jueves, 13 de junio de 2013

La constancia (y de cómo no asoma por mi vida ni un ápice).

Éste blog fue concebido con la idea de escribir una entrada cada día, de cosas variadas (y para qué os voy a mentir), con la intención de facilitarme la vida. Desde opiniones, críticas, análisis, cosas curiosas, graciosas (eso no, que no se me da bien). Bueno, de eso que parece abundar hoy entre la población: el porque a mi me gusta, a los demás ha de también.

Peeeero... demostrado queda que no ha sido así, ni siquiera desde sus inicios. Bueno, el primer día sí. El primer día que me propongo algo, siempre es así. Únicamente el primer día. Pero a eso no se le puede llamar constancia a excepción de propósitos muy chiquitines que se puedan cumplir en un día, ¿no?
constancia1.(Del lat. constantĭa).1. f. Firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos.Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Ya veis, señores. El Diccionario es una cosa que nunca miente y siempre tiene la razón (o eso me decía mi padre), aunque a menudo le peguemos patadas en la boca o puntapiés en el trasero.

Mi vida se ve cubierta de pequeños fracasos; no en el sentido de que sea una desgraciada, sino más bien en el sentido de que los propósitos de año nuevo, los de comienzo de curso, los de inicio de verano... todas esas pequeñas metas que se marca la población para mejorar su calidad de vida y mejor aspectos, mi vida no los consigue. Es como un estanque: se mueve con el viento pero no llega a ningún lado (Madre mía, qué metáfora más sutil me ha quedado).

No me malentendáis. Soy de las que procuran verle el lado positivo a todo (o me confundo ahora mismo de personalidad, no sé). La falta de constancia ha generado otras aptitudes en mí que son igual de positivas (pero menos saludables), además de que mi propio organismo ya parecía tener predisposición a que yo fuese todo lo contrario a la perseverancia.

Me explico: desde lo más azaroso y absurdo que pueda ser que mi cuerpo se define (muscularmente hablando) de un sólo día de practicar ejercicio, hasta algo que parece más entrenamiento a lo largo de la distancia (de la que puede marcar el tiempo me refiero), de que nunca padezco estrés, ¿podrían considerarse estos aspectos mecanismos de defensa de mi organismo como si fuesen linfocitos luchando contra la mala enfermedad de la vida social?

No obstante, sigue habiendo cosas que me gustaría tener (o saber) en mi vida, la verdad. Tocar el bajo (de hecho, tengo uno que me compraron mis padres -no, qué va, fueron los reyes- que está cogiendo polvo), escribir (de una vez por todas) alguna historia que tenga un final, aprender idiomas... y en fin, esas pequeñas cosas que hacen que cuando mires atrás se te pueda hinchar el pecho y decir a pleno pulmón un "Sí señor, eso lo he hecho yo".

Y no hablemos de los trabajos y los estudios. Mi vida ha sido un proceso de noches sin dormir el día de antes, para cualquier cosa, fuese de la longitud que fuese. Soy eficaz bajo presión, por extraño que parezca y el caso es que no me salen mal las cosas, más bien lo contrario. Pero qué buena soy que siempre saco buena nota. ¿Será ese el problema? Mi madre muchas veces dice que cuanto más "tontos", más esfuerzo y cuanto más "listos" más vagancia. ¿Es demostrable esa relación de una forma antropológica bien relacionada? En ese caso, me doy besos a mí misma por mi inteligencia y patadas en la cara por mi estupidez de no querer aprovecharlo ¿no os parece?

Creo que ya lo habéis captado.

Qué malo es no tener constancia señores. Qué malo.

Lo bueno es que tampoco sufriré un infarto.