miércoles, 30 de septiembre de 2015

De la Avaricia, se rompe el Saco.

¿No te ha pasado que cuanto más tienes, más injusto te parece que los demás tengan?

Yo he de reconocer que me he visto en esa situación varias veces: esforzarme en conseguir algo (más o menos importante, con más o menos sudor de por medio) y llegar alguien con su cara bonita y que le toque en una tómbola (o que a ti te parezca eso). Y por eso supongo, que será normal.

Pero no voy a eso (quizás deje mis envidias para otro día).

Voy a lo siguiente: a cuando el cuerpo te pide boicotear a esa persona que ha conseguido lo mismo que tú o a lo que te hace llegar más lejos haciendo trampas.

¿Qué persona sana (mentalmente hablando) puede perder su moral sólo por conseguir un poco más que el resto? Un poco más que es posible que no necesite. Un poco más que es posible que no cambie para nada su vida. Un poco más que al ir a por ello, fastidia a multitud de personas que van detrás de su acción.

En realidad, estoy pensando en el problema que ha habido con la Volkswagen: personas que ganan vete tú a saber cuánto dinero (yo estoy convencida de que en el colegio no nos enseñaron a contar tanto número), que no necesitan más para vivir a sus anchas (tal y como viven) y aún así... deciden engañar a todo el mundo, saltándose la ley vigente, para ganar lo que en su sueldo quizás sea un pellizquito más a fin de mes.

Pues qué ha pasado: efectivamente, se les ha roto el saco. Y ojo, lo peor de todo, es que, personalmente, no me parece nada mal que les haya explotado todo esto en la cara. Se lo merecen, por engañar a los demás.

Los que quizás no se lo merezcan sean todos los trabajadores que siguieron las indicaciones que sus jefes les dictaban y que se verán seriamente repercutidos por dicha (mala) decisión.

Soy una persona que suele estar de acuerdo en luchar hasta el final, en mejorar hasta lo inmejorable, en desear siempre lo que te gustaría tener e ir a conseguirlo por todos los medios a tu disposición... siempre y cuando no pises a los demás.

Me parece de personas despreciables las que pasan por encima de los demás, los que extorsionan, manipulan en beneficio propio, los egoístas. ¿Y por qué? Sólo por un pellizco más.

Pues qué queréis que os diga, queridos lectores: me alegro de que ésto les haya explotado en la cara. Lo que no me alegra tanto son las personas que dejarán de comer por su culpa.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Odio (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.


Sé perfectamente a quién escribí estas palabras.

Lo cierto es que igual, como en esta vida cuando somos "jóvenes" todo parece demasiado real. Sin embargo, cuando pasa el tiempo nos damos cuenta de que ese sentimiento no era tan puro como nosotros pensábamos.

Me gusta la historia, aunque creo que para lo que soy ahora es demasiado simple y le falta dar un par de vueltas aún para estar completa. Pero se advierte la esencia de lo que quería decir. Y a mí, con eso, en esos años, parecía valerme.

Recuerdo muchos dolores de mi vida. Y este será uno de los que guarde para siempre. Será que me afectan mucho las "traiciones" y los abandonos.

Será que sigo siendo una Ex-Carmen(A)tada a todo esto.

Odio.


Se me revuelven las entrañas cuando pienso en ti. El más oscuro odio sale del rincón más remoto de mis recuerdos, provocando temblores en mis puños, que cierro y aprieto al cuerpo para evitar infligirle daño a alguien de mi alrededor.

Y es que te odio. No puedo contigo. No te aguanto. Las tripas se me encogen de asco cuando pienso en lo que me gustaría hacerte...

Quiero ver cómo tu sangre abandona todo tu cuerpo, extinguiendo así la vida que me prometiste y que no supiste cumplir. Esa vida que quería... mas ya no deseo; porque te odio.

Te cortaría la lengua para que no envenenases a nadie más con tus sucias mentiras y palabras traidoras.

Te arrancaría los ojos de sus órbitas para que no pudieras elegir a tu próxima presa infeliz.

Te quitaría el corazón negro que hay en tu pecho y lo pisotearía, sólo para que sintieses la mínima parte del daño que he sentido yo... por culpa tuya.

