ganan vete tú a saber cuánto dinero (yo estoy convencida de que en el colegio no nos enseñaron a contar tanto número), que no necesitan más para vivir a sus anchas (tal y como viven) y aún así... deciden engañar a todo el mundo, saltándose la ley vigente, para ganar lo que en su sueldo quizás sea un pellizquito más a fin de mes.

Pues qué ha pasado: efectivamente, se les ha roto el saco. Y ojo, lo peor de todo, es que, personalmente, no me parece nada mal que les haya explotado todo esto en la cara. Se lo merecen, por engañar a los demás.

Los que quizás no se lo merezcan sean todos los trabajadores que siguieron las indicaciones que sus jefes les dictaban y que se verán seriamente repercutidos por dicha (mala) decisión.

Soy una persona que suele estar de acuerdo en luchar hasta el final, en mejorar hasta lo inmejorable, en desear siempre lo que te gustaría tener e ir a conseguirlo por todos los medios a tu disposición... siempre y cuando no pises a los demás.

Me parece de personas despreciables las que pasan por encima de los demás, los que extorsionan, manipulan en beneficio propio, los egoístas. ¿Y por qué? Sólo por un pellizco más.

Pues qué queréis que os diga, queridos lectores: me alegro de que ésto les haya explotado en la cara. Lo que no me alegra tanto son las personas que dejarán de comer por su culpa.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Odio (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.


Sé perfectamente a quién escribí estas palabras.

Lo cierto es que igual, como en esta vida cuando somos "jóvenes" todo parece demasiado real. Sin embargo, cuando pasa el tiempo nos damos cuenta de que ese sentimiento no era tan puro como nosotros pensábamos.

Me gusta la historia, aunque creo que para lo que soy ahora es demasiado simple y le falta dar un par de vueltas aún para estar completa. Pero se advierte la esencia de lo que quería decir. Y a mí, con eso, en esos años, parecía valerme.

Recuerdo muchos dolores de mi vida. Y este será uno de los que guarde para siempre. Será que me afectan mucho las "traiciones" y los abandonos.

Será que sigo siendo una Ex-Carmen(A)tada a todo esto.

Odio.


Se me revuelven las entrañas cuando pienso en ti. El más oscuro odio sale del rincón más remoto de mis recuerdos, provocando temblores en mis puños, que cierro y aprieto al cuerpo para evitar infligirle daño a alguien de mi alrededor.

Y es que te odio. No puedo contigo. No te aguanto. Las tripas se me encogen de asco cuando pienso en lo que me gustaría hacerte...

Quiero ver cómo tu sangre abandona todo tu cuerpo, extinguiendo así la vida que me prometiste y que no supiste cumplir. Esa vida que quería... mas ya no deseo; porque te odio.

Te cortaría la lengua para que no envenenases a nadie más con tus sucias mentiras y palabras traidoras.

Te arrancaría los ojos de sus órbitas para que no pudieras elegir a tu próxima presa infeliz.

Te quitaría el corazón negro que hay en tu pecho y lo pisotearía, sólo para que sintieses la mínima parte del daño que he sentido yo... por culpa tuya.

No eres humano. No hay nada de humanidad en todos tus actos.

Y ahora te odio.

Me quieres seguir envenenando con tus sucias palabras de amor.

Y te odio.

Pero... no puedo respirar cuando me hablas, con esa voz con la que disimulas tu oscura naturaleza. No puedo apartar la mirada de tus ojos, con ese brillo que consigue que las palabras tengan todo el sentido del mundo. No puedo evitar admirar el latido de tu corazón, aunque ahora sepa que es negro; un corazón que corre a la misma velocidad que el mío.

Por eso te odio: porque a pesar de todo, una parte de mi ser, sigue amando el tiempo que nunca volverá. Por eso aún siento que te extraño.

Y por eso te odio.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Mil Vías hacia la Creatividad VI.

"La creatividad consiste en fiarnos de nuestro propio instinto, y si trabajamos en equipo, en los instintos de los demás"

Creo que cuanto menos pienso en lo que he de escribir, mejor fluyen mis palabras.

No recuerdo ninguna de mis obras favoritas que no hayan sido escritas sin conciencia ni orden. Creo que esa ceguera en la planificación es lo que les hace rezumar arte, expresión y carácter.

Será el instinto en lugar de la conciencia; eso que todos llevamos dentro y que no solemos dejar salir, porque no estamos acostumbrados a que nos domine.


Trabajar en grupo ya es otro cantar.

jueves, 24 de septiembre de 2015

(Anti)Reflejo.

Se miró al espejo. No podía reconocerse.

No es que sus rasgos hubiesen cambiado desde hacia unos años.

Más bien era, que su rostro no se parecía nada a la personalidad que ella sentía que era. Como si las piezas hubieran dejado de encajar hace algún tiempo.

Intentaba descubrir el fallo, una y otra vez, repasando cada centímetro de su piel, cada detalle de su rostro. Algo no encajaba. ¿Pero qué?

Quizás era su mirada. Había perdido ya toda esa inocencia. Se había convertido en un perro viejo. La habían transformado entre todos ellos en una perra (en cualquiera de los sentidos) y ya no podía encontrar esa serenidad. Y sin embargo, sus ojos eran los mismos: esas pestañas largas, tan rubias que necesitaban una buena capa de rimel para que se pudieran apreciar, ese color verde, con ese tono tan brillante que a veces parecía amarillo. Quizás era el brillo lo que había cambiado, porque ni siquiera había desaparecido. Ahora se veía más afilado, más cortante, como si ya nada pudiese pasar por delante suyo sin ser arañado. Quizás era eso.

¿Y su boca? La llevaba pintada, del modo en el que solía gustarle tanto. De ese rojo fuerte que sólo se ven en las películas antiguas o en las que se baila en bares con poca ropa. Pero a ella le había gustado, porque resaltaba con su pálida piel. Estaba intacto. Como si nunca nadie la hubiera besado. Y sin embargo, ella sentía que quizás habían pasado demasiadas bocas por un mismo lugar, que le habían arrancado parte de su alma con cada beso y ahora no podía juntar todas las piezas porque había perdido el rastro de aquellos hombres que le robaron el aliento. No. Definitivamente, poner una capa de carmín no disimulaba la herida. Aunque desde luego, la hacía tremendamente más atractiva.

Los hoyuelos. Los hoyuelos seguían estando ahí cuando sonreía. Se había olvidado de ellos porque ya apenas sacaba la sonrisa a pasear. Esa metáfora le hizo sonreír. ¿Cuántas veces la hizo desfilar sin sentirlo? Así como por obligación. "Eh, es tú trabajo. No me cuentes tonterías y sal a la pista". Se había olvidado de sus hoyuelos. Pero ellos seguían ahí. Como si ella pudiera elegir deshacerse de ellos.

Entonces, quizás fuese el perfil. Quizás fuese una escena del conjunto lo que le hacía tal descuadre a la composición. O el corte de pelo... Se analizó cada detalle, como hacía cada noche antes de salir de casa desde hace unos días.

Pero no. Todo seguía extrañamente igual. Extrañamente en el mismo sitio.

Y de pronto, se cansó de mirar.

Definitivamente, su rostro no había cambiado nada en absoluto. Sólo que la personalidad que se había forjado con esa cara, ya no tenía cabida en su vida. Ni esa cara, ni ese rostro, ni esa personalidad.

Quizás era el momento de cambiar de rostro. Uno que pegase más con su nueva "yo".

viernes, 11 de septiembre de 2015

Por fin te descubro (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.


En mi juventud, siempre me he considerado una romántica. Digo en mi juventud, no porque ahora no sea capaz de escribir estas cosas, sino porque ahora ya no me las creo tanto. Sin embargo, mi adolescencia era un conjunto de sueños de un príncipe azul sacándome de clase para decirme cuánto me amaba por quien era, no por cómo era. Ya veis qué original.

