martes, 24 de mayo de 2016

Para que nuestro espíritu baile hay que quitarle la vergüenza.

Lo estaba comentando hace tan solo un rato con uno de mis amigos.

Últimamente, me encuentro con una gran filosofía de "Akuna Matata", un claro "vive y deja vivir" y aunque todavía no me he puesto a devorar bichos, ¿quién sabe a dónde me llevará esto?

He aprendido que los que odian, seguirán odiando. Los idiotas, seguirán haciendo idioteces. Los malvados seguirán haciendo maldades. Da igual lo que intentes enseñarles y lo que intentes abrirles los ojos. Sus vidas seguirán siendo igual de miserables.

¿Por qué no hacer entonces exactamente lo que te apetece? Quien te aprecia, te seguirá queriendo, incluso más, una vez consiga verte feliz y liberado.

Últimamente, intento disfrutar y bailar, aunque haga mil veces el ridículo y todo el mundo me mire con cara de "se olvidó de tomar la pastilla, seguro", porque lo peor que puede pasar es que la gente que ya habla mal de mi, siga hablando mal de mi. ¿Y entonces qué más me da? Igual hay alguno por ahí que se anima a bailar la misma canción que yo.

He decidido hacer lo que me plazca, locuras como un niño; y así tendré algo que contar cuando sea vieja y mis nietos me pregunten, mientras los demás sólo pensarán en lo que podrían haber hecho mientras me ridiculizaban y criticaban.

Será que me siento como una estúpida muy feliz cuando bailo y hago el ridículo; y lo mejor de todo, es que hace tiempo que no me importa.

El día que me rinda y deje de hacer tonterías, como los niños, me habré convertido en esa gente a la que ya no quiero convencer de que su vida no vale si no tienen caprichos.

Y esta canción me lo recuerda siempre: el espíritu tiene que bailar.


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