No eres humano. No hay nada de humanidad en todos tus actos.

Y ahora te odio.

Me quieres seguir envenenando con tus sucias palabras de amor.

Y te odio.

Pero... no puedo respirar cuando me hablas, con esa voz con la que disimulas tu oscura naturaleza. No puedo apartar la mirada de tus ojos, con ese brillo que consigue que las palabras tengan todo el sentido del mundo. No puedo evitar admirar el latido de tu corazón, aunque ahora sepa que es negro; un corazón que corre a la misma velocidad que el mío.

Por eso te odio: porque a pesar de todo, una parte de mi ser, sigue amando el tiempo que nunca volverá. Por eso aún siento que te extraño.

Y por eso te odio.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Mil Vías hacia la Creatividad VI.

"La creatividad consiste en fiarnos de nuestro propio instinto, y si trabajamos en equipo, en los instintos de los demás"

Creo que cuanto menos pienso en lo que he de escribir, mejor fluyen mis palabras.

No recuerdo ninguna de mis obras favoritas que no hayan sido escritas sin conciencia ni orden. Creo que esa ceguera en la planificación es lo que les hace rezumar arte, expresión y carácter.

Será el instinto en lugar de la conciencia; eso que todos llevamos dentro y que no solemos dejar salir, porque no estamos acostumbrados a que nos domine.


Trabajar en grupo ya es otro cantar.

jueves, 24 de septiembre de 2015

(Anti)Reflejo.

Se miró al espejo. No podía reconocerse.

No es que sus rasgos hubiesen cambiado desde hacia unos años.

Más bien era, que su rostro no se parecía nada a la personalidad que ella sentía que era. Como si las piezas hubieran dejado de encajar hace algún tiempo.

Intentaba descubrir el fallo, una y otra vez, repasando cada centímetro de su piel, cada detalle de su rostro. Algo no encajaba. ¿Pero qué?

Quizás era su mirada. Había perdido ya toda esa inocencia. Se había convertido en un perro viejo. La habían transformado entre todos ellos en una perra (en cualquiera de los sentidos) y ya no podía encontrar esa serenidad. Y sin embargo, sus ojos eran los mismos: esas pestañas largas, tan rubias que necesitaban una buena capa de rimel para que se pudieran apreciar, ese color verde, con ese tono tan brillante que a veces parecía amarillo. Quizás era el brillo lo que había cambiado, porque ni siquiera había desaparecido. Ahora se veía más afilado, más cortante, como si ya nada pudiese pasar por delante suyo sin ser arañado. Quizás era eso.

¿Y su boca? La llevaba pintada, del modo en el que solía gustarle tanto. De ese rojo fuerte que sólo se ven en las películas antiguas o en las que se baila en bares con poca ropa. Pero a ella le había gustado, porque resaltaba con su pálida piel. Estaba intacto. Como si nunca nadie la hubiera besado. Y sin embargo, ella sentía que quizás habían pasado demasiadas bocas por un mismo lugar, que le habían arrancado parte de su alma con cada beso y ahora no podía juntar todas las piezas porque había perdido el rastro de aquellos hombres que le robaron el aliento. No. Definitivamente, poner una capa de carmín no disimulaba la herida. Aunque desde luego, la hacía tremendamente más atractiva.

Los hoyuelos. Los hoyuelos seguían estando ahí cuando sonreía. Se había olvidado de ellos porque ya apenas sacaba la sonrisa a pasear. Esa metáfora le hizo sonreír. ¿Cuántas veces la hizo desfilar sin sentirlo? Así como por obligación. "Eh, es tú trabajo. No me cuentes tonterías y sal a la pista". Se había olvidado de sus hoyuelos. Pero ellos seguían ahí. Como si ella pudiera elegir deshacerse de ellos.

Entonces, quizás fuese el perfil. Quizás fuese una escena del conjunto lo que le hacía tal descuadre a la composición. O el corte de pelo... Se analizó cada detalle, como hacía cada noche antes de salir de casa desde hace unos días.

Pero no. Todo seguía extrañamente igual. Extrañamente en el mismo sitio.

