martes, 28 de octubre de 2014

"Dime quién soy" de Julia Navarro.

LA AUTORA:

Julia Navarro (Madrid, 1953), periodista y escritora española.
Ha participado en la Cadena SER y COPE, en Telecinco, Canal Sur... como periodista política.
Actualmente, ejerce como analista política en la Agencia OTR/Europa Press y publica artículos de opinión en linea Escaño Cero.
Tiene multitud de ensayos periodísitcos como "1982-1936, entre Felipe y Aznar", "La izquierda que viene" o "El nuevo socialismo: la visión de José Luís Rodríguez Zapatero"
Como novelista: "La Hermandad de la Sábana Santa" de 2004, "La Biblia de barro" de 2005, "La sangre de los inocentes" de 2007, "Dime quién soy" de 2010 y "Dispara, que yo ya estoy muerto" de 2013.


EL LIBRO:

Se trata de una novela histórica, centrado desde poco antes de la Guerra Civil Española a la Caída del Muro de Berlín, pasando por los acontecimientos intermedios como fueron la II Guerra Mundial y Guerra fría.

Argumento: Guillermo Albi, periodista madrileño, recibe la propuesta de investigar la vida de su bisabuela Amelia Garayoa, una mujer de la que sólo se sabe que huyó con un comunista francés, abandonando a su familia antes de que estallara la Guerra Civil Española. Pero lo que la familia desconoce es una apasionante vida repartida de inimaginables experiencias alrededor del mundo de espionaje, amor e intriga, en las que Amelia tendrá que buscar la mejor salida posible de las tragedias que pareciera que la persiguen a lo largo de su azarosa vida.

CRÍTICA PERSONAL:

La novela se puede clasificar en dos partes principales: la historia de Guillermo encontrando pistas sobre su bisabuela Amelia y una segunda parte de la vida de Amelia. En mi opinión, esto confiere cierto dinamismos y realidad a la historia, puesto que consigues meterte muy rápido en la piel de Guillermo (un periodista político sin partido definido). Aunque sí que es verdad, que tiene carácter de doble filo esta separación. La parte de Amelia Garayoa resulta tan absorvente e interesante, que a veces cuesta trabajo retomar la historia de Guillermo, más repetitiva y simple.

Otra de las divisiones que se puede hacer del libro son los distintos "capítulos" enunciados con el nombre de un hombre. Ésto ya no me ha gustado tanto, porque plantea la independencia de Amelia Garayoa, su fortaleza y capacidad de decidir, siempre a través de la vida de un hombre, colgada de su brazo. No comprendo si la autora lo ha intentando hacer como una crítica o simplemente no se ha percatado de éste echo, (o he sido yo la que lo ha malinterpretado).

En varias ocasiones, yo me he sentido identificada con la protagonista, mientras que en otras, rechazaba completamente sus acciones. Sin embargo, conforme avanza la historia, Amelia madura y comienzas a entender todo con mucha más claridad, comienzas a entender lo que hace y por lo que lo hace, aunque sigue teniendo esa parte de "inconsciente", hasta que ocurre un accidente en su vida que la cambia por completo.

El final me ha resultado un poco "predecible", aunque al principio no te lo esperas para nada y sólo conseguí adivinarlo en el último capítulo, antes de leer el epílogo.

Creo que es un libro que hay que leer, sin influencias políticas y bien valorado y analizado (no es ni de derechas, ni de izquierdas, ni de nada). Enfoca tantos puntos diferentes de vista que siempre encuentras a un personaje que te inspire un cariño especial (mi favorito es Max con diferencia :D).

Creo que es un libro bastante completo en cuanto a acción, intriga y romance, y eso que yo no soy muy de novela histórica.

Os lo recomiendo.

lunes, 20 de octubre de 2014

Del "Buenos días".

He de confesarlo; tengo una costumbre malísima: saludar a todo el mundo con un "Buenos días".

Al principio no me daba cuenta de lo que hacía. Creía que era una buena costumbre y que la gente solía responder al saludo, a veces más seco y a veces (con un poco de suerte) con una sonrisa.

Pero al parecer, estaba equivocada y el mundo no funciona así. Al parecer, dar buenos días a alguien es motivo de provocación de una cara de perro. Sí señor. Incomprensible cómo se me ha podido pasar por la cabeza darle los buenos días.

Os cuento la situación: Desde octubre, estoy acudiendo a unas clases de Apoyo en Técnico de Educación Infantil (creo haberlo mencionado, pero lo recalco por si acaso), por lo que me veo obligada a coger el autobús todas las mañanas para ir a clase (un recorrido que dura aproximadamente 1 hora).