Lo más  curioso, es que casi nunca hablaba de "amor", sino más del componente sexual. Debe ser que las hormonas me pasaban factura ¿o qué?

Anunciar, por último, pero no por ello menos importante, que ésta es mi primera historia erótica (que yo recuerde). No está nada mal se la miras como "la primera".

Por fin te descubro.

-Te he dicho que me dejes en paz, que yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana. En serio, ¡déjame en paz de una vez! - le doy un empujón y continúo subiendo las escaleras.

-No sabes lo que haces - me contesta, aún siguiéndome con terquedad. ¡Dios! Qué escaleras más largas.

-¡¿Y cómo sabes eso?! - me doy la vuelta con brusquedad y le planto cara, bajando las pocas escaleras que nos distancian. Serena por fuera. Furiosa por dentro. Quiero acabar con él. Acabar con todo ello.

Es tan alto que aún ahora, cuando yo estoy un escalón por encima de él, sus ojos quedan a la altura de los míos, cruzándose en una mirada chispeante de ira que grita más que nuestras voces. No sé en qué momento hemos llegado a esta situación y sin embargo, todo tiene sentido en mi cabeza. Es una sensación demasiado contradictoria.

-Lo sé porque te conozco mejor que ese gilipollas - mueve las manos como si señalase a alguien en algún rincón. A alguien que no está presente -. Al menos te conozco en tu forma de pensar y de sentir, de querer, de desear, de soñar...

De pronto, pierde toda la rabia de su mirada. Me lanza una mirada, tímida, de arriba a abajo. Como si leyese un alma que conoce demasiado bien y al mismo tiempo, como si no conociese a quien tiene delante. Por segunda vez: una sensación demasiado contradictoria.

Tiene razón. Lleva conmigo toda la vida. Ha soportado todos mis amoríos, mis novios y mis ligues. Aún cuando él, está enamorado de mi. Sé que puede sonar cruel, pero no quería que se fuese nunca de mi lado y supongo que por eso nunca he dejado que se declarase. No es que le robase esperanzas, es que si no las tenía... nunca daría ese paso y así yo jamás me arriesgaría a perderlo. Siempre ha estado ahí, con una sonrisa. Sin embargo, éste último, no sé por qué, se le ha atragantado de lleno.

Estamos los dos en uno de esos silencios incómodos que a nadie le gustan. Veo cómo agacha la cabeza. ¿Avergonzado? Quizás es que se ha cansado y que ya no aguanta más. De repente, oigo como algo se parte dentro de mi pecho, como si me contagiase su tristeza. Y no lo entiendo, porque siempre he deseado que él no me amase para no hacerle daño.

-¿Qué te ofrece él que no pueda ofrecerte yo? - me pregunta desde el escalón de abajo, todavía sin mirarme. Y ahora me doy cuenta de que lo que le hace agachar la cabeza es el orgullo.

-Él me ofrece más cosas que tú no podrías... que tú no sabrías... - no se me ocurre una excusa factible, mas que siempre he querido que él estuviera ahí y si todo salía mal entre nosotros, jamás le tendría.

Sube el peldaño que nos separa y me aprisiona entre la pared y su cuerpo. Se acerca a mí, guiado por un extraño brillo en su mirada que me inquieta y que a la vez me atrae de una manera innegable. Siento todo el calor en mi pecho, de confianza, de paz, de tranquilidad. Y sin embargo, mi pulso es el mismo que si hubiese corrido una maratón y me faltan pulmones para conseguir tanto aire. La tercera vez: la contradicción.

-Apuesto a que él no te acaricia como lo hago yo.

Nada más decir esto, levanta un dedo y lleva hasta mi mejilla, donde se unen los demás dedos, en una cadena que espero que no acabe jamás. Deja un surco de llamas por donde pasa, como si fuese la primera vez que sus manos me acariciasen. Cierro los ojos. No me atrevo a mover ni un músculo.

Igual esto es sólo un sueño y en cuanto abra los ojos, desaparecerá y él ya no estará a mi lado. Ni su mano acariciando mi mejilla. No quiero moverme. No quiero que el sueño acabe.

Le da la vuelta a la mano y como el engranaje de un reloj, levanto mi cuello, para que la caricia pueda descender de la forma más natural que ha existido nunca. Coloca su otra mano sobre mi otra mejilla, como el preludio de un gran abrazo, en el que primero participa de forma tímida. Y de nuevo, sus dedos dejan surcos de llamas.

Cedo al deseo de su amor, al deseo de que me pruebe que él puede más.

Y sus manos ya recorren mi pecho. Sin que yo me haya dado cuenta de ello y habiendo aprendido el recorrido de ellas al mismo tiempo. Pero parecen no estar saciadas y se deslizan a mi espalda, lo que obliga a que él se acerque un poco más a mí. Un poco más cerca de lo que estaba antes. La recorre sin cesar y cuando ya no llegan sus manos más abajo, se agacha, continuando delicadamente, oliendo mi piel, hasta que termina en mis tobillos.

Un escalofrío, seguido de un suave gemido que no me atrevo a gritar en voz alta, sacude todo mi cuerpo. Pero él no se detiene ahí. Se ha decidido. Lo sé. Lo conozco. Tras una ligera pausa, en la que sé que ha sonreído, comienza a subir. Y yo no puedo más que volver a suspirar, quedándome muy quieta y con los ojos aún cerrados. No vaya a ser que el sueño acabe.

La eterna caricia termina y el telón cae. El sueño se acaba y despierto. Abro los ojos y ahí está él. Más cerca que nunca. Y la melancolía de sus ojos me hace cerrar los míos de nuevo.

-¿Lo hace así?

-No.

Eso es todo lo que puedo decir. Sus dedos aún permanecen en mi mente, como ascuas quizás, pero ardientes al fin y al cabo. No puedo pensar con claridad.

-Apuesto a que él no te mira como si fueses la chica más hermosa del mundo entero, la más especial, única...

Lo peor de todo es que tiene razón. Y no sé qué me hace más daño. Haber desperdiciado mi tiempo con alguien que no me aprecia o habérselo hecho desperdiciar a él, por haberme querido todos estos años sin decir una sola palabra.

-No.

Abro los ojos y me encuentro, de nuevo, con su mirada. Como si me quedase otra opción que no fuese aquella. Me estremezco de nuevo al darme cuenta del significado de su brillo: rabia, pasión, dolor, amor. Hay algo en esos ojos que me excita. Quizás el miedo que percibo detrás de la seguridad con la que me mira; ese miedo a no conseguir lo que se propone, en perder lo que más desea en este mundo.

Cada segundo que pasa es como un eterno tiempo. Son consciente de todo con total claridad y sin embargo, parece que no me entero de nada y que todo lo que analizo es sustituido por lo siguiente. Una de esas situaciones que sabes que se quedarán marcadas, pero en el momento no puedes recordarlas. Sólo tengo sentidos para él.

Percibo su olor. No es una colonia y sin embargo, es el más dulce y embriagador de los aromas: a calor. Su cuerpo, que ahora permanece en tensión, me atrae de una manera indescriptible. Su piel, tapada por esa camiseta negra y esos vaqueros... Nunca le había deseado tanto. Quizás porque hasta hoy, no le había visto como lo hago ahora.

-Apuesto a que él no se detiene a oler tu cuello, o tu pelo, ni nota tu piel tan suave, apuesto a que no se preocupa si te ve los ojos vidriosos, ni se sabe tu canción favorita - sigue intentando convencerme de algo de lo que yo ya estoy segura. Pero quiere demostrar que él ha estado siempre ahí.

No me concede tiempo para contestar. Quizás ya no necesite oír ninguna respuesta más. Quizás haya leído en mi mirada la respuesta.

