lunes, 11 de abril de 2016

Otro más para mi lista (de 2009)

Comentario Previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada

Es curioso.
Algunas veces, cuando leo cosas que escribí hace unos cuantos años, siento que podría haberlo hecho mejor, pero a la hora de corregir las historias, no puedo cambiarlas, porque son lo que era entonces.
Ahora mismo le añadiría mil dimensiones distintas.
Posiblemente terminaría siendo un texto distinto.
Pero ¿por qué cambiarlo? Yo era así después de todo.

También me resulta muy curioso ver cómo, en estos 6 años apenas he cambiado. Me he vuelto más lista, sí, pero digamos que ahora simplemente sé cubrir mi rastro.
Esta es una de las pocas historias que he escrito 100% tal cual sucedieron (o tal cual las percibió mi cabeza). Sin giros dramáticos ni vueltas de hoja (puede que un poco, pero yo soy tremendamente así). Recuerdo realmente con exactitud la noche y aunque ahora lo veo desde otro prisma (pues sé que ese chico no era mi mejor amigo, y ahora habría sabido que la tal Sarita era sólo una excusa para hablar conmigo), sigue siendo una noche agria porque si no hubieran sucedido las cosas como sucedieron, igual mi vida hubiera sido muy distinta.

Demos gracias a que sigo siendo la misma, sólo que un poco más lista. Mis años me costó.

Otro más para mi lista.


Siempre arruino lo que empieza bien. Soy experta a la hora de meterme en líos y, normalmente, no sé cómo conseguir que se arreglen sin ayuda de nadie. Soy así de estúpida.

Si existiese algo peor que aborrecerse a uno mismo... yo, seguiría siendo infinitamente peor. Supongo que odiarme es un pequeño precio que he de pagar a cambio de los que tendrían que hacerlo y si embargo, siguen ahí.

Recuerdo perfectamente el día. Sábado. Maldigo el momento en el que le miré a los ojos y no supe decir que no. No sé por que´lo hice. Sé que no fue por mi... Nunca he necesitado lo que él venía a darme (o quizás sí). No era como para fastidiar una amistad. Y en mi cabeza resonaba que apenas unos meses había vivido una situación parecida con un final dramático.

Sé que tampoco lo hice por amor al arte. Y puedo asegurar que de que todo lo que me movió a hacerlo no fue la pena, aunque fuese eso lo que me empujase en una gran medida. Suena mal, ¿no?

Pero entonces, si analizándolo no encuentro el motivo... ¿por qué lo hice? Quizás es un instinto secreto que tengo de curar los traumas de mi niñez, de ahogar en la saliva de otros la imagen de patito feo que otros construyeron por mí y que aún hoy me persigue en mis sueños más aterradores.

Sus ojos marrones, haciéndome ver que tenía el alma en los pies, sin ninguna esperanza, sin mostrarme esa magnífica sonrisa tan característica de su rostro y a la que yo me había acostumbrado, esa sonrisa contagiosa que me hacia sentir segura. Se puede decir que oí su corazón, desbocado a mil por hora...

¿Qué hacer entonces? ¿Qué podía hacer? Recuerdo que mi cabeza no terminaba de entender la pregunta. No acertaba a comprender lo que estaba ocurriendo y de algún modo, sabía con seguridad lo que iba a ocurrir, aunque tratase de engañarme a mí misma diciéndome que ésta vez sería distinto.

-Pero si a ti te gustaba Sarita... - fue lo último que dije antes de volver a abrir los ojos, para ver cómo él cerraba los suyos perdiendo toda esperanza, para volver a cerrarlos y unir mis labios con los suyos.

No duró mucho. No fue muy largo. Sólo un beso. Un simple beso. Pero me dolió en el alma. Verdaderamente, me dolió en el alma.

-Te odio, te odio, te odio... - no hacía más que repetirle.

Ver cómo a base de engaños, de encontrar lo que yo quería de él, su amistad, cómo había conseguido darle la vuelta, para tenerme tan cerca que cuando él me preguntase, yo no pudiera hacer otra cosa más que rendirme sin luchar, porque de algún modo le quería.

Me había utilizado, arrastrado a hacer algo que yo esperaba que no pasase... que no sucediera con él, como había pasado tantas veces antes con tantos otros. Su intención nunca había sido la amistad. Nunca había pretendido que fuésemos amigos y ahora lo veía claro.

-Te odio, te odio, te odio... - continué diciéndole, susurrando en su oído, con la esperanza de que nadie más nos viera.

Él solamente puso su dedo en mi boca, exigiendo así que me callase, porque no quería oír todo lo que tenía que decirle. Aunque mi elocuencia no fuera fluida, supongo que aquellas palabras le dolerían igual, pues venían de un corazón roto.

Cuando estuvo seguro, lo retiró y acercándose lentamente a mi, como si temiese que hubiéramos dado un paso atrás, volvió a besarme.

Ya lo había vuelto a hacer. El daño que estaba hecho, ahora se agravaba.

-A ti te gustaba Sarita... - pude decir cuando volvió a alejarse de mí, sin haber recuperado de la cabeza todas las palabras que tenía que decirle.

Y no pude hacer otra cosa que hundir mi cara en su pecho, muerta de miedo y vergüenza por haber caído otra vez en la misma historia de siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu trovada