viernes, 10 de marzo de 2017

Criadora de cuervos.

"Los oigo picotear en mi cabeza". No están dentro, no se acercan; aún no. Pero observan, expectantes, a que el mundo se acerque y finalmente me aplaste.

En la forja de un destino, da igual de quién, o si se lo robas, o si te lo da, porque en el momento en el que es tuyo, tuyo es. Y ya no habrá forma de deshacerlo, porque la gente en realidad, nunca cambia, que no te engañen.

Y qué si yo uso las metáforas para explicar lo que me sucede, aterra y emociona. No será por placer, ni por casualidad. ¿Quén sabe por qué? El enigma de que nadie me interprete del todo y que yo siga siendo lo que quieren ver de mí, antes de que mis cuervos me picoteen los ojos, que ya los oigo asomar por la ventana, levantando las persianas como bien pueden.

En el pecho una angustia, que me oprime, que me atrapa y me roba el aire de los pulmones, o de donde quiera que una persona como yo lo guarde. Y no es por la falta de sueño, aunque lo que provoque sí sea falta de sueño.

Que si no se me entiende, no es porque no quiera, sino porque no me atrevo. Porque los cuervos ya han salido de casa y sobrevuelan mi cabeza, esperando a que caiga perdida por la falta de espíritu, por el miedo a ser vencida, por el temor a ser picoteada. Y por eso mismo me picotearán, porque el miedo es lo que vuelve en la vida para destruirnos y no dejarnos vivir.

Sabiendo que así acabaré, porque de profesión elegí criar cuervos, lo que me queda, en exclusividad, es la compañía de cualquiera de ellos, el que más se afane en acabar conmigo, el que más puntería tendrá a la hora de darme muerte con su pico.

Será ese cuervo el que me mate y le recibiré con una sonrisa; porque al final y al cabo, lo que tanto tememos en la vida, tanto que nos mata, en la muerte no hace más que alegrarnos. Aparecerá y llevaré toda la vida viviendo con el miedo a que aparezca, para darme cuenta de que vivir con miedo no tiene sentido.

Porque hay que saber, de antes de meterte a mi profesión, que si crías cuervos, ellos mismos te sacarán los ojos. Y no podré otra que sonreír al cuervo que por fin, acabe conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu trovada