Se acerca a mi mejilla y la besa con suavidad, sólo para luego, sin despegar los labios, bajar hasta mi cuello. Le dejo actuar. No quiero que se rompa la magia que ha provocado que se abalance sobre mí. No quiero que nada de esto acabe.

Me huele el pelo, como si fuera lo más maravilloso que ha respirado en este mundo. Luego, lo retira, despacio, dejando que me acaricien de nuevo sus dedos, como en un afortunado accidente. Besa mi cuello, lo muerde sin destrozar mi piel. Sus labios van desde arriba hasta abajo. No se detiene cuando mi camisa se lo impide. Me desabrocha los dos primeros botones, alejándose un poco de mi.

Sin quererlo, rompo mi tranquilidad y temiendo que se vaya, paso mis dedos por detrás de su cuello, aferrándole junto a mí, impidiendo que se vaya o que pueda alejarse más, porque no quiero dejar de notar su respiración, que se agita ante mi descuido.

Pone los labios donde el contacto ha terminado unos segundos antes, como si tuviera una marca en el pecho que hubiera que cubrir. Sigue bajando. No necesito detenerle, porque mi cuerpo no responde a órdenes contradictorias.

Separa de nuevo sus labios de mi piel, alejándose de mi; más lejos aún que antes. Y la fuerza que hago no es suficiente para detenerle. Una vez más, nuestras miradas vuelven a cruzarse.

-Apuesto a que él no te besa como lo voy a hacer yo ahora mismo.

De nuevo, no necesita de mi respuesta para llevar a cabo su afirmación. Sus labios chocan con los míos. Mi corazón da un vuelco. Son los labios más maravillosos que he besado. Al principio, surge como una caricia: delicado y dulce. Pero poco a poco, como los tsunamis, va cogiendo fuerza y crece y crece, hasta que ya no queda nada de cariño y todo se convierte en deseo.

Parecemos uno solo. Sus movimientos guían los mismos. Mis movimientos, guían los suyos. Seguimos en el mismo peldaño de la escalera donde yo me he detenido a plantarle cara. Un recuerdo que ahora parece muy lejano. Bien podrían poner ahí una tumba, porque no me importaría morir en este mismo momento.

Su cuerpo, cada vez se acerca más al mío. Como si eso fuera posible. Hasta que al final, ya no queda ni un ápice de aire entre nosotros dos.

Mis manos enredadas en su pelo, permanecen en un nudo que espero que no se suelte jamás, aferrándome a él por temor a que ahora que por fin le conozco, decida desaparecer, que no le merezca la pena recompensa a tanta espera. Mis manos están quietas. Sin embargo, las suyas recorren mi cuerpo entero. Parece querer memorizarse mis curvas. También quizá por miedo a que yo despierte y vuelva a ser la misma de antes.

Mi respiración se agita aún más cuando, tras haberme agarrado por las piernas, me levanta hasta situarme encima de su cadera. Mis piernas, en un acto de pasión, se han aferrado, como mis manos, entorno a él, evitando de esta manera que pueda escapar de mí.

No sé si él es capaz de respirar, pero a mi me cuesta. No sé si él es consciente del rato que llevamos juntos, entrelazados en las escaleras. Yo he perdido el sentido del tiempo y me alegro infinitamente.

Como guiado por mis pensamientos, comienza a subir de nuevo las escaleras, mientras yo, sigo enredada a él, besándole, recogiendo todo lo que él me entrega: aquel deseo ciego, que sólo hoy, después de muchos años, se a atrevido a mostrar y que yo me he olvidado de negar.

Llegamos a mi piso. Menos mal que ya hace tiempo que no cierro la puerta con llave. Eso habría supuesto separarnos y retrasar las cosas.

Nos caemos en la cama. Su cuerpo está sobre el mío, pero por una extraña razón, no noto su peso en absoluto. La falta de aire de mis pulmones es provocada por sus besos, sus caricias.

Comienza a quitarme la ropa, desabrochando los botones de mi camisa que aún le quedan por desabrochar, mientras yo, hago lo mismo con su ropa. Rápidamente, él, tras haber pasado sus labios por toda mi piel, ahora desnuda, pasa al botón de mi falda, mientras yo, le suelto el último botón de su pantalón.

-Apuesto a que él nunca te ha deseado tanto como yo.

Y termina entregándome todo lo que mi cuerpo desea: a él por entero.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Y se puede aplicar a todo.

-Lo primero que hay que tirar es esa mariconada de la pared. Y luego, esta mariconada de manta.
-¡Eh! ¿Qué le acabas de llamar?
-No, no. No le he llamado nada. Me refería a la manta.
-Le estás insultando con esa palabra.
+Tranquilo papá, no estoy ofendido.
-Porque tienes 16 y aún piensas bien de los demás. En unos años verás el odio que hay en las personas. Incluso en las mejores.¿Dices negrata?
-Claro que no.
-¿Y subnormal? A esa chica de los animadores... ¿le dices que es subnormal?
-¿A Becky? ¡No! Es mi amiga. Tiene Síndrome de Down. Sería cruel.
-¿Y te parece bien venir a mi casa y decir maricón?
-Pero no me refería a...
-Sé a lo que te referías. ¿Crees que yo no usé esa palabra a tu edad? Si un chico flojeaba en el equipo, decíamos "déjate de mariconadas; espabila". Nos referíamos a lo mismo que tú te refieres: que ser gay está mal, que es una ofensa para todos. Creí que eras diferente. Creí que al estar en el Glee Club y al tener esa madre, pertenecías a una nueva generación de tios que lo ve de otra forma, que habías llegado al mundo sabiendo cosas que a mí me ha costado muchos años aprender. Estaba equivocado.

El que defiende al débil, al marginado, al impedido, se merece las alabanzas del mundo entero.

Algún día, los discursos como este se habrán olvidado y ya no serán necesarios, porque lo único que habrá en el mundo serán personas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Mañana quién dirá.


Hoy no me apetece hacer nada en especial. Ni siquiera sentarme a tomar una taza caliente de chocolate.

Quizás me dedique a escribir música mientras pienso en ti.

Porque consigues anular todo en mi. Y es algo que me duele y me fascina al mismo tiempo.

martes, 8 de septiembre de 2015

Déjame en paz. Éste es mi juego.

Soy única cariño. Soy única y jamás seré tuya.
¿Crees que puedes conquistarme?
Hazte a un lado. Hoy sobras. Quizás mañana me apetezca verte.
Aparta. Hay cola esperando para verme en acción.
Y yo me debo a mi público.
No pienses que entrarás sin llamar.
Si lo quieres intentar, sólo te lo avisaré una vez.
Aprende a jugar.
Soy brutal.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¡Venga! ¡Carpe Diem! (de 2008)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada:

Siempre he pensado que tengo mala memoria. Cuando transcribo esto, me doy cuenta de que no y de que por muchos años que pasen, me acuerdo de por qué los escribí (más o menos). Será porque los he parido.

Recuerdo que lo hice por un chico. Un chico que me gustaba (no especialmente, pero me llenaba de ternura verle). Recuerdo que yo sé que le gustaba, porque varias personas me lo dijeron; incluso él mismo (¿Fue entonces cuando empezó a gustarme él? Quien sabe).

Cuando lo escribí, en mi cabeza todo sonaba bastante perfecto.

Hoy, el mundo ha cambiado.

Me veo ingenua y estúpida al releer todo esto. ¿Que con sólo atreverse yo iba a aceptar? Hace unos años sí. Era bastante más alocada y superficial en los temas del "amor" (culpemos a las hormonas). Ahora, viéndome en la misma situación, diría que no. ¿Cuántas veces habré pecado yo de lo mismo? Incluso ahora, me trago mis palabras por temor a que me hagan daño. ¿No es lógico pedirles a los demás lo mismo?

¿Y de dónde sale ese aire de prepotencia? Como si yo hubiera conquistado el mundo entero... Si hubiese sido al menos un personaje y lo hubiese desarrollado mejor... Quizás para otra ocasión.