Y de pronto, se cansó de mirar.

Definitivamente, su rostro no había cambiado nada en absoluto. Sólo que la personalidad que se había forjado con esa cara, ya no tenía cabida en su vida. Ni esa cara, ni ese rostro, ni esa personalidad.

Quizás era el momento de cambiar de rostro. Uno que pegase más con su nueva "yo".

viernes, 11 de septiembre de 2015

Por fin te descubro (de 2009)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada.


En mi juventud, siempre me he considerado una romántica. Digo en mi juventud, no porque ahora no sea capaz de escribir estas cosas, sino porque ahora ya no me las creo tanto. Sin embargo, mi adolescencia era un conjunto de sueños de un príncipe azul sacándome de clase para decirme cuánto me amaba por quien era, no por cómo era. Ya veis qué original.

Lo más  curioso, es que casi nunca hablaba de "amor", sino más del componente sexual. Debe ser que las hormonas me pasaban factura ¿o qué?

Anunciar, por último, pero no por ello menos importante, que ésta es mi primera historia erótica (que yo recuerde). No está nada mal se la miras como "la primera".

Por fin te descubro.

-Te he dicho que me dejes en paz, que yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana. En serio, ¡déjame en paz de una vez! - le doy un empujón y continúo subiendo las escaleras.

-No sabes lo que haces - me contesta, aún siguiéndome con terquedad. ¡Dios! Qué escaleras más largas.

-¡¿Y cómo sabes eso?! - me doy la vuelta con brusquedad y le planto cara, bajando las pocas escaleras que nos distancian. Serena por fuera. Furiosa por dentro. Quiero acabar con él. Acabar con todo ello.

Es tan alto que aún ahora, cuando yo estoy un escalón por encima de él, sus ojos quedan a la altura de los míos, cruzándose en una mirada chispeante de ira que grita más que nuestras voces. No sé en qué momento hemos llegado a esta situación y sin embargo, todo tiene sentido en mi cabeza. Es una sensación demasiado contradictoria.

-Lo sé porque te conozco mejor que ese gilipollas - mueve las manos como si señalase a alguien en algún rincón. A alguien que no está presente -. Al menos te conozco en tu forma de pensar y de sentir, de querer, de desear, de soñar...

De pronto, pierde toda la rabia de su mirada. Me lanza una mirada, tímida, de arriba a abajo. Como si leyese un alma que conoce demasiado bien y al mismo tiempo, como si no conociese a quien tiene delante. Por segunda vez: una sensación demasiado contradictoria.

Tiene razón. Lleva conmigo toda la vida. Ha soportado todos mis amoríos, mis novios y mis ligues. Aún cuando él, está enamorado de mi. Sé que puede sonar cruel, pero no quería que se fuese nunca de mi lado y supongo que por eso nunca he dejado que se declarase. No es que le robase esperanzas, es que si no las tenía... nunca daría ese paso y así yo jamás me arriesgaría a perderlo. Siempre ha estado ahí, con una sonrisa. Sin embargo, éste último, no sé por qué, se le ha atragantado de lleno.

Estamos los dos en uno de esos silencios incómodos que a nadie le gustan. Veo cómo agacha la cabeza. ¿Avergonzado? Quizás es que se ha cansado y que ya no aguanta más. De repente, oigo como algo se parte dentro de mi pecho, como si me contagiase su tristeza. Y no lo entiendo, porque siempre he deseado que él no me amase para no hacerle daño.

-¿Qué te ofrece él que no pueda ofrecerte yo? - me pregunta desde el escalón de abajo, todavía sin mirarme. Y ahora me doy cuenta de que lo que le hace agachar la cabeza es el orgullo.

-Él me ofrece más cosas que tú no podrías... que tú no sabrías... - no se me ocurre una excusa factible, mas que siempre he querido que él estuviera ahí y si todo salía mal entre nosotros, jamás le tendría.

Sube el peldaño que nos separa y me aprisiona entre la pared y su cuerpo. Se acerca a mí, guiado por un extraño brillo en su mirada que me inquieta y que a la vez me atrae de una manera innegable. Siento todo el calor en mi pecho, de confianza, de paz, de tranquilidad. Y sin embargo, mi pulso es el mismo que si hubiese corrido una maratón y me faltan pulmones para conseguir tanto aire. La tercera vez: la contradicción.

