martes, 5 de noviembre de 2019

Recorrido de vida.

No sabría decir qué era lo que más le saturaba de todo aquello: el hecho de saberse capaz de desempeñar un trabajo para el que cada vez más claramente estaba predestinada; o por el contrario, que todo el mundo le dijese que había que cambiar, sin hacer absolutamente nada por esto último.

Al pasearse a pensar en su vida, desde el comienzo que ella recordaba, siempre había estado pendiente de los niños y niñas de su entorno. Ella igual tendría tan solo cuatro o cinco años cuando empezó a hacerse con un grupo de pequeñajos que seguían sus pasos como si fuera la mamá pato. No con orden dictatorial, como pueda parecer a esas edades tempranas, sino con un carácter verdaderamente lúdico que ellos mismos le solicitaban.
Conforme fue más mayor, siempre presentó esa capacidad innata. En los test, aunque ella quisiera ser médico, o juez, o policía, o astronauta, o actriz..., siempre salía en un alto porcentaje su capacidad para la docencia y para la organización de actividades.
Pero la juventud es contradictoria a veces a la naturaleza, por esa capacidad de rebeldía de la adolescencia.
Sin embargo, no se puede luchar constantemente contra uno mismo. Y ella llegó a descubrirlo. Estudió para lo que valía. Al principio, estudios que todo el mundo puede obtener sin problemas siempre y cuando pague el precio establecido: Monitor de Tiempo Libre.
Sin esfuerzos ejercían cada vez que la convocaban, pocas veces debido a su inexperiencia (incongruencias de la vida). Y los niños y niñas la adoraban con cierta pasión. Quizás porque rompía un poco el molde de las viejas locas que habían tenido hasta el momento como monitores.
Tras un par de intentos fallidos de incorporarse a la vida académica superior, la famosa Universidad y Universidad con mayúscula, puesto que parece que no hay nada más importante en el mundo, decidió estudiar un Grado Superior. Y esta vez las mayúsculas sí que van un poco más sujetas a la importancia real que ella tuvo en su educación.
Y tras esa experiencia maravillosa, tras esa vez que dijo “nunca más a la universidad”, aquí está otra vez, ahogándose. “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, ¿no? Con profesores de cátedra que le dicen lo que ella ya sabe, lo que ella ya a aprendido. Tenía los conocimientos, tenía la práctica y se esforzaban en decirle que debía terminar sus estudios, porque al parecer, no era suficiente con todo lo que había adquirido a lo largo de su vida. Que incluso ella habría podido dar alguna que otra clase, al menos con la calidad que le ofrecían.

Y en cuanto a eso, a ese último comentario que pasaba por su cabeza, iba su segundo malestar. ¿A fin de qué se empeñaban en conservar un sistema obsoleto? ¿Con qué propósito recuerdan una y otra vez que la escuela, la educación actual no funciona, manteniendo fielmente la manera de transmitir conocimientos? ¡Qué estúpidos! Pretenden cambiar el mundo sin el ejemplo. Pretenden satisfacer al mundo con una gran idea que otro debe ejecutar. Pretenden ser “maestros” de la verdad, sin esforzarse en el cambio.
¿Y entonces, qué le queda a ella? Vivir atrapada en una espiral, que asciende, que nunca cambia, o quizás sí, pero sólo de mano y no de forma.
Con esa hipocresía que observa día tras día en sus rostros, en sus actuaciones, en sus voces. Sorprendente como ni ellos mismos se dan cuenta, o no quieren darse cuenta.
“¡Sois el cambio!” “¡Sois el ejemplo!” Emprendedoras. Eso dicen. Cambiar lo inamovible. Cambiar lo que otros no quiere, porque ya no es que no puedan, es que no quieren cambiarlo.

Así que ahí estaba ella. Hastiada, cansada, incomprendida. Sin saber muy bien por qué seguía escuchando esas patrañas. Sin saber por qué esta ahí, aguantando al pie del cañón, con su sonrisa, sus participaciones y su entereza.


Todo aquello carecía de sentido.