Además, sinceramente, literariamente hablando, ni mucho menos consigue ser una de mis favoritas. Le falta esa fuerza en la escritura. Esa descripción del entorno que he ido adquiriendo y que tanto me gusta ahora. Con sus pequeños fallos en puntos, comas... Una va aprendiendo poco a poco y esta es de hace mucho tiempo.


¡Venga! ¡Carpe Diem!

Sí. Sé que me estas mirando. Soy consciente de que me miras a cada paso que doy. Sé que me miras cada vez que hago algo, cada vez que muevo un dedo...

Me quieres. También sé que me quieres. Pero nunca podré estar contigo. No mientras sólo sigas mirando. Mientras no te acerques a mi.

¿Qué narices te pasa? ¿Estás tonto o qué? ¿Se puede saber por qué sólo te dedicas a mirarme? No sabes lo incómodo que es que te estén mirando todo el rato, sin quitarte el ojo de encima. ¿Por qué no me hablas? Te crees poca cosa ¿verdad? ¿Cuantas veces te han dado un "no" por respuesta para que no te atrevas a acercarte a mi?

No eres poca coas ¿de acuerdo? Vales mucho. Me mereces igual que otro. Está bien, tienes competencia, pero hasta el más torpe de mis pretendientes consigue más con una sola palabra de lo que tú consigues con tus absurdas miradas, que no te llevan a ninguna parte.

¿No te vas a dar cuenta nunca? Sé que me quieres desde hace tiempo. Lo sé porque me lo dijiste ya... Pero chico, mira que tuviste mala suerte. Quizás te hubiese dicho que sí, si en aquel momento no hubiese tenido novio. Después de todo... tampoco estás nada mal.

Pero sólo sigues mirándome ¿Acaso crees que muerdo?

Carpe Diem. Aprovecha los momentos. Piensa en las consecuencias, pregúntame si quiero algo contigo. Si mi respuesta es sí... ¿no te verás enormemente recompensado? Y si la respuesta es no... ¿acaso habrás perdido algo? No se puede perder algo que no se tiene. Bueno, quizás pierdas las esperanzas del todo, pero... ¿acaso no es mejor que estar sufriendo todos los días por conocer mi respuesta?

¿Cuántas veces habrás soñado con besarme? ¡Venga, por favor! Me parece patético que luego les digas a tus amigos que me quieres locamente, desdichado humano por no ser correspondido ¿Esa es la historia de tu vida? ¿Esa va a ser la historia de tu vida?

Luego vienen tus amigos y me dicen que te estoy torturando demasiado, que no debería ser así contigo ¿Así cómo? ¡Venga tío! Ten huevos y acércate, no te puede pasar nada malo.

Estoy escribiendo esto, y sé que me estás mirando, porque cada vez que levanto la cabeza y te miro, te das la vuelta velozmente (muy mal disimulado por tu parte, por cierto). ¿Por qué ese miedo al fracaso? He caído muchas veces al suelo porque he andado; ahora tengo las rodillas peladas, pero estoy donde quiero estar. Tú tienes tus rodillas intactas, pero es normal. No te has arriesgado a moverte del suelo... pero no estás realmente donde quieres estar ¿me equivoco?

¿Hasta cuándo podrá aguantar tu gran corazón? ¿Nunca has oído eso de que las relaciones a distancia no funcionan nunca? Lo nuestro no es ni siquiera relación; lo nuestro sólo es distancia.

Va, venga. Date por aludido ¡Joder, que me gustas! Quizás no funcione... ¿Y qué? ¿Qué es la vida sin fracasos?

Deja de mirarme. Es una orden. O me dices algo de una maldita vez, o no quiero volver a pillarte mirándome de reojo. En serio, inténtalo. Tú no vales menos que yo.

Junta todas tus fuerzas y da un paso hacia delante... ¿Ves? Tampoco ha sido tan difícil, no era tan complicado.

lunes, 31 de agosto de 2015

"David Copperfield" de Charles Dickens

EL AUTOR:

Charles John Huffam Dickens (Portsmouth, 1812 - Gads Hill Place, 1870), escritor y novelista inglés, conocido en la literatura universal. En sus narrativas destacan ciertas dosis de humor e ironía, así como una gran crítica social.

Llevó a cabo innumerables novelas "por entregas".

El estilo del autor es fluido y poético, así como muy descriptivo con paisajes y lugares, tanto reales como imaginados.

Algunas de sus obras son:
  • Oliver Twist (1937-1839).
  • Un cuento de Navidad (1843).
  • Historia de dos ciudades (1859).
EL LIBRO:

"David Copperfield" se trata de una novela publicada por entregas en 1849 y publicada finalmente en libro en 1850.

Está narrada en primera persona, con una mirada hacia el pasado, menos en la parte final, donde se pasa a desarrollar en el presente.

El libro trata sobre la vida de David Copperfield, desde su nacimiento hasta su edad madura. Narra sus vivencias, tanto las buenas como las malas, presentando a multitud de personajes por el camino que no dejan indiferentes.

Deja un final abierto a la continuidad de la vida de Copperfield, pero cierra la historia de todos los personajes con los que se ha ido cruzando por el camino.


CRÍTICA PERSONAL:

Lo cierto es que esta novela me ha llevado cerca de un año terminarla. Los motivos son varios (las 874 páginas no ayudaron) y lo cierto es que me alegro de haberme obligado a retomarla.

El problema que me encuentro yo frente a este tipo de novelas, es que me resultan demasiado descriptivas. Se lanzan mucho a desarrollar todo el entorno, olvidando así a veces el hilo de la historia. No obstante, leer con todo lujo de detalles una escena es digno de admiración.

Como con muchos "clásicos", lo que me sucede es que no terminan de enamorarme hasta el final, cuando los personajes ya se despiden y la historia se va cerrando. Con esta, ha sucedido exactamente igual.

Lo cierto es que el balance que he conseguido hacer es positivo. La diferencia marcada de cada uno de los personajes te permite quererlos u odiarlos con toda tu alma, así como identificarte siempre con alguno de ellos.

A pesar de su densidad en la escritura (pues no me resulta nada fluida), es una novela que, con paciencia, recomiendo leer a todo el mundo.

martes, 4 de agosto de 2015

Equilibrio.

Lo mejor de una relación (da igual si hablamos de la romántica, de la amistosa, de la simplemente cordial...) es que cuando uno es el débil, el otro se convierte en el fuerte.

Si no, da igual todas las películas o libros que transcurran para narrar la historia. Todas acaban desapareciendo sin eso.

Puede que ahora lo que me toque a mí, sea olvidar ese rencor, olvidar ese reproche que me hizo en su día de ser "la niña madura". Porque ¿qué sentido tiene mantener a alguien si no puedes llorar en su hombro cuando él ha llorado mil veces porque "se supone que era la racional"?

Quizás sólo tenga que encontrar mi equilibrio yo sola. Quizás deba olvidar el rencor para dejar de amarle, para que el recuerdo pase a ser sólo eso: un recuerdo.

domingo, 2 de agosto de 2015

Hay cosas...

... que duelen en el alma.


Sin saber si algún día dejarán de ser aquello que poco a poco te desgasta y te vuelve menos persona.

miércoles, 29 de julio de 2015

Psicópolis.

Éste vídeo me lo pusieron hace un par de años en clase. Recuerdo que me gustó bastante y cómo no, lo tuve que poner en mi antiguo blog para compartirlo con todo el mundo.

Como las cosas han cambiado, no obstante, he decidido verlo de nuevo, a ver qué nueva impresión me provoca.




Se muestra "lo decepcionante de la especie humana". El cómo sólo por obedecer patrones de conducta, somos capaces de llegar a límites que igual, individualmente, no estaríamos en disposición de cometer.