-Apuesto a que él no te acaricia como lo hago yo.

Nada más decir esto, levanta un dedo y lleva hasta mi mejilla, donde se unen los demás dedos, en una cadena que espero que no acabe jamás. Deja un surco de llamas por donde pasa, como si fuese la primera vez que sus manos me acariciasen. Cierro los ojos. No me atrevo a mover ni un músculo.

Igual esto es sólo un sueño y en cuanto abra los ojos, desaparecerá y él ya no estará a mi lado. Ni su mano acariciando mi mejilla. No quiero moverme. No quiero que el sueño acabe.

Le da la vuelta a la mano y como el engranaje de un reloj, levanto mi cuello, para que la caricia pueda descender de la forma más natural que ha existido nunca. Coloca su otra mano sobre mi otra mejilla, como el preludio de un gran abrazo, en el que primero participa de forma tímida. Y de nuevo, sus dedos dejan surcos de llamas.

Cedo al deseo de su amor, al deseo de que me pruebe que él puede más.

Y sus manos ya recorren mi pecho. Sin que yo me haya dado cuenta de ello y habiendo aprendido el recorrido de ellas al mismo tiempo. Pero parecen no estar saciadas y se deslizan a mi espalda, lo que obliga a que él se acerque un poco más a mí. Un poco más cerca de lo que estaba antes. La recorre sin cesar y cuando ya no llegan sus manos más abajo, se agacha, continuando delicadamente, oliendo mi piel, hasta que termina en mis tobillos.

Un escalofrío, seguido de un suave gemido que no me atrevo a gritar en voz alta, sacude todo mi cuerpo. Pero él no se detiene ahí. Se ha decidido. Lo sé. Lo conozco. Tras una ligera pausa, en la que sé que ha sonreído, comienza a subir. Y yo no puedo más que volver a suspirar, quedándome muy quieta y con los ojos aún cerrados. No vaya a ser que el sueño acabe.

La eterna caricia termina y el telón cae. El sueño se acaba y despierto. Abro los ojos y ahí está él. Más cerca que nunca. Y la melancolía de sus ojos me hace cerrar los míos de nuevo.

-¿Lo hace así?

-No.

Eso es todo lo que puedo decir. Sus dedos aún permanecen en mi mente, como ascuas quizás, pero ardientes al fin y al cabo. No puedo pensar con claridad.

-Apuesto a que él no te mira como si fueses la chica más hermosa del mundo entero, la más especial, única...

Lo peor de todo es que tiene razón. Y no sé qué me hace más daño. Haber desperdiciado mi tiempo con alguien que no me aprecia o habérselo hecho desperdiciar a él, por haberme querido todos estos años sin decir una sola palabra.

-No.

Abro los ojos y me encuentro, de nuevo, con su mirada. Como si me quedase otra opción que no fuese aquella. Me estremezco de nuevo al darme cuenta del significado de su brillo: rabia, pasión, dolor, amor. Hay algo en esos ojos que me excita. Quizás el miedo que percibo detrás de la seguridad con la que me mira; ese miedo a no conseguir lo que se propone, en perder lo que más desea en este mundo.

Cada segundo que pasa es como un eterno tiempo. Son consciente de todo con total claridad y sin embargo, parece que no me entero de nada y que todo lo que analizo es sustituido por lo siguiente. Una de esas situaciones que sabes que se quedarán marcadas, pero en el momento no puedes recordarlas. Sólo tengo sentidos para él.

Percibo su olor. No es una colonia y sin embargo, es el más dulce y embriagador de los aromas: a calor. Su cuerpo, que ahora permanece en tensión, me atrae de una manera indescriptible. Su piel, tapada por esa camiseta negra y esos vaqueros... Nunca le había deseado tanto. Quizás porque hasta hoy, no le había visto como lo hago ahora.

