domingo, 16 de octubre de 2016

Para que un pez no tenga que trepar árboles.



Me creáis o no, he llegado a comprender que la vida te lleva por el camino que tiene forjado para ti. No es un destino cerrado, quizás, pero sí te va encaminando hacia lo que debes.

Quizás por eso mismo, he terminado estudiando Educación Infantil.

Este vídeo es uno de los motivos por el que me he decidido.

Y no pienso rendirme.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Sed de Venganza (de 2010)

Comentario de la Señora Ex-Carmen(A)tada.

Este escrito lo hice para un concurso en mi antiguo colegio, para la revista que se entregaba a padres y alumnos.

Fue uno de los momentos en los que me di cuenta de cómo funciona la vida.

La calidad muchas veces no equivale al éxito, aunque así pueda parecer. Muchas veces la sociedad nos guarda dentro, para no asutar a los demás.

A la vista queda, que todos los profesores se reunieron después de toda la votación para decirme que mi historia había sido la mejor con diferencia, pero, que, sin embargo, habían tenido que elgir otra, puesto que la mía era demasiado "terrorífica".

Lo mejor de todo es que pedían una historia de terror.

Sed de Vneganza.


Cuentan que por el año 1985, hace exactamente 25 años, hubo una muerte, sí, en éste mismo colegio, entre estas mismas paredes entre las que os encontráis ahora vosotros.

Cuentan que en la parte derecha de la segunda planta, justo encima de la capilla, encontraron a una chica de tan solo 14 años, muerta en su dormitorio.

Muchos dicen que lo que le mató fue el amor; otros aseguran que fueron los celos; y otros, simplemente afirman que estaba loca. Pero ninguno tiene la certeza de lo que pasó aquel 2 de junio, cuando los primeros rayos de un sol de verano, despuntaban por el horizonte. A nadie le importa ya tampoco mucho, después de tantos años.

La imagen de una chica con la soga al cuello, colgada de una viga de su habitación; o quizás con las muñecas cortadas. No es una de esas imágenes que te gustaría recordar para el resto de tu vida, pero también es verdad, que sí que es una de esas que por mucho que intentes olvidar, ni los recuerdos ni los sueños te permiten dejar atrás ¿Quién quiere recordar aquello una y otra vez?

A pesar de todo, tanto los profesores como los responsables del internado, que por aquel entonces había en esos muros, decidieron ocultar al resto del mundo lo que había sucedido. Se pusieron de acuerdo y dijeron que Verónica, la chica que encontraron muerta, se había ido a otro colegio, a uno público, para poder pasar así más tiempo con su familia. A nadie le extrañó. Se esforzaron mucho por no mostrar a los alumnos lo que había pasado. Por dos motivos, fundamentalmente: la muerte es algo que asusta hasta a los hombres más valientes, como para trastornar la mente de un niño de aquellas edades con semejante noticia; y segundo, ¿a qué colegio le gustaría anunciar que lleva un cadaver a su espalda? No es buena publicidad.

Quizás, por eso mismo, decidieron abrir las puertas al público y aceptar a alumnos que ya no fueran internos.

Todo el mundo ha olvidado ya lo que sucedió.

Ahora entran en mi cuarto, penetran en el lugar donde yo decidí morir; por haber sido abandonada por la alegría y la felicidad del mundo. Ahora tiran abajo las paredes que oyeron mis sollozos y reforman el suelo donde mis lágrimas cayeron. Ahora habrá un montón de clases en el último sitio donde yo pasé con vida.

Inocentes... Habéis olvidado quien fui. Habéis olvidado por qué decidí morir. No os preocupéis, el pasado y lo que cuenten de él es difuso y borroso y en cierta manera lo entiendo. Pero yo me encargaré de todo a partir de ahora.

Mi propósito: venganza.

No debisteis olvidarme, pues recordar a los muertos es lo que os hace sentiros vivos. Y yo, ya no estoy viva, pero he retornado con sed de venganza.

Habéis profanado mi tumba.

Correrá la sangre de todos los inocentes.

Temed a la muerte, mortales, pues yo ya he roto la barrera del tiempo, y no hay descanso para mi. Este es mi testimonio.

Verónica.

martes, 4 de octubre de 2016

Enamorada.

Si hubiese sabido que ese hombre iba a suponer tanto para ella, hubiera disfrutado más del proceso de enamorarse.

Habría retenido no sólo las palabras, sino también las miradas, o los gestos. Para poder recordarlos con perfecta exactitud ahora que lo tenía delante y necesitaba decirle todo lo que le importaba.

Quizás no era el hombre de su vida, pero desde luego, era el hombre que había en su vida. Es una diferencia muy sutil que ella misma había tardado en comprender y que, sin embargo, una vez que había quedado aclarada en su cabeza, todo era mucho mejor.

Sabía que había una fecha de caducidad en todo aquello, a pesar de que guardaba la esperanza de que él encontrase algo por lo que luchar (que la encontrase a ella, en realidad).

Pero ahora, en el momento en el que se encontraba, sólo podía pensar que si ella hubiera reaccionado de otro modo, su hubiera sido más paciente, quizás él se hubiera enamorado, quizás él habría acumulado sus palabras con más cariño, o sus miradas como un bálsamo, o sus caricias como un consuelo.

Pero había comprendido, después de haberse enamorado, que él no era el hombre de su vida, pero sí el hombre que había en su vida.

Aún así, esperaba que él encontrase algo por lo que luchar (que la encontrase a ella).

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Mi Bibliotecario.

Hoy en Desarrollo Cognitivo (asignatura que doy en mi Grado Superior de Educación Infantil), nos han hablado de la memoria, del aprendizaje, etc.

Nos han peusto un símil que más de una vez he oído (porque la verdad, merece ser una gran metáfora en este caso), en el que la memoria, es como una gran biblioteca, donde dentro, hay un bibliotecario (o bibliotecaria) que va abriendo los cajones de los archivadores que necesitamos, sacar las carpetas relacionadas con el tema y, por supuesto, tendrenos sobre la mea la ficha que necesitamos para esoe momento.

Obviamente, nuestro bibliotecario tiene que encargarse a veces de sacar varias fichas, porque se correlacionan unos temas con otros.

Sin embargo, la diferencia entre otras veces y esta, ha sido un comentario (puramente inocente) que la profesora ha hecho. Ha venido a ser algo así como "Mi bibliotecaria (oprque la mía es chica), que por supuesto está loca..." y ha seguido la clase.

Entonces, loca yo de mi, me he parado a pensar ¿cómo sería mi bibliotecario? La pregunta ha durado poco en mi cabeza, y ha procedido con otro símil.

Creo sin duda alguna de que mi bibliotecario sería un hombre mayor, lento a la hora de tener que llegar a las carptesas que necestio, pero que sin embargo, le encanta contar mil historias que ha vivido o podría haber vivido si en su vida hubiera tenido un poco más de valor. Mientras caminase hacia el archivador, iría contando algo relacionado (o quizás no) con la información que le he pedido, a modo de presentación del tema; a veces sonriendo, a veces serio.

Sí, definitivamente, mi bibliotecario sería un viejo, con bastón y un poco vago a la hora de acceder a las carpetas situadas en lo más alto de las estanterías; cara arrugada y manos callosas, como si trabajar en mi cabeza hubiera sido el trabajo más duro que jamás se hubiera inventado (quizás por el desorden); de aspecto relajado y sin embargo muy atento a todo, aunque después no recordase donde ha dejado la carpeta.

Se quejaría del ruido, pero sin duda, le molestaría más el silencio que se pudiese llegar a formar, porque en realidad, le encanta contar historias de lo que fue y lo que pudo haber sido.

martes, 27 de septiembre de 2016

El Experimento Prohibido

 A pesar de ser incontables los experimentos que podrían categorizarse de éste modo, uno de los, sin duda, más terroríficos es el de los Niños Salvajes.

Tales experimentos hacen referencia a niños que han sido privados del contacto con otros seres humanos, bien por abandono, bien por rapto, etc. Cabe decir,que ningún ser debería ser aislado con el fin de un estudio del conocimiento, pues privarle de ello sería una de las cosas más crueles que se le puede llegar a hacer.

Sin embargo, innumerables casos (de entre ellos el caso de Victor, el niño salvaje) hacen que se nos parta el corazón en mil pedazos.

Un caso parecido al anteriormente mencionado, es el de Genie.