Y es que en el fondo, es cierto: somos lo que esperan de nosotros. ¿Cuántas veces no se toma en serio a alguien porque "es el gracioso"? ¿Cuántas veces se condena la travesura de alguien "responsable"? El mundo tiene una opinión sobre nosotros, y cuando nos salimos de esa opinión grupal, estamos, claramente, decepcionando.

Ninguno de los dos extremos me parece correcto. Creo que a menudo la gente se posiciona demasiado en "un bando" u "otro bando": somos o demasiado grupales o demasiado individuales. Contamos demasiado con la opinión de los demás o no nos importa nada lo que piensen.

Pero ¿dónde está el equilibrio? Si he de ser sincera (y este es el lugar), yo me posiciono en el grupo. Soy de las que piensan demasiado en las consecuencias, de las que mira más allá de sus actos, porque además, cuando he hecho lo contrario, cuando he sido individual, siempre se me ha tachado de eso con un "tú no eres así". Jamás se me han perdonado esos errores que he cometido por egoísmo, cuando en realidad, yo sí que puedo ser así.

Y el rumor... Qué daño hacen los rumores.

martes, 28 de julio de 2015

Quiero besarte (de 2008)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada:

¿Qué voy a decir de ésto? Era una chiquilla, que todavía no sabía lo que significaba el amor más que por lo que había visto en las películas, oído en las canciones o leído en los libros.

Sin embargo, ya se advierte ese derrotismo que he tenido siempre con los hombres ¿no? Me gusta enamorarme de quien no me presta atención y sin embargo, soy totalmente indiferente con quienes se esfuerzan por querer entrar en mi vida.

Recuerdo que ésta carta iba para un chico en especial que me trajo loca durante un par de años (en mi secundaria). También creo recordar, que intenté dejársela en el pupitre (sin firmar, por supuesto) para ver si él se aventuraba a investigar quién era yo y decidía dar ese pequeño paso que faltaba.

Pero como siempre, me faltó el valor.

Así que en lugar de intentarlo, se lo entregué a mi profesora de "Lenguaje y Literatura" que quedó (al parecer) "maravillada" de que pudiera llegar a escribir eso alguien como yo (al parecer) tan "inexpresiva".

Obviamente, superé esa fase (con ese chico). Pero claramente, mi trastorno obsesivo sigue ahí. Puede que sea un problema o que sólo sea cabezonería aragonesa.

Hoy, igual que entonces, me encuentro en una situación bastante parecida y que a la vez no tiene nada que ver, pero leer ésto, me hace pensar que igual que me pasó a mis tiernos 15 años, también hoy me puede pasar lo mismo y sacar un hermoso relato de todo aquello.

Porque como dice un amigo mío "Mejor haber amado y haber perdido, que jamás haber amado":

Quiero besarte.


Hola.

Bueno, si estás leyendo ésto, claramente es porque no me atrevo a decírtelo a la cara. Me conoces desde hace tanto tiempo... Seguro que no te extraña que no pueda decírtelo, pero ya sabes: la vida es dura y a mí me ha tocado vivirla así.

Sólo quería decirte que cada vez que te veo, siento cómo se me para el corazón; que cada vez que te miro a los ojos, es como si dejase de ser yo; que cada vez que estoy junto a ti, recuerdo todas las cosas que he soñado hacerte, y, que, sin embargo, no me atrevería a realizar ahora que me encuentro a tu lado.

Si tú supieras la cantidad de veces que he forjado planes antes de irme a dormir..., la cantidad de veces en las que he soñado conversaciones que llevábamos a cabo, sólo para besarte (para darte un sólo beso)..., la cantidad de veces que he pensado. Pero siempre he terminado rindiéndome.

Llevamos prácticamente toda la vida juntos, y sin embargo, nunca te has fijado en mi, ni como una chica atractiva y guapa, como la que me gustaría ser, ni como tu mejor amiga. Y por el contrario, yo no puedo más que pensar en ti, en tus sonrisas, en tus bromas, en tus labios, en cómo me besarías con ellos...

Puede que sea sólo una obsesión, pero es que me encantaría saber cómo besas. Quizás sea una tontería. Si eres tan apasionado como me imagino a veces, o serás tierno y cuidadoso, sobreprotegiendo algo que realmente quieres y anhelabas.

Puede que tú seas mi manzana prohibida, esa que deseas morder pero que en cuanto la pruebas... ya no es tan suculenta como te la habías imaginado y acabas siendo expulsado del paraíso. Puede que seas mi manzana prohibida.

Puede que ni siquiera se cumpla ninguno de mis planes para hacer que me beses.

Puede que simplemente, siga siendo alguien sin importancia en tu vida. Prescindible.

Puede...

Pero aún así, no consigo alejarme de ti. Porque, sencillamente, cada vez que te miro, es como si una parte de mi muriese al comprobar (una vez más) que soy demasiado cobarde como para decirte nada; que no soy lo demasiado como para que te fijes en mí; que no soy lo suficiente valiente como para llevar a cabo cualquiera de mis planes forjados con anterioridad para robarte un beso.

Aunque eso sí, yo seguiré obsesionándome. Y aunque suene a loca maníaca, seguirás siendo mi fruto prohibido. Quizás porque nunca me atreveré a probarlo. Quizás porque nunca se me dará la opción de hacerlo.

lunes, 27 de julio de 2015

Caballero.

Ni el más miserable de los cobardes se atrevería a mover cualquiera de sus músculos para escapara de aquella escena. Ni siquiera, alguien ruin se atrevería a quebrantar semejante silencio, que demostraba la talla de los allí presentes.

El sigilo de los presentes, todos ellos, contribuían a una nota de dolor secreto. El susurro de la naturaleza era lo único que podía hacerse escuchar sin ser sometido a juicio.

A menudo el tiempo es caprichoso. Parece que corre de formas distintas. Y la gravedad del tiempo que corría en esos instantes se hacía notar, casi palpable ante las manos de aquellos hombres que permanecían inmóviles ante tal escena.

Cualquiera que hubiera pasado en la mitad de aquel momento tan glorioso, no habría entendido aquellos gestos de honra, humildad y a la vez valía. No habría podido, por menos, que esperar que aquellos hombres diesen alguna respuesta a que aún seguían vivos. Pero ninguno de los presentes, por mucho que hubiera pasado en la mitad de aquel momento tan glorioso un cualquiera, se hubieran movido para explicarle el por qué lo hacían.

Y de repente, del mismo modo que hace unos instantes el silencio era lo único que podía reinar el lugar, una voz se alzó sobre todas las demás. Una canción cobró vida propia de entre dos labios, que se movían sin conciencia de hacerlo.

Del mismo modo que anteriormente aquel estado de quietud conmovía a todo aquel que, con o sin vergüenza, hubiera pretendido moverse, ahora era aquel canto, al que se le sumaban más y más voces, como quien quiere dejar correr el tiempo y olvidar, recordando (al mismo tiempo) que estamos aquí por el destino que hemos de cumplir y, que una vez cumplido, sólo nos espera una cosa.

La muerte.

lunes, 13 de julio de 2015

Inocencia (de 2008).

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada:

Cada vez que releo algo mío de estos años (años pasados, me refiero, no importa la edad que tuviera), me doy cuenta de lo que ha avanzado mi técnica, de las vueltas que le doy a una misma frase (y que antes no) sólo para darle un aspecto más profesional.

En realidad, sigo pensando que nada de lo que he hecho es perfecto. Y seguiré pensando eso hasta el día que me muera. Pero es el problema de avanzar, de mejorar y de querer seguir luchando.

En cuanto al texto, siempre he sido de un pensamiento reflejo al de la historia. Desde chiquitita me he sentido extraña en todos lados. De acuerdo, siempre he sido demasiado "mayor" para mi edad. No es que no haya jugado nunca o que no haya reído, gritado, pataleado... Es simplemente, que nunca he tenido esa "despreocupación". Siempre he sido demasiado consciente de que había más gente a mi al rededor de la que no me podía "librar".

