martes, 26 de abril de 2016

Intentarlo

Quizás mi vida está llena de traumas gracias a mi aspecto. Quizás es sólo la tontería que necesito para justificar mis actos.

Cuando era niña, nunca me preocupé de mi aspecto. Me daba igual cómo fueran las demás chicas. Yo sabía lo que quería y lo tenía. No me importaba nada.

La cosa cambió cuando empezaron a gustarme los chicos. Me había quedado atrás. Gracias a mi forma de ser, de no preocuparme por mi aspecto, no le gustaba a ninguno de ellos. Pasé mi "adolescencia" siendo rechazada, siendo la amiga simpática que sirve para acercarse a la guapa. Y aunque comencé a esforzarme, parece que no lo hacía del modo correcto.

Llegó un momento en el que me dio igual todo. Decidí romper esa necesidad estética y volví a ser yo, con un grito fuerte de "a quien no le guste, que no mire". Recuperé mi felicidad y comencé a tener seguridad en mí misma. Mi personalidad cambió y ahora es parte de lo que soy.

Supongo que soy más afortunada que las demás. Por fin he conseguido gustar sin ser un envoltorio. Les gusta lo que tengo, lo que soy, lo que visto, lo que hago... El completo. He encontrado el equilibrio entre aparentar que me quiero y quererme de verdad.


Esta canción refleja a la perfección esa etapa de mi vida (muy corta, gracias a Dios) en la que intenté esforzarme por los demás en lugar de hacerlo por mí. Esa época en la que vestía de una forma "porque estaba de moda" y no porque me gustase a mí. Hoy en día puede que tenga muchos errores estéticos. La diferencia es que los llevo con una gran sonrisa en los labios. Y me gusto.

Sin embargo, ahora la evolución se está pasando al otro lado de la cuerda. Y el péndulo vuelve a golpear demasiado fuerte.

Me encuentro en una situación en la que ciertamente no quiero estar. No sabría por donde empezar a contar todo lo que me ronda por la cabeza y me bloquea. Por un lado, creo que le gusto a más gente de la que me gusta a mi y eso siempre es malo.

En primer lugar, gustarle a alguien al que no quieres corresponder es difícil, porque tienes dos opciones muy marcadas: dejar de ser quién eres para dejar de gustarle a esa persona o seguir siendo igual para que esa persona siga interesada en ti. ¿Cual de las dos trata de ser más justa?

No quiero pensar que soy dueña del mundo, pero también sé que veo más de lo que mis ojos pueden captar. Hace tiempo que dejé de ser tonta y aprendí a leer entre líneas.

Tampoco voy a negar que el hecho de que tantas personas se fijen en mi me desagrada. Sería de tontos decir eso. La atención nunca sobra. Sin embargo, sí que reconoceré que a menudo estas situaciones me incomodan y me desagradan, puesto que no sé cómo actuar y con los años, he derivado mi personalidad a ser lo más natural posible.

Por otra parte, ¿estaré pagando con la misma moneda a estas personas que con la que me pagaron a mí los chicos que me gustaban y que no se fijaban en mí? Me siento demasiado soberbia cuando decido que alguien no es para mí. Me siento demasiado déspota cuando elijo entre todos ellos a uno solo, porque me veo igual reflejada en lo que ellos son ahora y yo fui hace unos años.

Sé que no es una excusa. Menos aún un buen razonamiento.

Llevo tiempo "enamorada", la verdad. Me encanta morir de amor. He encontrado a una persona que, quizás no me completa como la que esperaba que sería mi pareja para siempre, pero sí me da una tranquilidad y una calma que nunca jamás habría podido esperar tener.

Pero supongo que le doy miedo porque le gusto a demasiada gente. Y yo me planteo: ¿eso para quén es justo?

Lo cierto es que este tema  es el último que ronda por mi cabeza y uno de los que no me puedo deshacer.

Igual es ingénuo esperar que me llueva una respuesta al plantearlo en este blog. Igual lo lee una persona que no debe hacerlo, lo malinterpreta alguien o qué se yo.

A menudo me siento bloqueada ante algunas situaciones. Me gustaría poder decirle que tengo tanto miedo como él, que estoy aterrorizada de que me pase lo mismo que le está sucediendo. Me gustaría decirle que todo saldrá bien porque todo cambiará.

Pero supongo que las cosas nunca cambian.

O sí, pero demasiado lento y siempre saliendo con otra situación problemática.

En realidad a igual.

lunes, 25 de abril de 2016

La seguridad que yo tengo.

No entiendo a qué le tienes tanto miedo.

No entiendo qué sentido tiene dar la espalda a todo sólo para no sentir dolor.

Sería comprensible si por el camino lo hubieras sentido ya. Si ya te hubiese roto el corazón de alguna forma.

Pero no es así, ¿no? Espero que no sea así.

Puede que en el fondo, sólo sea una excusa, un por si acaso en el que poder refugiarte para poder estar seguro en ese lugar al que te has acostumbrado a estar.

Pero sé que tampoco quieres eso, o te habrías cansado de buscarlo hace tiempo y ni me habrías mirado a los ojos aquella primera vez.

Y yo, ahora, ¿qué hago? ¿Qué pretendes sacar de mi? Te seguiría hasta el fin del mundo si con ello pudiera convencerte de que te seguiría hasta el fin del mundo.

No soy estúpida. Sé que mis esfuerzos no servirán de nada y creerás que todo lo que sucederá entre tu y yo será lo que siempre ha sucedido en tu vida. Que seré una más y que al echar la vista atrás, te darás cuenta de que nada ha merecido la pena.