Llegó a mis manos hace tiempo en la facultad, sin embargo, entre unas cosas y otras, me vi obligada a pasarlo por alto. Hoy, he vuelto a toparme con esta encantadora niña en clase. Y esta vez no he podido resistir la tentación de compartir su historia.



Lamento, en realidad, que el vídeo no sea más largo, puesto el que me han puesto en clase (de aproximadamente 1 hora de duración), narraba todo con mucho más detalle y precisión.

Genie nació con una displasia en la cadera y su padre, decidió que no era digna merecedora de compartirse con el mundo, por lo que decidió aislarla. Tras ser rescatada, pasó a un hospital, donde multitud de especialistas trataan el desarrollo de la niña, no sólo con el fin de rescatarla, sino para comprender mejor el desarrollo cognitivo y motor de los niños (ya que no se podía gestar un caso así, aprovecharon el que se les dio). Le enseñaron a caminar, a hablar, a establecer vínculos sociales...

En el mismo vídeo que me pusieron en clase, había controversia entre los profesionales. Había algunos que abogaban porque Genie era retrasada de naciemiento, puesto que una prueba que se le hacía durante el sueño, daba los mísmos índices que a dichas personas. Sin embargo, otros profesionales aseguraban que Genie mostraba tras cada año, un año más de inteligencia, pero con cierto retraso, puesto que había comenzado más tarde con el proceso.

Sin embargo, en lo que todos coincidían, es en que Genie era el "amor de su vida". Una niña dulce y cariñosa que despertaba sentimientos de protección en todos ellos, incluso aunque no la conocieran de nada. Un caso excepcional entre muchos.

Tras años de investigación, el hospital tuvo que cancelar el proyecto, puesto que se les canceló la financiación por "falta de descubrimientos precisos". Ésto obligó a Genie a abandonar todo lo que había conocido para circular por multitud de hogares de acogida. Lamentablemente, no supo hacerse a ninguno de ellos. Tras sufrir malos tratos en uno de ellos, por haber vomitado, Genie llegó a su propia conclusión de no volver a hablar en la vida.

Toda esta reflexión que hago, no es otra sino la que yo misma me he planteado a lo largo de la historia. ¿Hicieron bien los médicos en adoptarla durante varios años en el hospital? ¿Habría sido mejor llevarla a un hogar dulce e incluirla en u proyecto de recuperación, aunque este huvbiera sido más lento, por el bien de la niña, y perder la oportunidad de poder experimentar algo prohibido? ¿Deberían haberse encariñado menos y haberla tratado como una rata de laboratorio durante toda su vida para evitar que sucediera lo mismo en casos futuros?

No creo que cuestiones de este tipo tengan un claro Sí o No por respuesta. Sin embargo, si yo hubiera sido uno de los profesionales que trabajase con ella, creo que habría actuado del mismo modo que ellos hicieron: Genie no podía ser sólamente un experimento, aunque ello evitase un gran avance científico.

lunes, 26 de septiembre de 2016

martes, 20 de septiembre de 2016

Recuerdos (de 2010)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.

He intentado no retocar esta en concreto demasiado (en realidad creo que sólo he cambiado una coma por un punto y coma y ya no recuerdo muy bien donde).

En realidad me gusta mucho pensar que he evolucionado bastante en los años que llevo escribiendo y que ahora soy mucho mejor que esto que a continuación vais a leer. Pero quién sabe. De todas formas estos son mis inicios y no hay nada como el principio para comenzar a ser algo, ¿no?

En realidad tengo totalmente en mente la persona por la que iba esto. De hecho, en mi vida sólo me han "abandonado" dos veces sin causa aparente, con un "porque sí". En las dos ocasiones me ha dejado con el corazón partido y aunque hoy ya no echo de menos a esas personas (es más, aun a pesar de que no les deseo ningún mal, me da exactamente igual si son felices como si no), siempre tendré la espina clavada de no saber por qué se fueron.

Ahora sí, espero que no me vuelva a pasar y que la causa de la ruptura sea clara, se pueda arreglar o no.

Recuerdos.


Recuerda que en otro tiempo fui parte de tu vida, como un nuevo aliento en los pulmones, como el latido de un corazón, como la copa de un sediento.

Recuerda que imcluso entre risas y lágrimas, nos sentíamos unidas, sin importar miradas ajenas. Vivíamos felices en el mundo que habíamos construído para ambas.

Recuerda aquellos tiempos hermosos en los que nada parecía dañarnos, los tiempos en los que ésto era inmortal, insaciable por mantenernos vivas, por seguir al frente, por ser la mano la una de la otra.

Recuerda lo que fuimos y ya nunca seremos. Ya nunca. Nunca. Un lazo de sangre roto. Un abrazo guardado en el pecho. Un eslabón suelto de aquella cadena que nos unía.

Tan solo un recuerdo de aquellos tiempos.
Tan solo una excusa en la que consumirnos, intranquilas.
Una esperanza muerta en el medio del camino. La luz de una estrella que ya nunca brillará. Recuerdos.

Recuerda que abrazos y caricias nos consolaban cuando las palabras no podían brotar de nuestras gargantas. Recuerda todo aquello que una simple mirada nos decía. Un lenguaje oculto. Nuestro pequeño secreto. 

Recuerda todas aquellas llamadas en la noche, el tono de un teléfono sonando en la oscuridad en la búsqueda de un conshelo que sería respondido. La seguridad de ser escuchada.

Recuerda aquella mano tendida sobre el frío vacío para ayudarnos a levantar las rodillas del suelo, incluso antes de caer, como un imán que nos sostiene. Aquella sonrisa en el rostro, cargado de nuevas oportunidades, dando nuevas fuerzas. Un nuevo aliento.

Recuerda lo que fuimos y ya nunca seremos. Nunca más. Nunca. Una piedra olvidada en el camino que un día perteneció a un imperio; un jarrón hecho pedazos, esparcidos ahora por el suelo, sin que nadie se moleste especialmente en recogerlos.

Tan sólo queda ya un recuerdo de aquellos tiempos.
Tan sólo una excusa en la que consumirnos, intranquilas.
Una esperanza muerta en medio del camino. El rastro de un barco, una estela que no tardará en desaparecer. Recuerdos.

Y aún recuerdo en noches sin estrellas, como esta. Simplemente, me dejo llevar y recuerdo que un día fui tu hermana, que un día te amé y tú me correspondiste con susurros dulces, en tus abrazos cálidos, en tus miradas protectoras, en tus palabras de consuelo.

Recuerdo que un día me quisite, pero hoy ya es tan sólo un recuerdo. Tan sólo, un recuerdo. Nada queda ya de aquel momento por más que me esfuerce en buscar... sono encuentro recuerdos.

lunes, 19 de septiembre de 2016

La verdad...


... es que no encuentro sentido a muchas de las cosas que hago.


Quizás, es porque no deben tener ningún sentido.

Porque el sentido me lo des tu.

sábado, 27 de agosto de 2016

Traicionada (de 2010)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.

Recuerdo que esta "micro" historia la escribí para una novela que tengo empezada desde los 12 años. Recuerdo perfectamente que al terminar de leerla dije "estoy hecha toda una artista" y la colgué en mi antiguo blog.

Hoy en día le encuentro muchos fallos y la historia que comencé hace tanto tiempo ya no tiene prácticamente nada que ver con lo que es hoy, pero aún así, esta historia no deja de gustarme menos.

Aún más curioso encuentro esto ahora, cuando encuentro una metáfora de mi vida en lo que escribo (mientras que en aquellos años ni siquiera se me habría pasado algo tan bien disimulado).

Y la buena noticia es que a penas ha sufrido modificaciones al trascribirla.

Puede que algún día la leáis en alguno de mis libros.


Traicionada.

Recibí aquel mensaje a las tantas de la noche. Rara vez dormía al preludio de una batalla, pero eso no implicaba que se me pudiese estorbar por tonterías. Quizás precisamente por eso mismo, el soldado que trajo la carta sudó mucho antes de hacerlo. Creo que incluso estuvo parado frente a la puerta de la tienda antes de hacer lo que se le había ordenado.

Él había regresado.

Amor, odio, pasión, celos... ¿Cómo puedo describir lo que sentía hace unas horas si ni siquiera estoy segura ahora, después de todo? El efecto que siempre me ha hecho despertar.