Un poco por azar, esta vieja historia me viene ahora que ni al pelo, pues últimamente ando dándole vueltas a todo eso de que cada acto (el hacerlo o el no hacerlo) trae sus consecuencias, su "bien" y su "mal".

La vida es demasiado complicada; no porque en verdad lo sea, sino porque a menudo, parece que queremos esforzarnos en que así sea.

A ver si recuperamos algo de esa inocencia. (Por eso adoro a los niños).

Inocencia.

Estoy sentada en un banco de mi colegio, escuchando música con mi MP4, con la capucha del abrigo puesta para no mojarme demasiado el pelo mientras cae la lluvia.

Levanto la cabeza y me doy cuenta, de que, a pesar de que está lloviendo bastante, los niños del recreo siguen jugando, saltando, corriendo, gritando...

Una niña pálida, de pelo marrón hasta el hombro y de ojos verdes se para en frente de mi. Me recuerda tanto a mi misma... con su pequeña coleta a un lado de la cabeza, mientras el resto del pelo cae en rizos y tirabuzones. La niña se me acerca, se sienta a mi lado, me sigue mirando mientras la lluvia sigue cayendo sobre su cabecita, meneando los pies ligeramente.

-¿Por qué lloras? - me pregunta con su dulce vocecita de niña pequeña, tan dulce y tierna como la de cualquier crío a esa edad.

-Seguro que no lo entenderías - digo mientras presto atención a cómo la niña retira con su pequeña mano blanca todas las lágrimas de mis mejillas, con mucho cuidado y delicadeza -. Eres demasiado pequeña.

-Puedes intentarlo - me contesta, mirándome con esos ojos que tanto me recuerdan a mí misma.

Resoplo. No creo que lo entienda esta niña, pero no tengo nada mejor que hacer. Me quito el MP4, lo apago y lo guardo para evitar que se moje más de lo que ya lo ha hecho.

-Lloro por culpa vuestra - la niña no da muestras de enfado. Ni siquiera da muestras de sorpresa. Simplemente, se limita a sonreírme -. Miro toda esa inocencia: en vuestras caras, en vuestros gestos... Recuerdo cuando yo era así, pequeña, sin preocupaciones... donde sólo me lo pasaba bien, donde no podía pasármelo mal porque... simplemente, no existía esa opción.

Me callo, creyendo que la niña se ha ido porque hace tiempo que ya no la miro. Me giro, pero la niña sigue aquí, atendiéndome como si fuese una obligación el hacerlo. Espero a que pregunte algo que la entendido, pero su mirada no tiene dudas. Parece comprenderme a la perfección.

-Me acuerdo de cuando yo era pequeña. De cuando mi única preocupación era que no me pillasen cuando jugábamos al pilla-pilla, de que me llegase el dinero para comprarme muchas chuches, de que no me encontrasen jugando al escondite... era tan inocente...

Vuelvo a respirar hondo. La mano blanca y fría de la niña coge mi mano, igual de pálida y fría que la suya. Somos tan parecidas... que creo que me asusta.

-Ahora sólo puedo verme aquí, sentada en el banco, sin saber qué hacer por miedo a lo que piensen de mi. Ahora que mis preocupaciones son saber decir las palabras correctas para no ofender a nadie. Ahora, cuando un beso significa mucho más de lo que tú quieres decir o no darlo puede arruinarlo todo. Ahora que una simple diferencia de pensamiento puede acabar con una buena amistad. Ahora, donde sabes que tus acciones te pueden llevar a situaciones donde no querías llegar... Lloro porque recuerdo cuando tan sólo era una niña sin preocupaciones, recuerdo lo feliz que era a cada minuto que pasaba, porque lo que había hecho el minuto anterior carecía de sentido y de importancia. Lloro porque soy mucho más consciente de todo lo que ocurre a mi alrededor, tanto lo bueno, como lo malo. Lloro porque ahora, parece que sólo te importo a ti en el mundo entero.

Miro cómo la niña se arrodilla encima del banco, para ponerse a la altura de mis ojos... del mismo color que los suyos. Me coge los dos lados de la cara y me hace mirarla, sin que pueda retirar mis ojos de los suyos... haciéndome sentir incómoda.

-Sólo tienes que volver a ser esa niña de antes - me dice, retirando sus dulces manitas de mi rostro.

Abro la boca para darle las gracias por haberme escuchado... Pero la niña desaparece, como niebla, como si nunca hubiera existido, como si no me hubiese tocado ni se hubiese sentado a mi lado... Como un fantasma.

Es entonces cuando me doy cuenta de que esa niña soy yo, de que esa niña, era yo.

Ya no lloro. Enciendo mi MP4 y vuelvo a mirar a los niños, esta vez sin ninguna clase de pena. Cantando las canciones que oigo salir de mis auriculares, y me río. Río mucho.

Aún puedo ser tan inocente como una niña pequeña.

viernes, 10 de julio de 2015

Yo.

Por cuestiones de la vida (supongo) yo siempre he sido como yo. Qué cosas.

Supongo que todo ha influido un poco. La educación que mis padres me dieron seguro que ha tenido algo que ver (aunque ni yo, ni mi hermano hayamos salido iguales tras haber sido educados por las mismas palabras y mismos actos).

La sociedad en la que he nacido: la educación que he recibido, el "bien" y el "mal" que me han enseñado, las experiencias que he ido viviendo... En definitiva, lo que me diferencia de mi hermano y ha hecho que a pesar de haber sido criados en el mismo techo hayamos salido distintos.

Creo que en conjunto, soy esas tres cosas. Soy lo que he nacido, lo que me han enseñado y lo que he aprendido.

También creo que no se puede luchar en exceso contra eso. Siempre puedes cambiar algo que no te gusta de ti, madurar. Pero la esencia es lo que somos.

Y yo, lo que nunca he sido, precisamente es eso: una niña. Nunca he tenido esa capacidad de hacer locuras. Nunca he sido incapaz de dejar pensar que mis consecuencias tienen actos. Siempre he sido muy consciente de ello, de que en el mundo hay más que yo. Y eso me ha hecho querer controlarlo todo.

Quizás hubo una época en lo que lo fui. Y eso terminó de destrozarme. 

Y ahora me hallo reprimida.

Porque yo soy esas tres cosas: lo que he nacido, lo que me han enseñado y lo que he aprendido.

Y contra eso, no se puede luchar.

jueves, 9 de julio de 2015

Egoísmo.

No puedo escribir sobre todo lo que tengo que decir, porque sería muy duro de poner por aquí y podría haber gente que lo leyera.

Sólo quiero que quede constancia en este blog de que hay cosas que yo no soporto.

¿Por qué hay personas que no pueden mirar por los que hay alrededor? ¿Por qué hay personas que sólo piensan en ellas mismas? Odio a ese tipo de gente. Las odio con toda mi alma.

A veces pienso que es envidia, porque yo soy incapaz de hacer algo así, de olvidarme de todas las personas a las que dañaría con mis actos.

No significa que de vez en cuando cometa errores (hace poco cometí uno del que me arrepentiré toda mi vida), pero luego no me compadezco de mi misma, ni pretendo que todo el mundo me mire y me consuele.

De verdad que no lo entiendo. Ni lo entenderé. Esa forma de rendirse... cuando yo tendría muchos más motivos reales que él (o si quiere mirarlo así, menos por lo que vivir).

miércoles, 8 de julio de 2015

Diario de una Mujer Casada.

Prólogo:

Me levanto, como cada día, a las 6 de la mañana. Me voy al baño a lavarme y cuando me miro en el espejo, veo lo mismo de los últimos años una mujer de 42 años,  con el pelo cada vez más rubio para disimular las canas y con las arrugas de edad y expresión que ni siquiera las cremas más caras conseguirían borrar.