-Apuesto a que él no se detiene a oler tu cuello, o tu pelo, ni nota tu piel tan suave, apuesto a que no se preocupa si te ve los ojos vidriosos, ni se sabe tu canción favorita - sigue intentando convencerme de algo de lo que yo ya estoy segura. Pero quiere demostrar que él ha estado siempre ahí.

No me concede tiempo para contestar. Quizás ya no necesite oír ninguna respuesta más. Quizás haya leído en mi mirada la respuesta.

Se acerca a mi mejilla y la besa con suavidad, sólo para luego, sin despegar los labios, bajar hasta mi cuello. Le dejo actuar. No quiero que se rompa la magia que ha provocado que se abalance sobre mí. No quiero que nada de esto acabe.

Me huele el pelo, como si fuera lo más maravilloso que ha respirado en este mundo. Luego, lo retira, despacio, dejando que me acaricien de nuevo sus dedos, como en un afortunado accidente. Besa mi cuello, lo muerde sin destrozar mi piel. Sus labios van desde arriba hasta abajo. No se detiene cuando mi camisa se lo impide. Me desabrocha los dos primeros botones, alejándose un poco de mi.

Sin quererlo, rompo mi tranquilidad y temiendo que se vaya, paso mis dedos por detrás de su cuello, aferrándole junto a mí, impidiendo que se vaya o que pueda alejarse más, porque no quiero dejar de notar su respiración, que se agita ante mi descuido.

Pone los labios donde el contacto ha terminado unos segundos antes, como si tuviera una marca en el pecho que hubiera que cubrir. Sigue bajando. No necesito detenerle, porque mi cuerpo no responde a órdenes contradictorias.

Separa de nuevo sus labios de mi piel, alejándose de mi; más lejos aún que antes. Y la fuerza que hago no es suficiente para detenerle. Una vez más, nuestras miradas vuelven a cruzarse.

-Apuesto a que él no te besa como lo voy a hacer yo ahora mismo.

De nuevo, no necesita de mi respuesta para llevar a cabo su afirmación. Sus labios chocan con los míos. Mi corazón da un vuelco. Son los labios más maravillosos que he besado. Al principio, surge como una caricia: delicado y dulce. Pero poco a poco, como los tsunamis, va cogiendo fuerza y crece y crece, hasta que ya no queda nada de cariño y todo se convierte en deseo.

Parecemos uno solo. Sus movimientos guían los mismos. Mis movimientos, guían los suyos. Seguimos en el mismo peldaño de la escalera donde yo me he detenido a plantarle cara. Un recuerdo que ahora parece muy lejano. Bien podrían poner ahí una tumba, porque no me importaría morir en este mismo momento.

Su cuerpo, cada vez se acerca más al mío. Como si eso fuera posible. Hasta que al final, ya no queda ni un ápice de aire entre nosotros dos.

Mis manos enredadas en su pelo, permanecen en un nudo que espero que no se suelte jamás, aferrándome a él por temor a que ahora que por fin le conozco, decida desaparecer, que no le merezca la pena recompensa a tanta espera. Mis manos están quietas. Sin embargo, las suyas recorren mi cuerpo entero. Parece querer memorizarse mis curvas. También quizá por miedo a que yo despierte y vuelva a ser la misma de antes.

Mi respiración se agita aún más cuando, tras haberme agarrado por las piernas, me levanta hasta situarme encima de su cadera. Mis piernas, en un acto de pasión, se han aferrado, como mis manos, entorno a él, evitando de esta manera que pueda escapar de mí.

No sé si él es capaz de respirar, pero a mi me cuesta. No sé si él es consciente del rato que llevamos juntos, entrelazados en las escaleras. Yo he perdido el sentido del tiempo y me alegro infinitamente.

Como guiado por mis pensamientos, comienza a subir de nuevo las escaleras, mientras yo, sigo enredada a él, besándole, recogiendo todo lo que él me entrega: aquel deseo ciego, que sólo hoy, después de muchos años, se a atrevido a mostrar y que yo me he olvidado de negar.

Llegamos a mi piso. Menos mal que ya hace tiempo que no cierro la puerta con llave. Eso habría supuesto separarnos y retrasar las cosas.

Nos caemos en la cama. Su cuerpo está sobre el mío, pero por una extraña razón, no noto su peso en absoluto. La falta de aire de mis pulmones es provocada por sus besos, sus caricias.