Sin duda sentía amor por él, hacia él. Por fin volvía a estar conmigo tras mucho tiempo separados... Le amaba y le amaba sólo a él, deseando, soñando a cada momento con tenerle otra vez a mi lado. Cerré los ojos, recordando el vacío que había en mi pecho desde su marcha. Cerré los ojos, desando que todo hubiese sido un sueño y que él no volviese a mi. No otra vez. No para marcharse de nuevo.

Pero el odio, que como un veneno se extendía sobre mi piel, tan a menudo que ya casi no encontraba la diferencia entre mi estado y la ponzoña, no tardó en surgir desde mi interior, gritando algo que yo creía justicia.

Recordé la traición que le había empujado a separarse de mi; aquel abandono sufrido que me había arrancado el poco alma que podría quedarme. Yo le entregaba el mundo y él decidió salvar a los débiles, como si ellos se hubieran preocupado de nosotros cuando la balanza se encontraba en el otro lado. Quise convertirle en el Rey de nuestro Imperio y él decidió abandonarme por la plebe. Por una plebe que le escupirá en la cara en cuanto vuelva a tener poder; por unos seres más ruines de lo que yo jamás podré ser a pesar de todo lo que cargo a mis espaldas.

Nada más recordarlo, apreté los dientes para no gritar de dolor, de ira, de frustración, de abandono. Apreté los puños, preparándolos para descargarlos sobre cualquier cosa que me disgustase... aunque fuese la misma Diosa de la Guerra la que entrase por las cortinas de mi tienda, no sobreviviría. La decisión estaba tomada. Nunca una vez más volvería a hacerme eso.

Pero no fue Ella la que sació mi apetito de venganza. Ni ninguna otra figura pudo hacerlo. A pesar de todo lo que hubiese deseado, tuvo que entrar él. Tubo que llegar él. Y volví a abrir los puños y a recuperar la calma. Había llegado mi veneno y su antídoto, concentrado en un mismo frasco.

Me obligué a tranquilizarme. Respiré hondo, contando las pulsaciones de mi corazón agitado, hasta que las frené: uno, dos, tres, cuatro... Sentí que mis dientes ya no podían estar apretados, mi mandíbula dejaba de estar tensa. Se me escapaba la ira, la fuerza.

Intenté sonreír a mi amor, frente a mi, pero sólo conseguí una burda mueca... que nada se asemejaba a lo que pretendía, a aquel gesto que algún día tiempo atrás le enamoró.

Ahora que estaba más relajada, pude sentir otra cosa más... pasión. Pasión por mi corazón, devuelto a su pecho, recordando todas las noches juntos, todos los besos, las caricias, todos los abrazos, las sábanas, los rincones... Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al imaginarme balanceándome de nuevo sobre su pecho desnudo y danzando como lobos en invierno, deseosos de algo de calor.

Pero a pesar de todos esos recuerdos, que se camuflaron en un temblor tenue de mis piernas, sentí algo, de nuevo más oscuro, un sentimiento más cruel y traicionero. Sentí otro tipo de pasión muy distinta, porque pude ver en los ojos de mi amor lo que yo, mi cuerpo y mi espíritu, podían despertar en él. Me sentí poderosa, increíblemente poderosa. Era la única en el mundo capaz de doblegar al hombre que ante mi se hallaba. Era la única que podía arrancarle el corazón a mordiscos sin levantar el más mínimo aullido en contra. Era dueña de su alma y eso me provocaba un placer inmenso.

Y ahora quizás sí conseguí mostrar una sonrisa de suficiencia.

Él se acercó a mi, lentamente. Su pecho medio desnudo, cubierto con un fino chaleco, preparado para el calor del desierto. Levantó llagas que creía cicatrizadas. Alargué mis manos hacia él. Quería tocarle, sujetarle entre mis brazos y no volver a soltarle. Olvidar las peleas, la guerra, las diferencias. No quería que me abandonase de nuevo, porque siempre que venía, traía consigo mi corazón y mi alma. La basta arena del desierto que era mi tienda se me tornó fría comparada con la temperatura que estaba alcanzando mi pecho, sólo de imaginarlo más cerca. Un paso más cerca. Un paso más.

Llegó. Al fin llegó frente a mi. Le cogí delicadamente del cuello, rodeandole con mis brazos, colgada de ese modo que tan familiar me parecía y que hacía tanto tiempo atrás. Sentí como sus manos me agarraban la cintura. Y así, nos fundimos en un abrazo eterno que me hubiera gustado que durase una eternidad más.

Nuestros pulsos se aceleraron, encontrándose juntos en un conflicto; mi corazón comenzó a correr desbocado hacia ninguna parte, mientras escuchaba los latidos del suyo, tan hermoso. Nada comparado con el mío, corrompido hacía ya mucho por las ansias de poder. Su corazón, tan rítmico, acunandome en su bella canción, arropándome en su calor. Lo había olvidado todo.

Pensaba que cuando le viese, le arrancaría el corazón con mis propias manos sin titubear ni un instante. Por el contrario, y sin haberlo previsto, ahí estaba yo, abrazándole con ansias y con amor, con pasión, deseando que me poseyera, una vez más entre tantas otras noches, con el rugido de las tormentas de arena amenazando fuera. Lo había olvidado todo. Había olvidado lo que era sentir amor por alguien, hasta desear estar muerta.

-Te he echado de menos - le dije en un susurro que sólo él podría haber oído; un pensamiento en voz alta, disparado por el olor de su piel... a fuego, a arena, a calor...

Todo parecía haberse detenido. El Dios del Tiempo parecía haber oído mi súplica y había decidido concedernos un tiempo extra antes del amanecer. Concederme una pequeña eternidad más.

No obtuve respuesta a aquel susurro, por lo menos, no la que yo esperaba.

Me soltó la cintura con suavidad, como si yo fuera lo más delicado del mundo y al dejarme libre, temiese que me rompiera. Lo hizo acariciándome la piel, que dejó carcas de fuego por donde él la rozó, quemándome bajo los huesos. Comenzó a subir, empezando por mis manos. Llegó hasta mi cuello y sus manos se enredaron en mi pelo. Inclinó la cabeza hacia mí, apretó sus cálidos labios contra los míos en un movimiento lento, tranquilo y electrizante.

Me rendí ante el deseo. Como si todavía no fuera suya. Quería que se inclinase otra vez sobre mi e intenté moverlo hacia la cama, donde tantas otras noches nos habíamos rendido el uno al otro. Pero algo en él no quería hacerlo. Algo en él, no se movió.

No eran buenas noticias lo que me transmitían aquellos movimientos de sus dulces labios, y lo comprendía cuando ya era demasiado tarde. Sabían a despedida, sabían al entrego de todo su amor, a tristeza y sobre todo, sobre todo sabían a traición. Noté cómo una de sus manos se desprendía de mi cuello, pero no me importó demasiado. Por fin estaba con él y no me importaba el resultado. Estaba cansada de luchar. ¿Qué otra cosa podría haber merecido más mi atención que su figura, que su rendición? Aunque supiera tanto a traición.

Aunque claro, en aquel momento tenía la mente nublada, estaba demasiado distraída como para saber por qué lo había hecho. En realidad lo tenía todo planeado. Tenía una estrategia y yo formaba parte tan sólo de un plan. Del plan que ellos habían trazado para él.

Lo comprendí desde el principio, pero quise creer que era una de esas miradas de siempre, que nos conducirían a abandonarnos de nuevo. Sin embargo, el atisbo real llegó demasiado tarde, cuando el frío metal había atravesado ya mi corazón, haciendo crujir las costillas. Su mano se encontraba fija en el puñal y sus labios aún besándome, tan cálidamente, como si no hubiera pasado nada en aquel triste momento.

Caí rendida a sus pies, sobre la arena, manchándola con mi sangre. Me rendí ante sus brazos, con los ojos muy abiertos, pero sin querer despegarme de él. La negrura empezaba a inundarme... perdía cada uno de mis sentidos. Poco a poco, al igual que mi sangre iba abandonado en interior de mi cuerpo, yo desaparecía. Y recuerdo que lo único de lo que podía preocuparme, era de no separarme de él.

-Te quiero - pude oír la voz que salía de sus labios. ¿Por qué había dejado de besarme? Una voz vacía, triste y sin esperanza.

Notaba como sus brazos me estrechaban entre su pecho y sus lágrimas resbalaban desde sus mejillas hasta mi cara. Cada vez menos consciente de todo y ensombreciendo mi mente con un plan que conforme pasaba el tiempo entendía menos y que sin embargo, en algún momento vi lógico.Sólo era consciente ya de sus brazos, que me acunaban en un dulce compás, de su pecho sollozando y de aquellas dos palabras que aún ronroneaban en mi oído como un bálsamo de paz.