Que no se me malinterprete. No es una escena que me deshaga en lágrimas, pero me saca una sonrisa amarga al recordar que ya no tengo esos 20 años tan dulces.

En seguida voy a planchar lo poco que queda del traje de mi marido mientras él termina de acicalarse y luego voy  “corriendo” a la cocina a prepararle el desayuno a mi familia, que suele consistir en un zumo de frutas,  un poco de pan con mantequilla o mermelada, cereales, algún bollo o similar, y por supuesto, la leche y el café.

Mi marido siempre es el primero en bajar (porque tiene que salir antes de casa para llegar a tiempo a la oficina). Desayuna viendo las noticias matinales y se despide dándome un beso y deseándome los buenos días con una sonrisa fugaz.

Sobre las 7:30 suelen bajar mis hijos, recién levantados, para luego irse al instituto y a la universidad. El mayor tiene 22 años ya y va por el último curso de su carrera: periodismo; el pequeño tiene 14 y va a 2º de la E.S.O. todavía. El año pasado tuvo problemas con el curso y tuvo que repetir, pero parece que ya está más centrado.

Una de las tradiciones que aún mantengo con el pequeño es que mientras desayuna me cuenta su sueño. Lo hacía también con el mayor pero “ya ha crecido demasiado para esas cosas”. Espero que mi niño del alma no cambie nunca de idea.

Como el mayor se sacó el carnet de conducir hace dos años (obligado por mi marido y su insistencia, porque mi hijo se negaba a ello), ahora es él el que se encarga de llevar al pequeño al colegio.

Cuando ya se han ido todos, recojo el desayuno y (excepcionalmente durante esta semana
) me voy a cuidar al hijo del vecino, que se ha puesto enfermo y no pueden dejarlo en casa de nadie más, hasta más o menos las 12 de la mañana, que es cuando llega la madre , de un turno nocturno en una empresa de limpieza.

Vuelvo entonces a casa y preparo la comida. Limpio un poco la casa y espero en el sofá, leyendo hasta que llegan mis hijos. Comemos los 3 mientras hablamos de qué tal les ha ido la mañana y el mayor vuelve a llevar al pequeño a las extraordinarias (entre el deporte, la música y el inglés tenemos al chico bastante ocupado).

Cuando el mayor regresa de dejar al pequeño, regresa a casa y sube a su cuarto a estudiar y hacer trabajos para, sobre las 5 de la tarde, ir a una oficina a hacer prácticas a una oficina. El pequeño suele regresar a casa sobre las 6, en el autobús esta vez y se va a “hacer los deberes”.

En ese rato suelo hacer más tareas de casa, como planchar, barrer, coser… hasta las 8 más o menos, hora en la que suele llegar mi marido a casa con un beso y un “Hola, cariño, ¿qué tal el día?”.

Los dos juntos  nos ponemos a preparar la cena, mientras me cuenta qué tal le ha ido el día a él (tras un breve comentario por mi parte de lo poco que ha cambiado en mi día a día).

Cenamos los tres juntos, viendo algún programa en la televisión que haya a esas horas y damos las buenas noches al pequeño, que regresa para “seguir haciendo deberes”. Nosotros nos vamos a nuestro dormitorio y continuamos viendo la tele (o alguna serie que tengamos por ahí pendiente), hasta las 23 o así, que es la hora en la que suele venir el mayor, que entra en el cuarto a saludarnos, a darnos dos besos y las buenas noches. Él se va a cenar (si no ha cenado ya con los compañeros) y nosotros a dormir.

Hasta la mañana siguiente, que se repite en un mismo orden de monotonía.

martes, 19 de mayo de 2015

Últimamente nos tenemos muy desatendidos, lo sé. Pero las cosas cambian ¿no crees? Seguro que la mayor parte del tiempo ni te acuerdas de que existo; porque tú tienes tus cosas y yo tengo las mías.

Sin embargo, te conozco muy bien (pase el tiempo que pase) y sé que ayer te enfadaste conmigo (otra vez).

A menudo me digo que soy muy sensata. En ciertos temas es verdad, pero aún tengo mucho camino por delante. He aprendido a que nada me hiera en exceso y eso es bueno, aunque eso también ha hecho que a menudo piense solo en mí y que ésto me haga creer que el resto han de pensar como yo.

¿Recuerdas por qué te enfadaste esta vez conmigo? Me dijiste que no había aprendido la lección. Puede que tuvieses razón, pero sé que no era la lección que me dijiste a la que tú te referías (te recuerdo que te conozco).

En nuestra conversación anterior me lanzaste a los brazos de otro hombre. Lo entiendo y lo agradezco. "Enamórate" "No te cierres las puertas" "Tienes mucho que ofrecer". Sé que lo dices desde el corazón y lo haces para que yo esté bien, pero no soy de esas.

Ya no soy de las que se enamoran a la primera de cambio o a la primera palabra bonita que oigo. Eso no significa que no me guste disfrutar de la vida, claro está. Y creo que eso es lo que te duele. Que no haya aprendido la lección que tuve que aprender contigo.

Pero ¿sabes? Sí que la aprendí. Aprendí que no puedo hacer siempre lo que yo quiera sin explicarme. Que lo que yo veo no es lo que ven los demás. Aunque, eso no me va a hacer renunciar a lo que me gusta, a lo que necesito en el momento y si lo quiero, lo cogeré, aunque luego tenga que explicarle que fue sólo un bonito momento que vivimos y que nos quedará siempre en el recuerdo.

Soy una mujer muy sencilla de tratar y de cuidar. El problema viene cuando los demás se interesan por mí más del tiempo que deberían.

lunes, 11 de mayo de 2015

Una breve explicación.

Puede que sea difícil.

Lo entiendo perfectamente.

No hice bien.

Pero me he hecho una promesa muy importante a mí misma que no voy a dejar de cumplir.

Por primera vez en mucho tiempo, sé lo que quiero; sé que yo no he sido la buena de la película y que no debería de haber sido la protagonista. Sé que las cosas son difíciles tal cual están ahora y que es posible que tú jamás vuelvas a confiar en mí del mismo modo.

Pero voy a dedicar cada minuto de mi vida a demostrarte (y demostrarme) que soy mejor persona y que lo soy gracias a ti, estés o no estés a mi lado.

A vece sla vida nos plantea muchos problemas. Es nuestra opción coger el camino fácil o el difícil. Siempre he sido de las que cogen el fácil (por mucho que la gente opine lo contrario). Ésta vez no.

¿Sabes por qué? Porque un amigo me dijo que yo era una persona afortunada por haber encontrado lo que mucha gente se pegaba la vida buscando: el amor verdadero de mi vida. E independientemente de que consiga o no estar contigo, tú siempre estarás en mi corazón de ese modo.

Si no me queda más remedio, seré una viuda eterna que no hace más que llamarte para saber algo de ti.

miércoles, 29 de abril de 2015

Miedo al Fracaso.

No sé si alguna vez he escrito acerca de ésto. Posiblemente sí. ¿Qué más da una vez más?

Siempre me he dedicado a dar unos consejos buenísimos y alucinantes a los demás (qué le vamos a hacer, nací con esa capacidad). Sin embargo, soy completamente incapaz de seguir uno solo de ellos (tanto de los que doy como de los que me dan). Quizás es que nunca haya sido demasiado buena obedeciendo.

Hoy, sin embargo, en mi monótono día de esguince (llevo ya una semana con él y quiero morirme del aburrimiento), en mi revisión por una de las redes sociales más populares del momento (FaceBook, por si las dudas), he llevado a cabo uno de mis nuevos pasatiempos adquiridos: realizar un test.

Titulaba algo así: "¿Qué frase define tu vida?".

¡Recórcholis! He invertido tanto tiempo haciendo test mucho más estúpidos. Éste parecía interesante, así que... ¿por qué no? Si salía una buena frase igual podía tatuármela.

