miércoles, 29 de abril de 2015

Miedo al Fracaso.

No sé si alguna vez he escrito acerca de ésto. Posiblemente sí. ¿Qué más da una vez más?

Siempre me he dedicado a dar unos consejos buenísimos y alucinantes a los demás (qué le vamos a hacer, nací con esa capacidad). Sin embargo, soy completamente incapaz de seguir uno solo de ellos (tanto de los que doy como de los que me dan). Quizás es que nunca haya sido demasiado buena obedeciendo.

Hoy, sin embargo, en mi monótono día de esguince (llevo ya una semana con él y quiero morirme del aburrimiento), en mi revisión por una de las redes sociales más populares del momento (FaceBook, por si las dudas), he llevado a cabo uno de mis nuevos pasatiempos adquiridos: realizar un test.

Titulaba algo así: "¿Qué frase define tu vida?".

¡Recórcholis! He invertido tanto tiempo haciendo test mucho más estúpidos. Éste parecía interesante, así que... ¿por qué no? Si salía una buena frase igual podía tatuármela.

Enfrascada en intentar contestar las preguntas de la forma más sincera y completa posible, he ido seleccionando cada una de las respuestas (odio los test,  porque nunca llegan a dar una visión completa de lo que quieres decir, pero supongo que será parte del encanto). No recuerdo cuántas preguntas han sido (y si digo la verdad, tampoco muy bien de qué iban), pero al fin, lo he terminado.

¿Se puede decir que se me ha roto el corazón al ver el resultado de la frase que resume mi vida?

“Te limitas por paredes que solo tú construyes”

Dicen que las verdades son las que duelen. Y vaya si tienen razón. Siempre he sido muy segura de mí misma. Siempre he tenido claras las cosas: lo que se debe y lo que no se debe hacer; las buenas y las malas personas; lo moral; lo justo; etc.

Sin embargo, los cambios siempre me han supuesto un terrible sufrimiento. Terrible, terrible. Creo que los odio, porque nunca tengo controlada la situación y porque no sé lo que me voy a encontrar. Sufro. Soy una persona muy estable y cuadriculada (lo reconozco) y todo lo que sea lanzarme a la aventura me supone un dolor de cabeza que difícilmente puedo controlar.

Uno de mis grandes sueños de siempre, ha sido ser una escritora famosa (una gran novelista, para ser exactos). He tenido la intención de presentarme a miles de concursos desde que sé que ese es mi sueño. He realizado miles de obras basadas en unas bases para poder hacerlo, a pesar de que el tema no fuese fuente de mi inspiración. Pero a la hora de la verdad, soy la primera que se acurruca en una esquina esperando a que todo pase lo más rápido posible, esperando que nadie me encuentre allí en ese estado tan patético de mi vida.

Me aterra el fracaso. Me aterra que me digan que no estoy hecha para lo único que deseo estar hecha (bueno, hay unas cuantas cosas más en mi vida que me gustaría ver cumplir, pero ya me entendéis). En el fondo, tengo un miedo atroz a que me digan que no. Por eso, la mayoría de las veces me rindo, fingiendo que ya surgirá otra oportunidad.

Es un gran defecto que tengo. No estoy orgullosa de él.

lunes, 27 de abril de 2015

El día de hoy.

¿Para qué mentir?
Ha sido duro desde el principio.

Ya nada más levantarme, el sueño no me ha dejado buen sabor de boca (no es que todas las mañanas me levante con el aliento fresco y puro, pero el de hoy, especialmente apestaba, en un sentido figurado).

Realmente no soy una persona que se mueva exclusivamente por lo que sueña o por lo que intuye, pero suelo darle bastante importancia (de verdad que no baso mi vida en ello, pero entiendo que hay algo en el subconsciente que nos quiere dar pistas). Pues bien, hoy ha sido eso: una advertencia de lo que iba a pasar.

Es posible que yo sea una persona que (en el fondo) absorbe y agobia cuando debería dar espacio. No lo sé. Generalmente me creo bastante independiente, aunque es posible que haya dos o tres personas en mi vida a las que presione demasiado. ¿Será posible?

