martes, 25 de abril de 2017

La razón por la que he tardado tanto.

¿Cuántas veces habré intentado escribir algo sobre ti? ¿Cuantas veces habré empezado y habré borrado todo? A pesar de que tus indirectas ya se pasaran a altgo más descarado que las directas. Aunque ya haya habido pequeños trazos en historias que van de pasada. Pero ninguna ha sido tuya en exclusividad. Y supongo que podría deberte una disculpa, aunque sea sólo por la importancia que tienes en mi vida y la poca que te he dedicado en este blog.

Pero quizás es que tenga un problema (más de uno, ya sabes). Quizás escribir sólo me sirva para aquello que me da miedo, aquello en lo que dudo y aquello en lo que necesito una respuesta. Que me sirve para soñar lo que nunca conseguiré o para aceptar que algo ha terminado de forma definitiva. Palabras que jamás podría decir en alto, porque no saldrían jamás como espero.

Quizás ese sea el único motivo por el que jamás he llegado a publicar nada, por el cual comenzaba a escribir y tenía que borrarlo todo. Porque mis sueños, por muy ridículos que sean, están ahí ahora, te adelantas a mis pensamientos. Porque tras todo este tiempo, tras todo lo que ha sucedido, sigues estando ahí para obligarme a acostarme en el sofá, presto a prepararme una mancanilla, incluso con mis cabezonerías. Porque jamás va a terminar esto, ¿no?

Porque todo lo que quiero decirte, esta dicho ya en un susurro, o en una mirada, o en un abrazo. Y no hace falta escribirlo para que lo sepas o lo entiendas (eso espero al menos).

Quizás por eso, esto sólo sea una pequeña aclaración de por qué jamás te he dedicado una entrada, por si me estás leyendo.

Porque no tengo palabras para lo que es natural para mi.