Generalmente, cuando pico en el autobús (porque hay que pagar, está claro), suelo darle los buenos días al conductor: ese hombre apartado del mundo entero a través de un cristal, al que pocas veces agradecemos su labor de llevarnos de un sitio a otro. Mi gesto ha sido sencillo: el clásico "buenos días" con una sonrisa en la cara.

En sus ojos he podido leer la ira ante mi frase, la frustración de no poder salir de ese rinconcito suyo y decirme cuatro cosas por maleducada. El hombre éste, claro está, ni me ha contestado y con mala cara, ha girado la cabeza, fingiendo que yo no existía.

Durante largo rato he estado pensando si yo conocía a aquel conductor de autobús y si había hecho algo para molestarle. No se me ha ocurrido nada, así que la conclusión ha sido que el problema es, definitivamente, suyo.


Y yo, después de aquella conclusión, me he preguntado cuáles pueden ser las causas que lleven a ese hombre a éste despropósito. Obviamente pueden ser infinitas, y seguramente todas ellas tengan su explicación lógica de por qué ese gesto hacia mi persona.

Sin embargo, ¿qué sentido tiene? ¿qué lógica hay en encerrarse en la desgracia? ¿en seguir pensando que todo va mal? ¿No sería más agradable fingir que todo marcha bien? ¿Saber separar los problemas del trabajo, de la familia, de los amigos...? ¿no seríamos más felices contestando "buenos días" aunque sepamos que va a ser horrible?

En fin, una sonrisa hace que el día sea más dinámico y agradable. Son gratis. ¿Por qué no probarlo? A todos nos cae mejor Mudito, aunque entendamos que tiene que haber de todo en el mundo.

No desperdiciéis la oportunidad de sonreír. Eso ya no se recupera.

martes, 14 de octubre de 2014

Y que nunca nos olvidemos de jugar.

Hace poco, empecé un cursillo de Técnico de Apoyo en Educación Infantil, tipo (para que me pueda explicar bien) el curso de Monitor de Tiempo Libre, pero específico para niños de entre 0 a 3 años.

Como os podréis imaginar, la mayor parte de asignaturas que nos dan están relacionadas con niños (a veces aumentando un poco la edad). La cosa va bien: Primeros Auxilios, Adaptación de Inglés para niños...

Hay una, que particularmente me encanta que es la de Metodología del Juego. A parte de enseñarnos juegos (y a veces participar en ellos), me encanta el entusiasmo que tiene el profesor por la asignatura y que tenga las cosas tan claras: que el juego no es sólo para niños.

Efectivamente, todos jugamos, todos tenemos actividades de ocio que nos encanta llevar a cabo (o nos encantaría). El juego, como algo general, es algo que no debemos perder nunca; sacar al niño que llevamos dentro.

Cualquier cosa puede convertirse en un juego, y ello no hace que deje de ser algo serio. Al revés, el juego es algo muy, muy serio. Es la forma básica que tenemos las personas para interactuar. Me encanta la idea de que cada vez que nos juntamos con amigos o familiares, llevemos a cabo un juego: risas, chistes, historias, se llevan diferentes roles...

¿Por qué hemos de renunciar a soñar? ¿A realizar actividades que nos apasionan? Da igual la edad que tengamos. Es un ejercicio que todos deberíamos llevar a cabo.


Si estáis de acuerdo, si queréis recuperar al niño que un día llevasteis dentro, por favor, no dudéis en hacer lo que os gusta, en llamar la atención, en marcar la diferencia, en empezar algo nuevo. Jugad como cuando teníais 5 años, hablad con cualquier desco
nocido que comparta vuestra afición. Y sobre todo, perded el miedo a reír.

domingo, 12 de octubre de 2014

sábado, 11 de octubre de 2014

Adiós, Musa, adiós.

Y la Imaginación se fue. Como tantas otras veces en mi vida.

¡Maldita escurridiza! Siempre viene cuando no la llamas y cuando te acostumbras a su presencia, decide que es el momento de marcharse.

¿Por qué lo hará? Quizás en otra vida todos los que intentamos ser artistas en esta fuimos alguna clase de tiranos malvados e hicimos daño a algún pariente de nuestra Musa. ¿Puedo compensarla? ¿Puedo convertir a mi Musa en una Sumisa? Igual la campana de Pavlov puede ayudarme y que cada vez que la toque ella venga corriendo, a rodearme con sus brazos y tararearme dulces letras al oído.