Comienza a quitarme la ropa, desabrochando los botones de mi camisa que aún le quedan por desabrochar, mientras yo, hago lo mismo con su ropa. Rápidamente, él, tras haber pasado sus labios por toda mi piel, ahora desnuda, pasa al botón de mi falda, mientras yo, le suelto el último botón de su pantalón.

-Apuesto a que él nunca te ha deseado tanto como yo.

Y termina entregándome todo lo que mi cuerpo desea: a él por entero.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Y se puede aplicar a todo.

-Lo primero que hay que tirar es esa mariconada de la pared. Y luego, esta mariconada de manta.
-¡Eh! ¿Qué le acabas de llamar?
-No, no. No le he llamado nada. Me refería a la manta.
-Le estás insultando con esa palabra.
+Tranquilo papá, no estoy ofendido.
-Porque tienes 16 y aún piensas bien de los demás. En unos años verás el odio que hay en las personas. Incluso en las mejores.¿Dices negrata?
-Claro que no.
-¿Y subnormal? A esa chica de los animadores... ¿le dices que es subnormal?
-¿A Becky? ¡No! Es mi amiga. Tiene Síndrome de Down. Sería cruel.
-¿Y te parece bien venir a mi casa y decir maricón?
-Pero no me refería a...
-Sé a lo que te referías. ¿Crees que yo no usé esa palabra a tu edad? Si un chico flojeaba en el equipo, decíamos "déjate de mariconadas; espabila". Nos referíamos a lo mismo que tú te refieres: que ser gay está mal, que es una ofensa para todos. Creí que eras diferente. Creí que al estar en el Glee Club y al tener esa madre, pertenecías a una nueva generación de tios que lo ve de otra forma, que habías llegado al mundo sabiendo cosas que a mí me ha costado muchos años aprender. Estaba equivocado.

El que defiende al débil, al marginado, al impedido, se merece las alabanzas del mundo entero.

Algún día, los discursos como este se habrán olvidado y ya no serán necesarios, porque lo único que habrá en el mundo serán personas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Mañana quién dirá.


Hoy no me apetece hacer nada en especial. Ni siquiera sentarme a tomar una taza caliente de chocolate.

Quizás me dedique a escribir música mientras pienso en ti.

Porque consigues anular todo en mi. Y es algo que me duele y me fascina al mismo tiempo.

martes, 8 de septiembre de 2015

Déjame en paz. Éste es mi juego.

Soy única cariño. Soy única y jamás seré tuya.
¿Crees que puedes conquistarme?
Hazte a un lado. Hoy sobras. Quizás mañana me apetezca verte.
Aparta. Hay cola esperando para verme en acción.
Y yo me debo a mi público.
No pienses que entrarás sin llamar.
Si lo quieres intentar, sólo te lo avisaré una vez.
Aprende a jugar.
Soy brutal.

jueves, 3 de septiembre de 2015

¡Venga! ¡Carpe Diem! (de 2008)

Comentario previo de la Señora Ex-Carmen(A)tada:

Siempre he pensado que tengo mala memoria. Cuando transcribo esto, me doy cuenta de que no y de que por muchos años que pasen, me acuerdo de por qué los escribí (más o menos). Será porque los he parido.

Recuerdo que lo hice por un chico. Un chico que me gustaba (no especialmente, pero me llenaba de ternura verle). Recuerdo que yo sé que le gustaba, porque varias personas me lo dijeron; incluso él mismo (¿Fue entonces cuando empezó a gustarme él? Quien sabe).

Cuando lo escribí, en mi cabeza todo sonaba bastante perfecto.

Hoy, el mundo ha cambiado.

Me veo ingenua y estúpida al releer todo esto. ¿Que con sólo atreverse yo iba a aceptar? Hace unos años sí. Era bastante más alocada y superficial en los temas del "amor" (culpemos a las hormonas). Ahora, viéndome en la misma situación, diría que no. ¿Cuántas veces habré pecado yo de lo mismo? Incluso ahora, me trago mis palabras por temor a que me hagan daño. ¿No es lógico pedirles a los demás lo mismo?