No tengo respuestas para todo (aunque a veces pueda parecer que sí) y seguramente soy una persona demasiado ingenua para este tipo de cosas.

¿Pero sabes? Me gusta amar con locura.

Y es algo que no vas a poder evitar.

Porque yo ya estoy loca.

Y te seguiré hasta el final del mundo para demostrarte que te seguiría hasta el final del mundo.

lunes, 11 de abril de 2016

Otro más para mi lista (de 2009)

Comentario Previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada

Es curioso.
Algunas veces, cuando leo cosas que escribí hace unos cuantos años, siento que podría haberlo hecho mejor, pero a la hora de corregir las historias, no puedo cambiarlas, porque son lo que era entonces.
Ahora mismo le añadiría mil dimensiones distintas.
Posiblemente terminaría siendo un texto distinto.
Pero ¿por qué cambiarlo? Yo era así después de todo.

También me resulta muy curioso ver cómo, en estos 6 años apenas he cambiado. Me he vuelto más lista, sí, pero digamos que ahora simplemente sé cubrir mi rastro.
Esta es una de las pocas historias que he escrito 100% tal cual sucedieron (o tal cual las percibió mi cabeza). Sin giros dramáticos ni vueltas de hoja (puede que un poco, pero yo soy tremendamente así). Recuerdo realmente con exactitud la noche y aunque ahora lo veo desde otro prisma (pues sé que ese chico no era mi mejor amigo, y ahora habría sabido que la tal Sarita era sólo una excusa para hablar conmigo), sigue siendo una noche agria porque si no hubieran sucedido las cosas como sucedieron, igual mi vida hubiera sido muy distinta.

Demos gracias a que sigo siendo la misma, sólo que un poco más lista. Mis años me costó.

Otro más para mi lista.


Siempre arruino lo que empieza bien. Soy experta a la hora de meterme en líos y, normalmente, no sé cómo conseguir que se arreglen sin ayuda de nadie. Soy así de estúpida.

Si existiese algo peor que aborrecerse a uno mismo... yo, seguiría siendo infinitamente peor. Supongo que odiarme es un pequeño precio que he de pagar a cambio de los que tendrían que hacerlo y si embargo, siguen ahí.

Recuerdo perfectamente el día. Sábado. Maldigo el momento en el que le miré a los ojos y no supe decir que no. No sé por que´lo hice. Sé que no fue por mi... Nunca he necesitado lo que él venía a darme (o quizás sí). No era como para fastidiar una amistad. Y en mi cabeza resonaba que apenas unos meses había vivido una situación parecida con un final dramático.

Sé que tampoco lo hice por amor al arte. Y puedo asegurar que de que todo lo que me movió a hacerlo no fue la pena, aunque fuese eso lo que me empujase en una gran medida. Suena mal, ¿no?

Pero entonces, si analizándolo no encuentro el motivo... ¿por qué lo hice? Quizás es un instinto secreto que tengo de curar los traumas de mi niñez, de ahogar en la saliva de otros la imagen de patito feo que otros construyeron por mí y que aún hoy me persigue en mis sueños más aterradores.

Sus ojos marrones, haciéndome ver que tenía el alma en los pies, sin ninguna esperanza, sin mostrarme esa magnífica sonrisa tan característica de su rostro y a la que yo me había acostumbrado, esa sonrisa contagiosa que me hacia sentir segura. Se puede decir que oí su corazón, desbocado a mil por hora...

¿Qué hacer entonces? ¿Qué podía hacer? Recuerdo que mi cabeza no terminaba de entender la pregunta. No acertaba a comprender lo que estaba ocurriendo y de algún modo, sabía con seguridad lo que iba a ocurrir, aunque tratase de engañarme a mí misma diciéndome que ésta vez sería distinto.

-Pero si a ti te gustaba Sarita... - fue lo último que dije antes de volver a abrir los ojos, para ver cómo él cerraba los suyos perdiendo toda esperanza, para volver a cerrarlos y unir mis labios con los suyos.

No duró mucho. No fue muy largo. Sólo un beso. Un simple beso. Pero me dolió en el alma. Verdaderamente, me dolió en el alma.

-Te odio, te odio, te odio... - no hacía más que repetirle.

Ver cómo a base de engaños, de encontrar lo que yo quería de él, su amistad, cómo había conseguido darle la vuelta, para tenerme tan cerca que cuando él me preguntase, yo no pudiera hacer otra cosa más que rendirme sin luchar, porque de algún modo le quería.

Me había utilizado, arrastrado a hacer algo que yo esperaba que no pasase... que no sucediera con él, como había pasado tantas veces antes con tantos otros. Su intención nunca había sido la amistad. Nunca había pretendido que fuésemos amigos y ahora lo veía claro.

-Te odio, te odio, te odio... - continué diciéndole, susurrando en su oído, con la esperanza de que nadie más nos viera.

Él solamente puso su dedo en mi boca, exigiendo así que me callase, porque no quería oír todo lo que tenía que decirle. Aunque mi elocuencia no fuera fluida, supongo que aquellas palabras le dolerían igual, pues venían de un corazón roto.

Cuando estuvo seguro, lo retiró y acercándose lentamente a mi, como si temiese que hubiéramos dado un paso atrás, volvió a besarme.

Ya lo había vuelto a hacer. El daño que estaba hecho, ahora se agravaba.

-A ti te gustaba Sarita... - pude decir cuando volvió a alejarse de mí, sin haber recuperado de la cabeza todas las palabras que tenía que decirle.

Y no pude hacer otra cosa que hundir mi cara en su pecho, muerta de miedo y vergüenza por haber caído otra vez en la misma historia de siempre.