Y eso fue lo último que oí antes de desaparecer en la eterna negrura, contemplando su rostro cálido por última vez. El rostro de mis sueños.

Me había traicionado por última vez. La primera me abandonó para luchar contra el ejército que habíamos levantado juntos. La segunda fue para parar lo que un día, él me hizo sentir de nuevo. Mi corazón.

Me alegra saber que ese último gesto, acabaría con él para siempre. Un puñal que nos mató a los dos. Y creo que ese consuelo, me hizo sonreír. Yo también le había matado a él.

martes, 16 de agosto de 2016

El mayor error de tu vida (de 2010)

Comentario previo de la señora Ex-Carmen(A)tada.

Diré que ha sido modificada (bastante) para adaptarla a los días que corren.

Una vez más, me sorprende lo que se puede repetir el pasado.

Y me doy cuenta de lo inocente que era entonces, cuando unos sentimientos se olvidaban en dos meses.

El mayor error de tu vida.

Cuando parece que ya no estás.

Cuando parece que ya no duele.

Cuando parece que ya todo ha vuelto a la normalidad y que ya puedo mirar a las estrellas sin llorar, apareces, de nuevo. Porque te busco. Porque intentas recordarme.

Vueles a irrumpir inevitablemente, sin llamar a la puerta, pidiendo disculpas por el ruido. Y lo peor de todo es que lo estaba esperando. Lo peor de todo, es que lo deseaba todos los días, deseaba algo así. Una carta, una palabra... "Te quiero guapa; no te mereces esto".

Pero debo elegir. Y no puedo, mi amor. No puedo elegirte a ti porque no estás tan cerca de mí como él (porque ni siquiera estás), ni puedo elegirle a él, porque simplemente, él no es tú, porque no es al que amo realmente (porque él lo sabe y me aleja).

Pero él me quiere, mi amor. Me quiere a su modo. Se arrepiente y le duele. O eso me esfuerzo en creer, en mi mundo de fantasía (que siempre fue más cómodo que la realidad). Y tu también ¿no, mi amor? Al menos hace algún tiempo lo juraste. Hace lo que parece siglos. Y yo te quiero tanto...

¿Dejo que pase el tiempo y que si, maldito de él, no me hace olvidar que al menos ya no duela? Que respirar no sea ese puñal en el pecho. Pero mi amor, es tan difícil mirar a las estrellas sin recordarte... es tan difícil pasar una noche sin pensar en ti... y me gustaba mirar las estrellas.

¿Estaría mal, mi amor, intentar enamorarme de él? Perderme como me perdí contigo, aunque luego me dé la espalda, aunque luego finja que no me conoce, aunque luego no le importe herirme por miedo a no ser herido primero

¿Estaría mal olvidarte siendo que me quieres o que quizás un día me quisiste? Que tantas promesas se olviden, sin una justificación razonable: sólo orgullo.

¿Para quién es más injusta la vida si yo permanezco dividida en dos, mi amor? ¿Quién de nosotros tres se aprovecharía más? ¿Quién de los tres sufriría más en silencio?

No puedo mantenerme en una ilusión, no puedo permanecer esperando hasta que llegue el día en el que nos encontremos, en el que podamos cumplir nuestro sueño, o el que un día fue el nuestro. No puedo permanecer en una ilusión ¿Pero debo hacerlo, mi amor? ¿Por mi? ¿Por ti? ¿Por él? ¿A quién traicionaría más profundamente si tu y yo nos juramos amor eterno?

No puedo continuar besando unos labios a los que no amo tanto como los tuyos; Pero son la mejor medicina que encontré para contrarrestar mi soledad. Y con mal uso, cualquier medicina se convierte en droga. Lo sabes, ¿no, mi amor? Los momentos de descanso son los que él me abraza.

Estaba convencida de que con esto no hacía daño a nadie. Después de todo, solo tu me querías. Él se encontraba en la misma situación que yo. Y posiblemente siga en esa situación y yo sólo esté teniendo fantasías, delirios. Pero con el amor no se juega, y una vez más, he llegado tarde para darme cuenta. La niña que nunca aprende.

¿Cómo voy a seguir con esta farsa tan bien elaborada? Si todavía hay fuegos encendidos en mi pecho por tu mano, con lo que podría forjar cualquier metal; cuando él sólo es la brisa que lo templa. ¿Dónde queda el trabajo mejor realizado? Como si lo uno sin lo otro fuese un trabajo concluso.

¿Debo seguir con él, mi amor? ¿Qué me dices? Es cierto que le quiero, que me despierta ese palpitar que juré enterrar para siempre. Y quiero que así se quede aunque me duela estar descorazonada. En cierto modo, es el único que me hace olvidarte. Y como buena medicina, se está convirtiendo en mi droga y en mi sustento. ¿Qué pasa si esta vez puede de nuevo el orgullo?

¿No es cruel, mi amor?

¿No es injusto, mi amor?

¿Qué tengo yo, una simple mujer sin terminar de construir para que dos seres tan maravillosos se fijen en mi? Aunque uno ya me haya olvidado, mi amor, y el otro se esfuerce en hacer que no me conoce. Pero no solo os habéis fijado, mi amor, habéis cometido el mayor error de vuestra vida. Os habéis enamorado (o un día así lo juraste) de alguien que jamás podrá ser perfecta. De promesas vacías que ahora quedan guardados al fondo de un cajón de ropa que nunca me pongo. De recuerdos pasados que jamás se recuperarán, porque en su día cerré el candado y eché la llave al mar. De pesadillas que me perseguirán, atormentándome eternamente por el error que repararía.

Y sin embargo, sólo él hace que mi sueño guarde una respiración tranquila. Respiración que tú me robaste.

¡Oh! mi amor, mi amor, cuanto me gustaría abrazarte, besarte, cuanto me gustaría poder tocarte, mi amor, susurrarte al oído todas aquellas promesas, recuperar lo que un día fue nuestra vida. Y sé que no puedo. Lo peor de todo, es que sé que no puedo. Porque ya no estás, porque te empujé lejos y decidiste dar media vuelta.

¿Por qué habréis cometido semejante error? Encender un corazón que nació roto ¿Por qué decidiste caer, mi amor? Si luego tenías pensado abandonarme ¿Qué tengo yo que pueda hacerte tiritar aún cuando hace calor?

Has cometido el mayor error de tu vida, mi amor. Dar vida a algo que no puedes matar. Dejarme moribunda para siempre.

miércoles, 10 de agosto de 2016

¿Quiénes fuimos en otra vida? (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada:


Iría a mi yo del pasado y le pegaría dos bofetadas. Podría decirlo más alto; pero no más claro.

No sólo hablo de la forma de narrar la historia, que ha evolucionado considerablemente: en metáforas y quizás en estilo (eso debería juzgarlo alguien que entendiese de verdad en estas cosas).

También me doy cuenta de lo niña que fui (pero mucho), y me doy cuenta de que todo esto me ha hecho ser la que soy y llegar a donde soy: a esta mujer de hielo a la que ya poco afecta durante demasiado tiempo. Quizás no es resignación y es que me han salido demasiados callos en la piel para no sentir los golpes.

Me veo tan chiquilla cuando reescribo estas cosas...

Y me avergüenza decir que tenía ya 16 años.

No digo que aquello fuese una mentira. Pero no era real.

¿Quiénes fuimos en otra vida?


¿Por qué?

Aún no sé por qué nos conocimos o cómo lo llegamos a hacer. ¿Acaso importa? No. Al fin tengo algo en común con alguien y me encanta.

Pero, aunque te quiero, y no dudes ni un momento que lo hago, no puedo hacer otra cosa que recordar que jamás te he visto. No he podido averiguar cómo hueles, o cómo son tus ojos cuando brillan de emoción o pura felicidad, puede que nunca pueda acariciar tu piel o tocar tu pelo, que jamás juegue un uno contra uno en baloncesto.

Esto sería un problema grave si me importase tan sólo un poco más de lo que ya me duele. Claro que no estoy bien, y me gustaría poder abrazarte alguna vez, poder besarte, o simplemente, ver que la distancia que nos separase fuera tan sólo cinco centímetros...

Algún día, si tenemos fuerzas para llegar, puede que nos veamos y que así uno de mis sueños se haga realidad. Un precioso sueño.

