martes, 29 de septiembre de 2020

Terca como una mula.

 Debía seguir. Ella sola.

¿Por qué? Nadie más lo haría si no era ella.

A veces dolía. Ver cómo todo el mundo la observaba sin echarle una mano. Ver cómo se le caían las cosas al suelo y a nadie parecía importarle.

Y sólo cuando se cansaba y daba un golpe bien fuerte, alguien se giraba y se daba cuenta de lo que estaba sucediendo.

No es que necesitase ayuda, es que el trabajo era de todos, pero no había implicación por parte de nadie.

Total... Ya estaba la terca como una mula.

Debía seguir. Ella sola.

viernes, 25 de septiembre de 2020

¿Química?

 Voy a plantearme lo que nunca me planteé, lo que tengo miedo de resolver porque creo que sabría la respuesta.

¿Qué es exáctamente lo que nos une? ¿Qué es lo que nos hace buscarnos? O al menos, ¿qué es lo que me hace buscarte constantemente?

¿Qué nos queda sin las caricias a escondidas bajo la mesa? ¿sin esas miradas desesperadas pero secretas? ¿sin los besos furtivos al encontrarnos solos? ¿sin ese deseo inexplicable e injustificado?

¿Conversaríamos? ¿Quedaríamos a tomar un café, una cerveza o un mojito si no supiésemos que la historia acabará en la cama? ¿Seríamos capaces de tener algo más allá de toda esta simple aventura? ¿algo en común que nos uniese más allá? ¿que nos conservase más allá del cuerpo?

En realidad, si me lo planteo realmente en serio, no sé las respuestas a tantas preguntas. Antes he mentido. Quiero saberlas y me autoengaño para convencerme de lo peor, por si algún día resulta ser verdad que tengo que enfrentarme a ellas.

Pero ni siquiera sé mi respuesta. Y contigo a penas he intercambiado palabras. Hay un completo desconocido en tu interior. Porque jamás pregunté; porque jamás me contaste.

Nunca entendí tanto el significado de tener química como ahora mismo, porque realmente, eso es lo que siento que tengo contigo. Necesito acercarme, necesito que me veas (y no sólo que me mires), que me desees y que me susurres "te he echado de menos". Esa sencilla atracción sin sentido, sólo porque la naturaleza así lo exige para que el mundo funcione tal y como debe funcionar.

No necesito que nadie lo sepa. Eres mi secreto. ¿A voces?

Puede que sí, pero no se puede luchar contra la química; aunque el resultado sea explosivo. Aunque no haya más que una atracción de cuerpos, sin fundamento, sin nada más allá que un deseo biológico, físico, carnal y sucio (maravillosamente sucio).

Incluso si llegase a odiarte, estoy convencida de que eso perduraría, porque no tiene nada que ver con algo humano, con algo racional o meditado. No. No por mi parte; porque cuantas más vueltas le doy, menos sentido tiene.

Y no es que quiera pasar el resto de mi vida contigo. Eso ya se me pasó. Olvidé el futuro: los hijos inexistentes, los perros pendentes de adopción, esperarte a altas horas de la noche a que llegases de trabajar con tu maletín, a un anillo en el dedo y una casa con bonito jardín... No es que quiera pasar el resto de mi vida así contigo.

Quiero cruzarme contigo por la calle y desnudarte con la mirada, mordiéndome el labio para que cojas la indirecta y me devuelvas lo que estoy buscando (tu atención). Quiero sujetarte la mano cuando la apoyes sobre mi pierna, dándote permiso para estar ahí (o en cualquier otra zona de mi cuerpo) el tiempo que quieras. Quiero doblar la esquina y besarte, que me agarres del cuello y que podamos desnudarnos.

Quiero química.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Hay que quitarse el polvo de vez en cuando.

 Hace unos meses tuve la presentación de la asignatura de Plástica en la carrera. En ella nos pusieron este videoclip, que como veréis, está compuesto por múltiples obras de artes. Qué palo más gordo hacia mi persona... Qué ignorante me sentí.
Siempre me ha gustado el arte, pero nunca lo he tenido muy en cuenta. Ni autores, ni obras, ni movimientos... Soy una pura inculta que presume de ser artista. 


Por otro lado, reconozco que esta canción me gusta mucho. La energía, las ganas de seguir aunque todo te vaya mal y ese buen rollo. A veces necesito sentirme así, darme un empuje más, una vuelta de perspectiva, sin olvidarse de la realidad, claro. Sólo aceptarla y seguir.

viernes, 24 de enero de 2020

Cuando se acaban las palabras.

Y se les acabaron las palabras. Sin más. De repente. Bueno, no del todo. No de repente.
Solo que ya se habían contado todo y no tenía sentido seguir hablando, (si lo que querían no era hablar).
Y por tanto, como no tenía sentido de otra forma, callados estaban.

Se miraron. Pero no de frente, no indiscreto, sino que lo hicieron de reojo. Primero él, y cuando creyó que ella lo hacía, retiró la mirada. Sólo quería averiguar en qué pensaba ella (en todo o en él).

¿Y ella? ¿Qué pensaba ella? En realidad, no pensaba nada (o pensaba sin saberlo, en él). Ella sólo intentaba reunir valor para acercarse un poco más a él. Rezaba porque se diese cuenta de todas las señales que le lanzaba. Los roces despistados de su pierna con la suya, las caricias perdidas en sus hombros al quitarle una "no sé qué es esto" (posiblemente algo inventado), las sonrisas en los silencios, las caídas de párpados mirándole fijamente...

Y al ver que no había valor para nada, que rezar no servía en absoluto y que las palabras se habían acabado, se acercó a él y le besó en la mejilla, dispuesta a despedirse hasta un nuevo intento.
Cerró los ojos para disfrutar del momento, de su olor único, del calor particular de su piel; para disfrutar, en definitiva, de él.
Lo hizo despacio, sí, para hacer largo ese instante. Convertirlo en eterno, si pudiese.

Y al alejarse y abrir los ojos, vio su mirada clavada en sus labios y supo lo que tenía que hacer. Dejarse desaparecer en ese beso infinito.