Aunque, ahora que lo pienso, quizás si no fuera tan esquiva, las veces que viniera a visitarme yo no me emocionaría tanto, ni me temblarían los dedos del modo que lo hacen cuando cojo el bolígrafo para grabar mis palabras. Igual sería incapaz de apreciar su presencia.

Y entonces ¿de qué la querría?

Me duele profundamente en el alma que un artista no pueda componer cuando le viene en gana, sino que tenga que ser la gana quien le venga.

Me duele en el alma, pues mil y una veces he intentado llevar mi literatura al público por medio de concursos e infinidad de artimañas, que al final, de nada han servido y de nada seguirán sirviendo.

Porque ella decide desaparecer siempre en el mejor momento, porque se va cuando la busco y sólo la encuentro cuando ya es demasiado tarde, cuando no hay qué hacer.

Quizás es el castigo que tengamos que pagar los que como yo, cometen el error de autodenominarse artistas, cuando aquello sólo es capaz de juzgarlo el tiempo y los sentimientos que promuevan nuestras artes.

Puede que me encomiende a Pavlov con su campanita. Igual funciona y convierto a mi Musa en un sabueso. Pero entonces ¿para qué la querría ya?

viernes, 10 de octubre de 2014

¿Nos condicionan?

Últimamente me he convertido en una aficionada a FDF.

En general, no suelo ver la televisión, pero en ciertos momentos, como a la hora de las comidas (las cinco que se pueden hacer al día), enchufo la caja boba y me pongo a ver lo que hay por la televisión.

Casualmente, hay varios programas que en cuanto veo, procuro no cambiar (más que cuando hay anuncios; práctica que debe realizar toda España). Esos dos programas son "Aída" y "La que se avecina"

No voy a ser crítica con las series en particular. Cumplen su cometido: me entretienen.

Sin embargo, en ambas series hay dos personajes que, bien con sus leves diferencias, digamos que son profundamente parecidos: Mauricio Colmenero (de la serie de Aída) y Antonio Recio (de La que se avecina). Ambos personajes son lo peor que puedas echarte a la cara, ¿me equivoco? Son ruines, egoístas, unos pervertidos, racistas, intolerantes en general, desleales... Podría poner unos cuantos adjetivos más, pero quizás sería excederme demasiado.

Es decir, el resumen de ambos personajes es que si algún valiente, por algún casual, tuviese el coraje de matarlos y abandonarlos en una cuneta, en lugar de a la cárcel debería dársele una medalla. Espero que quien haya visto la serie no me lo niegue.

Sin embargo (sin entrar yo en juicios de casualidad o previsión), en ambas series, también se produce una similitud y es que, cuando algo malo les sucede a estos dos "curiosos" personajes, parece que todo el mundo suelta un desgarrador "¡oh! pobre".

¿En serio? ¿En serio si hubiese una persona así en el mundo, la humanidad no tendría otra cosa que decir que "¡oh" pobre"? En parte me alegra pesnar que todo el mundo esté dispuesto a dar una segunda oportunidad (hasta a aquellos que no se lo merecen). Pero, por Dios, ¿en serio nadie cree en el Karma?

¿Por qué permitimos ser tan dóciles ante según qué comportamientos? ¿Por qué cuando a un malvado le llega su merecido decimos "pobrecillo"? Da igual que sea una ficción. Está claro que el mal hay que procurar no desearselo a nadie, pero cuando él es el que se lo ha buscado, ajo y agua, ¿no?

Además, también curioso, esos personajes nunca cambian. Muchas veces, ni siquiera hay una moraleja en todo el asunto que les haga reflexionar, pedir perdón o demás "paparruchadas" que la buena gente se ve obligada a hacer para cumplir su propósito.


Yo me pregunto si ésto será una medida para acostumbrarnos a tolerar la frustración a que nos dominen como quieran. Si no nos estarán manipulando para que permitamos que otros nos den lástima aún cuando no se la merecen. ¿Qué clase de estrategia será? En parte, me asusta pensar en que toda esta paranoia mía pueda ser cierta y que haya alguien que nos diga: "tenéis que tolerar al malo y perder hasta vuestros ideales sólo para que él no salga perjudicado".

¿Será la supervivencia del más fuerte? ¿Sera´n más fuertes los malos? ¿Manipularán a los buenos para que nos hagan sentir culpables cuando los actos que llevamos a cabo son sólo justicia?