Te siento tan cerca cuando hablas conmigo... es simplemente mágico. Es como una adicción que no puedo dejar, pues por mucho que quiera olvidarme, siempre que te veo en la pantalla de mi ordenador, no puedo evitar la tentación de hablar contigo.

No creas que eres el primero que me hace sentir así. Entonces mentiría. Pero sí que puedes creerte, a ciencia cierta, que eres por el que más he sentido nunca a pesar de que "no sé quién eres", pues nunca te he visto en persona y tú jamás me has visto a mi.

Me gustaría tan sólo eso: que pudieses verme para que vieras cuánto sonrío cuando me preguntas qué significa algo. Me gustaría que vieses cómo lloro cuando mencionas lo especial que soy para ti. Me gustaría que comprobases cómo te quiero.

Podría seguir escribiendo un montón de cosas más, pero seguramente lo sabes todo, o deberías saberlo ya.

Maldigo a cupido porque de entre todos los mortales del mundo, tuvo que elegirte a ti. ¿Por qué? He tenido que enamorarme de alguien que vive al otro lado del océano, que obviamente no puedo cruzar a nado. Y a pesar de ese pequeño charco... ya te conozco más que a muchos de los que viven a unos metros de mi.

¿Qué hicimos en otra vida para merecer esto?

Es una historia triste y a la vez hermosa. Me tienes a tu disposición, pero puede que jamás llegues a tocarme.

Besos. No olvides que te quiero.

miércoles, 29 de junio de 2016

Indecisa (de 2009).

Comentario previo de la Señor Ex-Carmen(A)tada.


Para empezar, se nota que es de esos años porque todavía el WhatsApp a nuestras vidas.

También se nota por la forma de escribir (espero) que yo noto mucho menos pulida, más simple o con menos giro. No sabría cómo decirlo.

No recuerdo a quién iba este texto dedicado (o incluso si se lo llegué a dedicar a alguien), pero me resulta curioso (a la par que alarmante) el eterno bucle que es mi vida. ¿En serio? ¿Después de tantos años te ves una y otra vez en la misma situación, Señora Ex-Carmen(A)tada? ¿En serio?

Sigo en la misma encrucijada: ¿hasta dónde estoy dispuesta a llegar? Esta vez... ¿agacharé la cabeza o romperé con todo lo que tendría que ser para mi?

Indecisa.


Y verdaderamente, no sé qué hacer.

Hoy hablamos por msn, otra vez, como tantos otros días. Me encanta hablar contigo, después de todo, me escuchas y me das consejos, me animas y apoyas. En poco tiempo, te has convertido en más que un amigo.

Pero eso ha sido hoy.

Ahora, tumbada en la cama, recapacito sobre todo lo que me has dicho; pero no consigo saber, aún a estas alturas, si es cierto o es tan solo parte de un juego en el que yo no me he leído las normas.

Mañana, sé que cuando te vea por los pasillos del instituto, volveré a derretirme cuando me sonrías, o cuando alces la mano tímidamente para saludarme desde lo lejos.

También sé lo que haré yo. Me dedicaré a agachar la cabeza, o a apartarla de tu mirada, porque me da miedo el no tenerte. Porque... sí, me enteré de que tenías novia, y ahora, después de preguntarte, sé cuánto la quieres.

¿Qué voy a hacer yo? Engancharme a tu mirada, a tu sonrisa o a tu voz, como si de una droga se tratase, para que luego, me digas que no puedo tomar de ella. Esa historia ya me la contaron. Y la desintoxicación es horrible.

Lo sé. Siempre hago eso. Es el masoquismo que hay en mi interior, que me incita a soñar con cosas que están prohibidas, fuera de mi alcance, que nunca serán mías. Cosas difíciles de obtener que jamás saborearé.

Pero bueno, sé que hoy me costará dormir, porque mañana tengo que decidirme entre decirte hola o agachar la cabeza como hago siempre.

Estoy harta de llegar siempre en segundo lugar.

Pero sigo teniendo miedo al rechazo.

martes, 28 de junio de 2016

Aquella maldita Canción. Tercera parte: Explicaciones.

Alguien llamó a mi puerta una semana después de que ella se marchase. Mi vida, aún no había comenzado. Seguía estancada en los recuerdos. Cuando abrí la puerta, su padre estaba delante, como una ilusión, como un sueño o más bien una pesadilla. Ella se había ido con él. ¿Cómo podía estar su padre y no venir ella? Tenia ganas de gritarle, de pegarle y de cerrarle la puerta en las narices. Sin embargo, algo secreto me empujó a invitarle a pasar.

-No sé como decirte esto… – agachó la cabeza apesadumbrado. Parecía que las lágrimas luchaban por salir y él hacía un gran esfuerzo en contenerlas.

Le pregunté si quería algo de beber y fui a servirle una cerveza de la cocina cuando me la pidió. Cuando regresé, había un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta en uno de esos papeles marrones que reparten en correos. Llevaba su letra, arriba del todo, con un permanente negro. Su firma, su firma y esa carita que solía ponerme en todas las cartas…

Comencé a llorar. Tenía diecisiete años y por una vez, no me importó llorar delante de alguien más.

-Supongo que esta es la mejor explicación que puedo darte – se levantó y se marchó, sin siquiera abrir la cerveza, sin esperar a que me despidiese… Simplemente, cogió la puerta y se fue.

Yo caí rendido en el sofá. Me hundí en él. Atónito, dolido, esperanzado... Abrí el paquete. Efectivamente, era una caja de zapatos, era la caja de unos zapatos que le regalé para el único cumpleaños que pasé con ella. Y ahora me los devolvía. Mi llanto aumentó. ¿Qué había hecho mal? ¿Tanto había llegado a odiarme que no pudo decirme la verdad?

Quité la tapa, con enfado. Dentro, pude ver todas las cartas que le había escrito durante todo el verano: cuando se fue una semana a París con su padre, la que le escribí cuando me fui yo la semana siguiente a esquiar a los Alpes… y el resto de todas ellas. Conté trece. Al menos, ella se había quedado con una: con la primera que le escribí en la que confesaba que quería estar con ella el resto de mi vida, en la que le confesaba mi amor incondicional, en la que suplicaba que me convirtiese en príncipe después de toda una vida siendo un sapo… Al menos esa, se la había quedado.

También había un montón de fotos. Suyas, mías, de los dos juntos, la que nos hicimos comiendo con su padre  y la que nos hicimos con toda mi familia. En todas salía sonriendo, con su pelo ondeando el viento en algunas, en otras cogiéndome la mano, pero en todas sonreía.

Y debajo de todo eso, debajo de todo ese dolor de cartas y de fotos, había una cinta de vídeo. Creía que ya no podía esperar nada más de aquella chica, me daba una cinta. La inserté en el vídeo y encendí la tele. Cuando le di al play, ella inundaba la televisión, y me hablaba. Me hablaba directamente a mí.

-Hola.

Me saludó con la mano y esa espléndida sonrisa. Estaba en lo que parecía un hospital. Si, sin duda era un hospital. Ya no tenía pelo. Su cabeza estaba sin pelo y sus ojos, ya no brillaban, estaba llena de ojeras y sin embargo, me seguía pareciendo más bella que cualquier otra.

-Siento haberme ido sin ningún tipo de explicación. El Doctor Núñez me ha echado la bronca ¡No veas cómo se ha puesto! Y, después de todo, ahora creo que te debo una explicación. Ya sabes… Los mayores siempre tienen razón – puso los ojos en blanco mientras lanzaba un bufido al aire, aún con la sonrisa.

Pero, de repente, su sonrisa desapareció, como si nunca hubiese tenido una.

-Lamento no habértelo comentado. ¿Sabes que me encantaba la película de “Un paseo para recordar” y que la veíamos siempre a pesar de que a ti te pareciese una soberana estupidez? Es el momento de explicarte por qué la veía. Esa, podría haber sido perfectamente nuestra historia. Tú, eres mi Landon y yo habría querido ser por más tiempo tu Jaimie. Por si no lo entiendes aún, me estoy muriendo. Tengo una enfermedad que no se puede curar.

Y su sonrisa regresó. Ahora que ya me había dicho lo que le pasaba, volvió a ser ella. Yo no podía creer lo que estaba oyendo. Debía ser una broma para que ella no se sintiese tan culpable por haberme olvidado tan rápido.

