jueves, 24 de septiembre de 2015

(Anti)Reflejo.

Se miró al espejo. No podía reconocerse.

No es que sus rasgos hubiesen cambiado desde hacia unos años.

Más bien era, que su rostro no se parecía nada a la personalidad que ella sentía que era. Como si las piezas hubieran dejado de encajar hace algún tiempo.

Intentaba descubrir el fallo, una y otra vez, repasando cada centímetro de su piel, cada detalle de su rostro. Algo no encajaba. ¿Pero qué?

Quizás era su mirada. Había perdido ya toda esa inocencia. Se había convertido en un perro viejo. La habían transformado entre todos ellos en una perra (en cualquiera de los sentidos) y ya no podía encontrar esa serenidad. Y sin embargo, sus ojos eran los mismos: esas pestañas largas, tan rubias que necesitaban una buena capa de rimel para que se pudieran apreciar, ese color verde, con ese tono tan brillante que a veces parecía amarillo. Quizás era el brillo lo que había cambiado, porque ni siquiera había desaparecido. Ahora se veía más afilado, más cortante, como si ya nada pudiese pasar por delante suyo sin ser arañado. Quizás era eso.

¿Y su boca? La llevaba pintada, del modo en el que solía gustarle tanto. De ese rojo fuerte que sólo se ven en las películas antiguas o en las que se baila en bares con poca ropa. Pero a ella le había gustado, porque resaltaba con su pálida piel. Estaba intacto. Como si nunca nadie la hubiera besado. Y sin embargo, ella sentía que quizás habían pasado demasiadas bocas por un mismo lugar, que le habían arrancado parte de su alma con cada beso y ahora no podía juntar todas las piezas porque había perdido el rastro de aquellos hombres que le robaron el aliento. No. Definitivamente, poner una capa de carmín no disimulaba la herida. Aunque desde luego, la hacía tremendamente más atractiva.

Los hoyuelos. Los hoyuelos seguían estando ahí cuando sonreía. Se había olvidado de ellos porque ya apenas sacaba la sonrisa a pasear. Esa metáfora le hizo sonreír. ¿Cuántas veces la hizo desfilar sin sentirlo? Así como por obligación. "Eh, es tú trabajo. No me cuentes tonterías y sal a la pista". Se había olvidado de sus hoyuelos. Pero ellos seguían ahí. Como si ella pudiera elegir deshacerse de ellos.

Entonces, quizás fuese el perfil. Quizás fuese una escena del conjunto lo que le hacía tal descuadre a la composición. O el corte de pelo... Se analizó cada detalle, como hacía cada noche antes de salir de casa desde hace unos días.

Pero no. Todo seguía extrañamente igual. Extrañamente en el mismo sitio.

Y de pronto, se cansó de mirar.

Definitivamente, su rostro no había cambiado nada en absoluto. Sólo que la personalidad que se había forjado con esa cara, ya no tenía cabida en su vida. Ni esa cara, ni ese rostro, ni esa personalidad.

Quizás era el momento de cambiar de rostro. Uno que pegase más con su nueva "yo".

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