¿Hasta qué punto es "sólo una serie"? ¿Hasta qué punto pasa a nuestro alrededor?

lunes, 6 de octubre de 2014

De cómo elegir tema.

Muchas veces, considero que me pasan cosas muy interesantes que poder contarle al mundo. Muchas veces hay mil temas de los que me gustaría hablar: de vivencias en clase, en la calle, en el autobús... mil, sin exagerar en absoluto.

Sin embargo, es llegar a casa, sentarme frente al ordenador y de repente ¡puf! todos esos temas que tenía planeados se esfuman, como si nunca hubiesen existido.

No es que sea cuestión de inspiración o de cualquier otra cosa, es que de repente, ya no hay tema. Ha desaparecido. No es que no encuentre las palabras apropiadas para desarrollarlo (a veces puede que sí sea ese el problema), sino que de repente, ningún tema me parece lo suficientemente bueno como para compartirlo con los demás y todos me resultan vagos y vacíos.

Me considero una persona con una gran actividad interior (a menudo tengo más actividad interior que exterior) y ésto me facilita pensar en cosas que es posible que la gente de "exterior" no vea. Pero ¿y si peco de soberbia y mis entradas son tan comunes como las de cualquier otro blog?

Así que aquí estoy una vez más, sin saber sobre qué hablar.

jueves, 2 de octubre de 2014

¿Vueltas o Líneas rectas?

Desde que empecé este blog (no hace mucho y muy abandonado), mi vida ha cambiado sustancialmente.

Ya no soy la misma persona, ni el deseo que tengo de que ésto salga hacia adelante es el mismo. Las cosas cambian. En estos casos se dice que la vida da vueltas.

Es posible que siga siendo la Señora Ex-Carmen(A)tada y que lo siga siendo toda mi vida, porque siempre hay una lección más que aprender, una vuelta más que darle al asunto, un momento que nos haga sentir como cuando teníamos cinco años...

Las cosas en el mundo funcionan así. Platón tenía la teoría de que el alma no moría, sólo esperaba a tener un nuevo cuerpo, pero que la reencarnación provocaba una anamnesis, un olvido fraudulento nos hacía repetir los mismos errores de la vida anterior. ¿Sabéis? A menudo creo que no hace falta tener una reencarnación para llegar a este punto.

Pero yo no iba a hablar de ésto. Iba a hablar de cómo ha cambiado mi vida en un solo año.

El año pasado, yo era fuerte (mentalmente hablando), sabía hacia dónde iba y qué es lo que quería conseguir en mi vida. No es que hoy haya dejado de ser fuerte, o me haya rendido. Se puede decir que tomé una desviación equivocada (empujada por otros o animada por mí misma, el detalle no importa) y me perdí.

Mi orientación en el mundo real nunca ha sido muy buena. Los que me conocen bien, pueden asegurar que me pierdo en una habitación cuadrada (lo suplo con otros talentos).. El caso, es que no sé si habrá algún tipo de conexión con cualquier otro tipo de orientación.

Nunca he sabido qué quería ser de mayor (además de escritora) y los test no me ayudaban (bueno, de entre todas las ramas, consiguieron descartar la informática -y no me extraña-). Cuando por fin me decidía por algo, se me cerraba la puerta (a veces en las narices y a veces con un ligero "adiós" por parte de quien se encontraba al otro lado). Obviamente, el fin del mundo no llega por esto y como dice el refrán "Cuando una puerta se cierra, una ventana se abre".

Pero oye, estoy cansada de tener que entrar a los sitios por las ventanas. Al principio es divertido, estimulante incluso, pero una se cansa de luchar (¿Puede uno cansarse de luchar? No creo).

Uno no puede escapar de lo que le sucede en la vida, es cierto. Y nos guste o no, tenemos que vivir con ello. No voy a cuestionar el por qué de la vida, el para qué o al a donde nos llevará. Sólo sé que aquí sigo.

Mi vida ya no es la misma. ¿Pero quién puede asegurar que su vida es la misma? Una persona que entre nueva, un suceso que nos haga abrir los ojos (o cerrarlos). ¿Quién puede asegurar que su vida no ha cambiado?

Sí, a veces me gustaría tener las cosas claras, un futuro definido, saber qué voy a hacer y que lo que estoy haciendo sirve para algo. Pero no hay manera de hacerlo. Mira que da vueltas la vida.

Pero yo me pregunto ¿da vueltas o va en línea recta?

Mientras tanto, seguiré entrando por las ventanas.