-El Doctor Núñez ya me ha dicho que no hay remedio. Por eso he decidido hacerte esta caja y este vídeo. Al menos así, recibes una explicación razonable, aunque si la has visto, es porque ya no puedo darte yo la explicación en persona. No sabes cuanto lo siento. En fin, ¿sabes de qué me di cuenta cuando estaba viendo las fotos de nuevo? Cógelas, a ver si te das cuenta. ¡Vamos, cógelas!

Le hice caso y sujeté las ocho fotos que me había dejado dentro.

-Seguramente no te has dado cuenta porque aún sigues mirándome, pero lo mismo que lo haces ahora, si desplazas tus ojitos un poco, verás que en todas, sales clavándome esa mirada llena de amor. No hay ni una sola, en la que te fijes en el objetivo.

Vi como una lágrima, lentamente resbalaba sobre su rostro, aún sonriente. ¿Cómo podría haber apartado la mirada de ella? Y más cuando sabía que para la foto iba a sonreír.

-Y me gustaría darte una última explicación. No sé si te habrás dado cuenta, pero falta una carta. La primera que me escribiste. Me la he guardado conmigo.

La agitó sobre la cámara para demostrarme que aún la tenía.

-Y se quedará conmigo para siempre, porque he pedido que me incineren con ella. Espero que no te importe, pero prefiero tener un pedazo de ti tan bonito como este descansando junto a mí para siempre.

Hubo un silencio enorme, en el que comenzó a llorar ya sin consuelo.

-¿Sabes? Es la tercera vez que grabamos la cinta y es porque siempre me pongo a llorar en esta parte. Pero ya he desistido de repetirla. Estoy cansada de decirte lo mismo como si en vez de sentirlo, sólo estuviese leyendo un papel. Recuerda esto último: yo te estaré viendo desde arriba y como no te olvides de mí y hagas tu vida como si no me conocieses, bajaré solo para darte una colleja y hacer que entres en razón. Lo cierto es que no quiero que recuerdes eso. Lo que quería decirte, es que te quiero y siempre te querré. Lo bueno de todo esto es que nuestro amor siempre será eterno, ¿no?


Me mandó un beso con la mano y la cinta se acabó. Al menos ahora sabía que ella me quería y que lo único que había pretendido era no hacerme daño. No pude hacer otra cosa que sonreír durante el resto del día. No iba a olvidarle jamás, pero también sabía ahora, que ella no regresaría nunca para darme esa colleja que bien dispuesto estaba a recibir con tal de estar cerca de ella.

lunes, 27 de junio de 2016

Aquella maldita canción. Segunda parte: Ella.

Nunca había imaginado que esto pudiese pasarme a mi. Una historia de amor tan bonita. Es increíble que me haya tenido que tocar a mí precisamente, como si hubiera habido un sorteo secreto en el que ni siquiera he comprado el boleto. ¿No podría sucederle a otra?

Pero no existen finales felices para los que no son actores. Para aquellos que quedan fuera del escenario, no hay más que lágrimas y luchas constantes por algo que, antes o después, desaparecerá. Un final tan amargo... Como aquellos que pueden leerse en los grandes dramas clásicos de la literatura. Acabo de comprobar que es posible.

"-Tengo que irme. A mi padre lo trasladan a otro lugar y he de ir con él".

Mentí. No había cambiado de trabajo, pero no podía decirle lo que realmente estaba sucediendo. Tenía que creer que iba a seguir viva. No podía hacer que él sufriese de aquella manera tan terrible. La posibilidad de soñar que yo estría lejos era mucho más esperanzadora que la de que jamás volvería a verme.

Después de todo, le quiero demasiado.

"-¿No puedes quedarte?".

Noté como una lágrima se abría paso por mi rostro. Era la pregunta que tantas veces había deseado que me hiciera y que a la vez jamás pronunciase. Eran las palabras que había soñado, que harían que todo cambiase, que me quedase y viviese feliz. Como en esas películas que digo. Que él me agarrase y no me dejase escapar jamás, incluso haciéndome daño al agarrarme, si era necesario, sólo para que no desapareciese de su lado.

Pero no podía quedarme con él. Debía irme lo antes posible, después de todo, no quería que él tuviese que morir, o que me viese sufrir. No quería que esa fuese la última imagen que le quedase de mí. Quería que me recordase tal como estaba antes de llegar aquí.

Suspiré. Claro que no podía quedarme.

"-Soy lo único que le queda".

Y dentro de poco, ni siquiera le va a quedar eso. ¿Me equivoco?

"-Y tú eres lo único que tengo".

Quizás hubiese sido mejor decírselo todo, explicárselo y que él me hubiese hecho feliz el poco tiempo que nos hubiera quedado a los dos juntos. Quizás hubiese sido mejor dejarse acurrucar cuando ya nada más se hubiese podido hacer. Pero eso sólo sucede en las grandes películas de amor, como la de “Un paseo para recordar”, donde él es capaz de hacer cualquier cosa por ella.

Pero no. Debía encontrar una cura, algo que me hubiese podido devolver a su vida. Una mínima esperanza había anidado en mi pecho, pero no hubiese podido permitirme el lujo de hacer sufrir al ser que más quiero en este mundo, porque cuando las esperanzas se rompen, el corazón se parte con ellas. No. Yo no soy la protagonista de una de esas historias, ni él es el caballero que puede conseguir que todo cambie cuando mata al dragón. El dragón que me custodia, es invencible.

Lloraba ya desconsolada, viendo el proceso acelerado y sintiéndome morir en aquel mismo instante en el que él me besó por última vez. Fue un adiós hermoso, lo reconozco. Lo único que lamento es que fuese precisamente un adiós. Un hasta luego habría estado muchísimo mejor.

Si el sol pudiese llorar, seguro que lo habría hecho, perdón por la metáfora, pero creo que puedo permitirme éste tipo de licencias. Después de todo, formamos una imagen conmovedora. Ahí, tumbados en la cama de lo que fue mi habitación, abrazados, besándonos como si realmente no fuese a alejarme de él, como si intentase meterme dentro de su piel para que no pudiese marcharme. Recuerdo el sudor que perlaba su frente, una mezcla de nervios y dolor por saber lo que vendría luego. Sin duda, el sol hubiese llorado, quizás de celos, quizás de dolor, o simplemente de compresión. Le amo y por eso, ahora mismo estoy aquí.

Mi vida ya se ha terminado, está claro que no voy a durar mucho más aquí. Pero espero que él sea capaz de seguir, que llegue a casa y tenga a alguien que le quiera y que no le deje pasar frío en invierno, alguien que le acaricie cuando esté triste y alguien que sepa hacerle reír, o al menos, sonreír. Yo le hacía reír mucho ¿sabe? Me encanta su sonrisa. Y sin embargo, la última vez que lo vi, creía que moriría conmigo. Le he hecho mucho daño, pero no era mi intención. De cualquier otro modo, el daño habría sido mayor.

Después de todo, usted mejor que nadie, sabe que lo he intentado todo.


MEDIA HORA ANTES.

-¿Voy a morirme, doctor?

-Me temo que sí. Ya no podemos hacer nada más. Podemos intentar una operación… pero no servirá de nada.

-Bueno. Me hubiese  gustado verle una vez más.

-¿A quién?

-A él, por supuesto. Es una historia muy larga.


-Tranquila. Tengo algo de tiempo.

jueves, 9 de junio de 2016

Aquella maldita Canción. Primera parte: Él.

Me encontraba rodeado de gente que todavía no me había dado tiempo a conocer. Supongo que eso es lo que suele pasar cuando tu nuevo jefe, te invita a una fiesta de trabajo a pesar de que ni siquiera has completado la primera semana. No sé ni siquiera por qué se le ocurrió invitarme personalmente. Supongo que es un tema de esos de "empresa familiar".

Igual es uno de esos jefes que luego presumen delante de otros empresarios sobre que toda su plantilla está en marcación rápida de su teléfono.

Nada más entrar, lo primero que hicieron, fue entregarme una copa de lo que parecía un margarita, con su aceituna y su sombrillita azul incluidas. La acepté, de todas formas, no iba a venirme mal para quitarme esa vergüenza del primer contacto.

Lo siguiente, sólo fueron saludos y felicitaciones por parte de mis nuevos compañeros por haber entrado en tan fantástico empleo como es el de la publicidad. Pero conforme iban pasando los minutos, yo me sentía más desencajado, cada vez pintaba menos, como en esas fiestas en las que lo único que puedes hacer es observar cómo compañeros de toda la vida disfrutan, mientras tú, amargado, te sientas en el sofá a terminarte tu copa, como cuando en una fiesta de instituto invitan al marginado para meterse con él y por un golpe de suerte, se olvidan de que existe. En el fondo, no debería despreciar mi suerte.