Para mí, la amista es lo más importante. Es lo que mueve el mundo, porque incluye también el amor (si no amas a un amigo, no es un amigo). Yo haría cualquier cosa por mis amigos (mis amigos de verdad, mis conocidos no cuentan) y creo que he mejorado mucho de unos años a ahora (seguro que hay personas que lo pueden corroborar).

Tampoco pido mucho. Reciprocidad. Igual mi visión del mundo es distorsionada.

Pero a lo que voy, que me subo por las ramas y luego no hay quien me baje (bueno, que al que no le interese no lo lea, jeje).

Hoy un amigo me ha decepcionado profundamente. Hasta el punto, de que no sé si se va a poder recuperar la amistad (si estás leyendo esto, que no lo creo -igual me equivoco y me merezco una bofetada-, espero que entiendas todo y que hagas lo imposible por corregirlo).

Me cuesta abrirme. Me cuesta pedir las cosas. Soy de esa gente que prefiere hacerse una pelotilla y pensar que el problema lo puedo solucionar por mi cuenta. Sin embargo, a veces, yo que sé por qué, pues cambio mi rutina y pido ayuda (muy raras veces). Antes, con esta persona, lo hacía a través de indirectas y... pues no funcionaba (puede que yo fuese muy sutil) y me enfadaba con él por ello, por no haber sabido lo que pedía. En el fondo, esos cabreos me duraban poco (hasta que me daba cuenta de que había sido culpa mía que él no me hubiese entendido).

El caso es que aprendí y cambié, sólo para que él (mi amigo) no tuviese problemas conmigo y comencé a decirle lo que necesitaba de una forma totalmente directa (igual es que como soy muy sutil de forma indirecta, de forma directa tampoco se me entiende de una forma clara. Todo puede ser).

Llevo (quizás) meses pidiéndole que necesito que me diga cuánto me echa de menos, que me diga de quedar, de salir, de ir a verle, de pasar un rato juntos... meses diciéndole que necesito que me demuestre que sigo siendo importante en su vida a pesar de que parezca todo lo contrario (y de las complicaciones que han surgido por el camino). Es algo bastante simple. Me considero una persona fácil de contentar.

Pero, no ha caído esa breva (y creo que jamás caerá esa breva). Qué le vamos a hacer. Me ha echado en cara (¿se puede decir eso?) que él nunca sabe cómo acertar conmigo (quizás sea que yo no tengo las cosas claras), que no puede hacer lo que le pido y que blabla. Puede que le haya pedido mucho, yo que sé, pero llevo tiempo "complaciendo" sus días de bajón (lo hago encantada, la verdad, me encanta poder ayudarle y que al final de la conversación me de las gracias).

¿Es egoísta pedir compensación el día que yo estoy mal?

Otro de los defectos que tengo yo (de los grandes, de los muy grandes) es que me ofendo enseguida (que no significa que esté a la defensiva siempre), pero hay cosas que no las veo justa. Tengo la mente abierta menos en lo que a mí respecta. Si yo doy, espero que se me dé y si no, llega un día en el que dejo de dar. Aprendí a golpes que ser tonta en esta vida no te sirve más que para comerte más golpes.

Hoy, éste amigo, me ha demostrado (muy a mi pesar) que tras meses de insistencia, es incapaz de cumplir mis pequeños deseos de solicitar "mimos" el día que estoy mal. Sus motivos tendrá.

Pero he acabado harta. Muy arta.

Así que, en un momento de dolor (porque ha sido dolor), le he dicho que Se acabó. E iba totalmente en serio. Lamentablemente.

Luego he hecho algo de lo que no me siento orgullosa y me he dedicado a criticarle por las redes sociales (sin poner su nombre, no soy tan ruin). Justificado o no, todavía espero sus disculpas. Disculpas que nunca llegarán. Amistad que no se recuperará jamás.

Que hayamos sido tantas cosas y que no seas capaz de concederme ese pequeño gesto... Igual pido demasiado, no lo sé. Pero como tú me has pedido (como buena amiga que aún pueda ser), no te preocupes, no vas a saber más de mí hasta que no quieras saber más de mí.

Y a ver si luego me demuestras que mereces la pena.