¿Y de dónde sale ese aire de prepotencia? Como si yo hubiera conquistado el mundo entero... Si hubiese sido al menos un personaje y lo hubiese desarrollado mejor... Quizás para otra ocasión.

Además, sinceramente, literariamente hablando, ni mucho menos consigue ser una de mis favoritas. Le falta esa fuerza en la escritura. Esa descripción del entorno que he ido adquiriendo y que tanto me gusta ahora. Con sus pequeños fallos en puntos, comas... Una va aprendiendo poco a poco y esta es de hace mucho tiempo.


¡Venga! ¡Carpe Diem!

Sí. Sé que me estas mirando. Soy consciente de que me miras a cada paso que doy. Sé que me miras cada vez que hago algo, cada vez que muevo un dedo...

Me quieres. También sé que me quieres. Pero nunca podré estar contigo. No mientras sólo sigas mirando. Mientras no te acerques a mi.

¿Qué narices te pasa? ¿Estás tonto o qué? ¿Se puede saber por qué sólo te dedicas a mirarme? No sabes lo incómodo que es que te estén mirando todo el rato, sin quitarte el ojo de encima. ¿Por qué no me hablas? Te crees poca cosa ¿verdad? ¿Cuantas veces te han dado un "no" por respuesta para que no te atrevas a acercarte a mi?

No eres poca coas ¿de acuerdo? Vales mucho. Me mereces igual que otro. Está bien, tienes competencia, pero hasta el más torpe de mis pretendientes consigue más con una sola palabra de lo que tú consigues con tus absurdas miradas, que no te llevan a ninguna parte.

¿No te vas a dar cuenta nunca? Sé que me quieres desde hace tiempo. Lo sé porque me lo dijiste ya... Pero chico, mira que tuviste mala suerte. Quizás te hubiese dicho que sí, si en aquel momento no hubiese tenido novio. Después de todo... tampoco estás nada mal.

Pero sólo sigues mirándome ¿Acaso crees que muerdo?

Carpe Diem. Aprovecha los momentos. Piensa en las consecuencias, pregúntame si quiero algo contigo. Si mi respuesta es sí... ¿no te verás enormemente recompensado? Y si la respuesta es no... ¿acaso habrás perdido algo? No se puede perder algo que no se tiene. Bueno, quizás pierdas las esperanzas del todo, pero... ¿acaso no es mejor que estar sufriendo todos los días por conocer mi respuesta?

¿Cuántas veces habrás soñado con besarme? ¡Venga, por favor! Me parece patético que luego les digas a tus amigos que me quieres locamente, desdichado humano por no ser correspondido ¿Esa es la historia de tu vida? ¿Esa va a ser la historia de tu vida?

Luego vienen tus amigos y me dicen que te estoy torturando demasiado, que no debería ser así contigo ¿Así cómo? ¡Venga tío! Ten huevos y acércate, no te puede pasar nada malo.

Estoy escribiendo esto, y sé que me estás mirando, porque cada vez que levanto la cabeza y te miro, te das la vuelta velozmente (muy mal disimulado por tu parte, por cierto). ¿Por qué ese miedo al fracaso? He caído muchas veces al suelo porque he andado; ahora tengo las rodillas peladas, pero estoy donde quiero estar. Tú tienes tus rodillas intactas, pero es normal. No te has arriesgado a moverte del suelo... pero no estás realmente donde quieres estar ¿me equivoco?

¿Hasta cuándo podrá aguantar tu gran corazón? ¿Nunca has oído eso de que las relaciones a distancia no funcionan nunca? Lo nuestro no es ni siquiera relación; lo nuestro sólo es distancia.

Va, venga. Date por aludido ¡Joder, que me gustas! Quizás no funcione... ¿Y qué? ¿Qué es la vida sin fracasos?

Deja de mirarme. Es una orden. O me dices algo de una maldita vez, o no quiero volver a pillarte mirándome de reojo. En serio, inténtalo. Tú no vales menos que yo.

Junta todas tus fuerzas y da un paso hacia delante... ¿Ves? Tampoco ha sido tan difícil, no era tan complicado.