La gente se desmadraba, los hombres se aflojaban las corbatas y se desabrochaban los primeros botones de la camisa y las mujeres se descalzaban y comenzaban a insinuarse a los guapos y solteros. Y yo, era el nuevo que no podía hacer nada de eso, aparte de sonreír cuando me tendían una nueva copa y agradecer el gesto de “haberse acordado de mí, sin meterse conmigo”.

Aburrido, me levanté de aquel sofá de cuero y me puse a explorar cada habitación, buscando una liberación de aquel lugar que a mí me parecía tan terrible y que sin embargo, parecía ser el mejor lugar del mundo en el que uno pudiera estar.

Quería hacer algo, daba igual: interesante o no. Sólo quería ocupar mi mente en algo. No lo encontré, pero decidí quedarme sentado en una de esas habitaciones, a la espera de que pasase la fiesta… o de que el alcohol que ya me había tomado, hiciese su efecto, pudiese desembarazarme de la apatía y liarla tanto como el que más, esperando que al día siguiente no tuviese un mote ridículo en la oficina.

Ninguna de las dos pasó cuando aquella canción me trasportó, alejándome del bullicio de la fiesta, que aún a través de la puerta cerrada, alcanzaba a oírse.


Sabía perfectamente qué canción era: “Can’t smile without you” de Barry Manilow. Es una de esas canciones románticas que pocas veces suelen gustarme. Pero aquella, era especial, aquella tenía un significado distinto que hacía que resultase más especial que las demás, la única especial.

Por esa canción, volví a recordar la primera vez que la vi, con su pelo rojo y sus ojos verdes, la primera vez que oí su voz, delicada al pedirme disculpas cuando se chocó conmigo en medio del pasillo del instituto, el olor de aquel perfume que alguien le había regalado, la primera vez que la besé en aquella fiesta de fin de curso, con esa misma canción de fondo, con esos pasos de baile entrecortados por la timidez. La primera vez de toda nuestra historia.

Y como esos eslabones de una cadena que siempre aprieta más fuerte de lo que te gustaría, también tuve que recordar la última vez que nos vimos, la tarde más amarga que jamás creí que viviría.

“-Tengo que irme. A mi padre le trasladan a otro lugar y he de ir con él.
-¿No puedes quedarte?
-Soy lo único que le queda.
-Y tú eres lo único que tengo.”

Recordé sus amargas lágrimas mientras el pelo, mecido por el viento que llegaba a entrar de nuevo por la ventana, iba tapándole la cara. Recordé mis súplicas en vano, mis lamentables súplicas que de nada sirvieron. La decisión estaba tomada y con ello, sólo conseguimos sufrir más que con un simple adiós. Si yo le hubiese dicho “no te quiero tanto”. Si me hubiera convencido de ello… Pero era imposible.

Recordé cómo la besé como si no fuese a alejarse de mí, sino que realmente fuese a morirse ahí mismo, en mis brazos si yo no le daba mi oxígeno. Con nuestras lenguas cruzadas en un mudo deseo que ninguno de los dos se atrevió a decir, con aquellos sentimientos inevitables. Era todo lo que tenía en mi mente, en mi vida.

Recordé el suave contacto de su piel conforme la iba desnudando, en su silencio, en sus suspiros, admiré su cuerpo por primera y última vez, deseando que no se cumpliese lo que precisamente, terminó cumpliéndose. Recordé sus caricias sobre mi también desnuda piel, sus palabras de amor, cómo pronunciaba mi nombre una y otra vez y cómo sus ojos me llamaban amor, sus fieles promesas… Un amor eterno, incondicional, sincero. Infinito.

Recordé ese trágico día. El más feliz de mi vida y por el único que ahora mismo, desearía estar muerto. Haber quedado allí con ella para siempre, abrazados.

Aún cuando la canción terminó, aún cuando la fiesta finalizó, las imágenes seguían persiguiéndome, acosándome en la oscuridad o en la luz, indiferentes al terreno de las pesadillas, al de la realidad. Seguía recordando su nombre, su olor, sus brillantes ojos, su dulce voz, su forma de acariciarme, cómo me hizo sentir… un niño y un hombre al mismo tiempo.

Cuando por fin llegué a casa, mi esposa se encontraba esperándome, despierta, a pesar del sueño que tenía, a pesar de que yo le había dicho todo lo contrario, ella había permanecido despierta hasta ahora, con una gran sonrisa en los labios de ternura y cariño, sólo para acompañarme hasta la cama en la que los dos caeríamos rendidos antes de poder hacer nada, antes incluso, de poder intercambiar un beso o una palabra.

Al verme entrar por la puerta, me abrazó con cariño. La quería y era feliz con ella, junto a ella y junto a mis hijos: mi familia, pero… nunca, desde aquella tarde, desde aquel último día que ya quedaba demasiado lejos, me he dormido sin pensar en el rostro de la única mujer a la que le entregué mi corazón y a la única que amaré con todo mí ser.

Y siempre, en el sopor de la noche, el último recuerdo, es para ella. Cuando mi mente fatigada desea rendirse al sueño… es siempre ella.

“Adiós. Siempre te amaré.”

Y me despido de su rostro una noche más, sabiendo que la noche siguiente, volveremos a encontrarnos en lo que deben ser tan solo recuerdos.

miércoles, 1 de junio de 2016

Te lo mereces (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.


La verdad es que siempre me he sentido muy culpable por todo. Creo que soy una de esas personas que actúa y luego piensa (antes más). Siempre me he intentado justificar en que "no te preocupes, yo acepto las consecuencias". Y con el paso del tiempo, me lo he repetido tantas vece que casi suena real.

No, en parte es cierto. Con los años he aprendido a ser más lista. Sin embargo, estas cosas siguen pesando a mis espaldas. No sé el momento exacto en el que escribí esto, ni a las personas a las que iban dirigidas mis "disculpas", pero puedo imaginarme la situación a la perfección, básicamente porque es la de siempre.

Qué le vamos a hacer. Seguiré pidiendo disculpas e intentaré prometerme a mí misma, que la próxima vez me lo pensaré u poco mejor. Aunque, una vez más, el resultado sea el mismo.


Te lo mereces.


Cuando creas que todo va bien... No te preocupes, seguro que te has olvidado de algo importante.

Cuando las heridas de tus rodillas ya hayan cicatrizado desde la última caída... No te preocupes, volverás a caer al suelo y te levantarás la piel.

Cuando pienses que hay una persona en tu vida que de verdad te aprecia... No te preocupes, llegará el momento en el que te clave el puñal por la espalda, justo en el lugar en el que él sabía que no podrías arrancarlo jamás.

Cuando sientas que tu corazón late de felicidad... No te preocupes, volverá a latir esa sangre negra de nuevo.

Pues, al parecer, la humanidad es demasiado celosa, estúpida, egoísta e ingenua como para entender, como para respetar tu felicidad. Y ya se sabe lo que dicen: nunca nada dura eternamente.

No entienden que te guste vivir sin preocupaciones, porque están celosos de eso que tú tienes: la tranquilidad de creer que todo va bien. Ingenua...

No entienden que necesitas siempre el apoyo continuo de alguien para poder considerarte tú misma como persona, pensando que de otro modo, sería fallar a los demás y quedando congelada ante la infinidad de posibilidades que te invaden.

No entienden que las palabras no equivalen a las acciones, pero que las acciones tampoco equivalen a los sentimientos, ni piensan en que necesites algo oculto tras una gran máscara, para, a pesar de necesitar siempre el apoyo de una persona, seguir siendo tú misma sin perderte demasiado por el camino y los consejos.

No entienden que necesitas el latido de un corazón brillante para apartar el muro negro que envuelve el tuyo (de aquel puñal que una vez te clavaron en la espalda).

Pero quizás tú no entiendes que juegas con la gente. No entiendes que ellos también sufren por tu culpa. No entiendes que ellos también llevan su propio puñal en la espalda (y que puede que hayas sido tú quien se lo ha clavado). No entiendes que ellos te necesitaban y que les has ofrecido demasiadas esperanzas que luego, cruelmente, les arrebataste.

