miércoles, 22 de marzo de 2017

Lo verdaderamente difícil.

Lo cierto es que es difícil enamorarse de ella. O más bien no, más bien lo que es difícil es estar enamorado de ella.

Debería explicarme mejor, quizás.

Enamorarse de ella es fácil, bastante fácil en verdad. Basta con mirarla sonreir de oreja a oreja, agachando un poco la cabeza para ocultarse; ver cómo camina despreocupada, mirando al cielo mientras sueña; o cómo su mirada ilumina cualquier alma, con esa ternura que te hace vibrar desde dentro y te hace preguntarte si realmente puede existir tanto cariño encerrado ahí dentro suyo.

Enamorarse de ella, definitivamente, es más fácil de lo que parece. Todo te presta a hacerlo y no hay ni un sólo detalle que eliminarías de la ecuación, aunque el resultado de ello sea una gran catástrofe mundial. Es fácil enamorarse. De esa alegría que utiliza al vivir, o esa frescura al andar.

Eso es lo que te enamora y no se puede evitar. Por mucho que lo intentes, de veras, yo lo sé.

Sin embargo, estar enamorado de ella es más difícil. Cuando en realidad, enamorarse es el paso natural. Porque te acermcas, porque la conoces, porque adviertes que hay algo ahí que quieres sacar y explorar con los cinco sentidos, con los seis si pudieras. Y es entonces cuando descubres que ahí está el problema y lo difícil, lo antinatural. Porque la conoces y ves que esa felicidad es una máscara, una máscara para que nadie le pregunte qué hay detrás de esos ojos tan llenos de ternura.

Y como la quieres, le preguntas qué hay detrás de esa máscara, qué guarda y qué puedes hacer por ella, para que la elimine y se deje ver. Y si le preguntas a ella qué hay detrás, sólo sonríe un poco más, esta vez con un deje de tristeza, como un pequeño brillo que por un segundo desaparece, mirando con es ojos. En ese mpreciso instante, te das cuenta de que jamás deberías haberle preguntado eso, porque ves que la has perdido para siempre, que nada de lo que puedas hacer conseguirá que todo vuelva a ser como antes, que ese brillo no va a volver y que la sonrisa será más dulce, pero también más falsa.

Te enamorarás más de ella aún, incondicionalmente esta vez, pensando que de esta manera, conseguirás ver lo que hay detrás de esa máscara. Y sólo obtendrás una cálida sonrisa, quizás con suerte un beso en la frente.

Amándola, te das cuenta de que la perdiste. Que en realidad jamás fue tuya, porque auenque esté sola, siempre ha sido de otro.

(Fragmento a incluir en una futura novela en preparación)

viernes, 10 de marzo de 2017

Criadora de cuervos.

"Los oigo picotear en mi cabeza". No están dentro, no se acercan; aún no. Pero observan, expectantes, a que el mundo se acerque y finalmente me aplaste.

En la forja de un destino, da igual de quién, o si se lo robas, o si te lo da, porque en el momento en el que es tuyo, tuyo es. Y ya no habrá forma de deshacerlo, porque la gente en realidad, nunca cambia, que no te engañen.

Y qué si yo uso las metáforas para explicar lo que me sucede, aterra y emociona. No será por placer, ni por casualidad. ¿Quén sabe por qué? El enigma de que nadie me interprete del todo y que yo siga siendo lo que quieren ver de mí, antes de que mis cuervos me picoteen los ojos, que ya los oigo asomar por la ventana, levantando las persianas como bien pueden.

En el pecho una angustia, que me oprime, que me atrapa y me roba el aire de los pulmones, o de donde quiera que una persona como yo lo guarde. Y no es por la falta de sueño, aunque lo que provoque sí sea falta de sueño.

Que si no se me entiende, no es porque no quiera, sino porque no me atrevo. Porque los cuervos ya han salido de casa y sobrevuelan mi cabeza, esperando a que caiga perdida por la falta de espíritu, por el miedo a ser vencida, por el temor a ser picoteada. Y por eso mismo me picotearán, porque el miedo es lo que vuelve en la vida para destruirnos y no dejarnos vivir.

Sabiendo que así acabaré, porque de profesión elegí criar cuervos, lo que me queda, en exclusividad, es la compañía de cualquiera de ellos, el que más se afane en acabar conmigo, el que más puntería tendrá a la hora de darme muerte con su pico.

Será ese cuervo el que me mate y le recibiré con una sonrisa; porque al final y al cabo, lo que tanto tememos en la vida, tanto que nos mata, en la muerte no hace más que alegrarnos. Aparecerá y llevaré toda la vida viviendo con el miedo a que aparezca, para darme cuenta de que vivir con miedo no tiene sentido.

Porque hay que saber, de antes de meterte a mi profesión, que si crías cuervos, ellos mismos te sacarán los ojos. Y no podré otra que sonreír al cuervo que por fin, acabe conmigo.