Enfrascada en intentar contestar las preguntas de la forma más sincera y completa posible, he ido seleccionando cada una de las respuestas (odio los test,  porque nunca llegan a dar una visión completa de lo que quieres decir, pero supongo que será parte del encanto). No recuerdo cuántas preguntas han sido (y si digo la verdad, tampoco muy bien de qué iban), pero al fin, lo he terminado.

¿Se puede decir que se me ha roto el corazón al ver el resultado de la frase que resume mi vida?

“Te limitas por paredes que solo tú construyes”

Dicen que las verdades son las que duelen. Y vaya si tienen razón. Siempre he sido muy segura de mí misma. Siempre he tenido claras las cosas: lo que se debe y lo que no se debe hacer; las buenas y las malas personas; lo moral; lo justo; etc.

Sin embargo, los cambios siempre me han supuesto un terrible sufrimiento. Terrible, terrible. Creo que los odio, porque nunca tengo controlada la situación y porque no sé lo que me voy a encontrar. Sufro. Soy una persona muy estable y cuadriculada (lo reconozco) y todo lo que sea lanzarme a la aventura me supone un dolor de cabeza que difícilmente puedo controlar.

Uno de mis grandes sueños de siempre, ha sido ser una escritora famosa (una gran novelista, para ser exactos). He tenido la intención de presentarme a miles de concursos desde que sé que ese es mi sueño. He realizado miles de obras basadas en unas bases para poder hacerlo, a pesar de que el tema no fuese fuente de mi inspiración. Pero a la hora de la verdad, soy la primera que se acurruca en una esquina esperando a que todo pase lo más rápido posible, esperando que nadie me encuentre allí en ese estado tan patético de mi vida.

Me aterra el fracaso. Me aterra que me digan que no estoy hecha para lo único que deseo estar hecha (bueno, hay unas cuantas cosas más en mi vida que me gustaría ver cumplir, pero ya me entendéis). En el fondo, tengo un miedo atroz a que me digan que no. Por eso, la mayoría de las veces me rindo, fingiendo que ya surgirá otra oportunidad.

Es un gran defecto que tengo. No estoy orgullosa de él.

lunes, 27 de abril de 2015

El día de hoy.

¿Para qué mentir?
Ha sido duro desde el principio.

Ya nada más levantarme, el sueño no me ha dejado buen sabor de boca (no es que todas las mañanas me levante con el aliento fresco y puro, pero el de hoy, especialmente apestaba, en un sentido figurado).

Realmente no soy una persona que se mueva exclusivamente por lo que sueña o por lo que intuye, pero suelo darle bastante importancia (de verdad que no baso mi vida en ello, pero entiendo que hay algo en el subconsciente que nos quiere dar pistas). Pues bien, hoy ha sido eso: una advertencia de lo que iba a pasar.

Es posible que yo sea una persona que (en el fondo) absorbe y agobia cuando debería dar espacio. No lo sé. Generalmente me creo bastante independiente, aunque es posible que haya dos o tres personas en mi vida a las que presione demasiado. ¿Será posible?

Para mí, la amista es lo más importante. Es lo que mueve el mundo, porque incluye también el amor (si no amas a un amigo, no es un amigo). Yo haría cualquier cosa por mis amigos (mis amigos de verdad, mis conocidos no cuentan) y creo que he mejorado mucho de unos años a ahora (seguro que hay personas que lo pueden corroborar).

Tampoco pido mucho. Reciprocidad. Igual mi visión del mundo es distorsionada.

Pero a lo que voy, que me subo por las ramas y luego no hay quien me baje (bueno, que al que no le interese no lo lea, jeje).

Hoy un amigo me ha decepcionado profundamente. Hasta el punto, de que no sé si se va a poder recuperar la amistad (si estás leyendo esto, que no lo creo -igual me equivoco y me merezco una bofetada-, espero que entiendas todo y que hagas lo imposible por corregirlo).

Me cuesta abrirme. Me cuesta pedir las cosas. Soy de esa gente que prefiere hacerse una pelotilla y pensar que el problema lo puedo solucionar por mi cuenta. Sin embargo, a veces, yo que sé por qué, pues cambio mi rutina y pido ayuda (muy raras veces). Antes, con esta persona, lo hacía a través de indirectas y... pues no funcionaba (puede que yo fuese muy sutil) y me enfadaba con él por ello, por no haber sabido lo que pedía. En el fondo, esos cabreos me duraban poco (hasta que me daba cuenta de que había sido culpa mía que él no me hubiese entendido).

El caso es que aprendí y cambié, sólo para que él (mi amigo) no tuviese problemas conmigo y comencé a decirle lo que necesitaba de una forma totalmente directa (igual es que como soy muy sutil de forma indirecta, de forma directa tampoco se me entiende de una forma clara. Todo puede ser).

Llevo (quizás) meses pidiéndole que necesito que me diga cuánto me echa de menos, que me diga de quedar, de salir, de ir a verle, de pasar un rato juntos... meses diciéndole que necesito que me demuestre que sigo siendo importante en su vida a pesar de que parezca todo lo contrario (y de las complicaciones que han surgido por el camino). Es algo bastante simple. Me considero una persona fácil de contentar.

Pero, no ha caído esa breva (y creo que jamás caerá esa breva). Qué le vamos a hacer. Me ha echado en cara (¿se puede decir eso?) que él nunca sabe cómo acertar conmigo (quizás sea que yo no tengo las cosas claras), que no puede hacer lo que le pido y que blabla. Puede que le haya pedido mucho, yo que sé, pero llevo tiempo "complaciendo" sus días de bajón (lo hago encantada, la verdad, me encanta poder ayudarle y que al final de la conversación me de las gracias).

¿Es egoísta pedir compensación el día que yo estoy mal?

Otro de los defectos que tengo yo (de los grandes, de los muy grandes) es que me ofendo enseguida (que no significa que esté a la defensiva siempre), pero hay cosas que no las veo justa. Tengo la mente abierta menos en lo que a mí respecta. Si yo doy, espero que se me dé y si no, llega un día en el que dejo de dar. Aprendí a golpes que ser tonta en esta vida no te sirve más que para comerte más golpes.

Hoy, éste amigo, me ha demostrado (muy a mi pesar) que tras meses de insistencia, es incapaz de cumplir mis pequeños deseos de solicitar "mimos" el día que estoy mal. Sus motivos tendrá.

Pero he acabado harta. Muy arta.

Así que, en un momento de dolor (porque ha sido dolor), le he dicho que Se acabó. E iba totalmente en serio. Lamentablemente.

Luego he hecho algo de lo que no me siento orgullosa y me he dedicado a criticarle por las redes sociales (sin poner su nombre, no soy tan ruin). Justificado o no, todavía espero sus disculpas. Disculpas que nunca llegarán. Amistad que no se recuperará jamás.

Que hayamos sido tantas cosas y que no seas capaz de concederme ese pequeño gesto... Igual pido demasiado, no lo sé. Pero como tú me has pedido (como buena amiga que aún pueda ser), no te preocupes, no vas a saber más de mí hasta que no quieras saber más de mí.

Y a ver si luego me demuestras que mereces la pena.

viernes, 27 de marzo de 2015

No abras los ojos (de 2009).

Estoy aquí...
Sólo tú. Sólo yo.
Necesito de ti;
tu mirada, tu piel, tus palabras.

Al fin los dos;
ahora ¿y por siempre?
Tu mano me dice todo
y te respondo silenciosa.

No abras los ojos;
estamos solos,
rodeados por todos.

Tú y yo por siempre ¿ahora?
En un momento
que quedará grabado
en un recuerdo silencioso.

Por eso, no abras los ojos.
Déjate llevar por mis caricias.
¿Qué importan nuestros rostros?
¿Qué importa quiénes seamos?