Por eso, no mereces estar así. Deberías estar peor. El castigo que se te inflige es magnánimo en comparación. Pues no juegas con muñecos, juegas con personas y te mereces todo aquello que griten sus labios destrozados y todo lo que sus extremidades doloridas te golpeen. Te mereces todas esas caídas al suelo, por cada una de las que le has procurado a todos tus juguetes... que no son más que personas. Por eso te mereces ese sufrimiento, para que tu corazón, tu cuerpo y tu mente, sientan esa traición que procuraste a tus juguetes... que te creían su princesa.

Por eso, te mereces mis malas palabras, que te destruirán tan lentamente. Pues tú, con tus acciones, has destrozado todos esos sueños que una vez susurraste al oído de alguien ingenuo que jamás recuperará las ganas de cerrar los ojos para imagina lo que con tanto "amor" le prometieron.

Así es como deben ser las cosas. Pues eso es lo único que te mereces. Tan sólo eso es lo que te mereces.

-Es cierto. Es lo único que me merezco.

martes, 24 de mayo de 2016

Para que nuestro espíritu baile hay que quitarle la vergüenza.

Lo estaba comentando hace tan solo un rato con uno de mis amigos.

Últimamente, me encuentro con una gran filosofía de "Akuna Matata", un claro "vive y deja vivir" y aunque todavía no me he puesto a devorar bichos, ¿quién sabe a dónde me llevará esto?

He aprendido que los que odian, seguirán odiando. Los idiotas, seguirán haciendo idioteces. Los malvados seguirán haciendo maldades. Da igual lo que intentes enseñarles y lo que intentes abrirles los ojos. Sus vidas seguirán siendo igual de miserables.

¿Por qué no hacer entonces exactamente lo que te apetece? Quien te aprecia, te seguirá queriendo, incluso más, una vez consiga verte feliz y liberado.

Últimamente, intento disfrutar y bailar, aunque haga mil veces el ridículo y todo el mundo me mire con cara de "se olvidó de tomar la pastilla, seguro", porque lo peor que puede pasar es que la gente que ya habla mal de mi, siga hablando mal de mi. ¿Y entonces qué más me da? Igual hay alguno por ahí que se anima a bailar la misma canción que yo.

He decidido hacer lo que me plazca, locuras como un niño; y así tendré algo que contar cuando sea vieja y mis nietos me pregunten, mientras los demás sólo pensarán en lo que podrían haber hecho mientras me ridiculizaban y criticaban.

Será que me siento como una estúpida muy feliz cuando bailo y hago el ridículo; y lo mejor de todo, es que hace tiempo que no me importa.

El día que me rinda y deje de hacer tonterías, como los niños, me habré convertido en esa gente a la que ya no quiero convencer de que su vida no vale si no tienen caprichos.

Y esta canción me lo recuerda siempre: el espíritu tiene que bailar.


sábado, 21 de mayo de 2016

El dolor de un recuerdo.

Nunca volverá a ser tan amargo el sentimiento, ni tan dicho, ni tan falso, ni tan real, pues ya sólo queda la sobra de lo que un día fue un rayo.

No hay más que despedidas en cada uno de mis recuerdos, de los momentos que compartimos. Y el pecho sigue doliendo, pero con una sonrisa de "lo que no pudo ser no fue", perdiendo los sueños y el futuro que un día luché por tener.

Y no volverá a ser tan duro, ni tan sencillo. El verte sólo me causará una amarga y gran sonrisa, de todo lo que fuimos, como una película que siempre te alegra ver, aunque necesites llorar cada vez que lo haces.

Ya no me importa la suerte, ni la muerte, porque en mi camino se juntaron una vez y conseguí superarlo.

Lo cierto es que el dolor de un recuerdo sigue siendo dolor, pero el mismo que se te queda en una cicatriz tras una herida mortal. No te duele, sólo recuerdas que una vez, hace tiempo, quizás mucho, quizás menos, el daño estuvo ahí. No es un dolor real, aunque duela. Ni será tan amargo, ni tan dicho, ni tan falso, ni tan real. Ya solo es una cicatriz, aunque el recuerdo de la herida siga doliendo.

domingo, 8 de mayo de 2016

martes, 26 de abril de 2016

Intentarlo

Quizás mi vida está llena de traumas gracias a mi aspecto. Quizás es sólo la tontería que necesito para justificar mis actos.

Cuando era niña, nunca me preocupé de mi aspecto. Me daba igual cómo fueran las demás chicas. Yo sabía lo que quería y lo tenía. No me importaba nada.

La cosa cambió cuando empezaron a gustarme los chicos. Me había quedado atrás. Gracias a mi forma de ser, de no preocuparme por mi aspecto, no le gustaba a ninguno de ellos. Pasé mi "adolescencia" siendo rechazada, siendo la amiga simpática que sirve para acercarse a la guapa. Y aunque comencé a esforzarme, parece que no lo hacía del modo correcto.

Llegó un momento en el que me dio igual todo. Decidí romper esa necesidad estética y volví a ser yo, con un grito fuerte de "a quien no le guste, que no mire". Recuperé mi felicidad y comencé a tener seguridad en mí misma. Mi personalidad cambió y ahora es parte de lo que soy.

Supongo que soy más afortunada que las demás. Por fin he conseguido gustar sin ser un envoltorio. Les gusta lo que tengo, lo que soy, lo que visto, lo que hago... El completo. He encontrado el equilibrio entre aparentar que me quiero y quererme de verdad.


Esta canción refleja a la perfección esa etapa de mi vida (muy corta, gracias a Dios) en la que intenté esforzarme por los demás en lugar de hacerlo por mí. Esa época en la que vestía de una forma "porque estaba de moda" y no porque me gustase a mí. Hoy en día puede que tenga muchos errores estéticos. La diferencia es que los llevo con una gran sonrisa en los labios. Y me gusto.

Sin embargo, ahora la evolución se está pasando al otro lado de la cuerda. Y el péndulo vuelve a golpear demasiado fuerte.

Me encuentro en una situación en la que ciertamente no quiero estar. No sabría por donde empezar a contar todo lo que me ronda por la cabeza y me bloquea. Por un lado, creo que le gusto a más gente de la que me gusta a mi y eso siempre es malo.

En primer lugar, gustarle a alguien al que no quieres corresponder es difícil, porque tienes dos opciones muy marcadas: dejar de ser quién eres para dejar de gustarle a esa persona o seguir siendo igual para que esa persona siga interesada en ti. ¿Cual de las dos trata de ser más justa?

No quiero pensar que soy dueña del mundo, pero también sé que veo más de lo que mis ojos pueden captar. Hace tiempo que dejé de ser tonta y aprendí a leer entre líneas.

Tampoco voy a negar que el hecho de que tantas personas se fijen en mi me desagrada. Sería de tontos decir eso. La atención nunca sobra. Sin embargo, sí que reconoceré que a menudo estas situaciones me incomodan y me desagradan, puesto que no sé cómo actuar y con los años, he derivado mi personalidad a ser lo más natural posible.

Por otra parte, ¿estaré pagando con la misma moneda a estas personas que con la que me pagaron a mí los chicos que me gustaban y que no se fijaban en mí? Me siento demasiado soberbia cuando decido que alguien no es para mí. Me siento demasiado déspota cuando elijo entre todos ellos a uno solo, porque me veo igual reflejada en lo que ellos son ahora y yo fui hace unos años.

Sé que no es una excusa. Menos aún un buen razonamiento.

Llevo tiempo "enamorada", la verdad. Me encanta morir de amor. He encontrado a una persona que, quizás no me completa como la que esperaba que sería mi pareja para siempre, pero sí me da una tranquilidad y una calma que nunca jamás habría podido esperar tener.

Pero supongo que le doy miedo porque le gusto a demasiada gente. Y yo me planteo: ¿eso para quén es justo?

Lo cierto es que este tema  es el último que ronda por mi cabeza y uno de los que no me puedo deshacer.

Igual es ingénuo esperar que me llueva una respuesta al plantearlo en este blog. Igual lo lee una persona que no debe hacerlo, lo malinterpreta alguien o qué se yo.

A menudo me siento bloqueada ante algunas situaciones. Me gustaría poder decirle que tengo tanto miedo como él, que estoy aterrorizada de que me pase lo mismo que le está sucediendo. Me gustaría decirle que todo saldrá bien porque todo cambiará.

Pero supongo que las cosas nunca cambian.

O sí, pero demasiado lento y siempre saliendo con otra situación problemática.

En realidad a igual.