lunes, 27 de junio de 2016

Aquella maldita canción. Segunda parte: Ella.

Nunca había imaginado que esto pudiese pasarme a mi. Una historia de amor tan bonita. Es increíble que me haya tenido que tocar a mí precisamente, como si hubiera habido un sorteo secreto en el que ni siquiera he comprado el boleto. ¿No podría sucederle a otra?

Pero no existen finales felices para los que no son actores. Para aquellos que quedan fuera del escenario, no hay más que lágrimas y luchas constantes por algo que, antes o después, desaparecerá. Un final tan amargo... Como aquellos que pueden leerse en los grandes dramas clásicos de la literatura. Acabo de comprobar que es posible.

"-Tengo que irme. A mi padre lo trasladan a otro lugar y he de ir con él".

Mentí. No había cambiado de trabajo, pero no podía decirle lo que realmente estaba sucediendo. Tenía que creer que iba a seguir viva. No podía hacer que él sufriese de aquella manera tan terrible. La posibilidad de soñar que yo estría lejos era mucho más esperanzadora que la de que jamás volvería a verme.

Después de todo, le quiero demasiado.

"-¿No puedes quedarte?".

Noté como una lágrima se abría paso por mi rostro. Era la pregunta que tantas veces había deseado que me hiciera y que a la vez jamás pronunciase. Eran las palabras que había soñado, que harían que todo cambiase, que me quedase y viviese feliz. Como en esas películas que digo. Que él me agarrase y no me dejase escapar jamás, incluso haciéndome daño al agarrarme, si era necesario, sólo para que no desapareciese de su lado.

Pero no podía quedarme con él. Debía irme lo antes posible, después de todo, no quería que él tuviese que morir, o que me viese sufrir. No quería que esa fuese la última imagen que le quedase de mí. Quería que me recordase tal como estaba antes de llegar aquí.

Suspiré. Claro que no podía quedarme.

"-Soy lo único que le queda".

Y dentro de poco, ni siquiera le va a quedar eso. ¿Me equivoco?

"-Y tú eres lo único que tengo".

Quizás hubiese sido mejor decírselo todo, explicárselo y que él me hubiese hecho feliz el poco tiempo que nos hubiera quedado a los dos juntos. Quizás hubiese sido mejor dejarse acurrucar cuando ya nada más se hubiese podido hacer. Pero eso sólo sucede en las grandes películas de amor, como la de “Un paseo para recordar”, donde él es capaz de hacer cualquier cosa por ella.

Pero no. Debía encontrar una cura, algo que me hubiese podido devolver a su vida. Una mínima esperanza había anidado en mi pecho, pero no hubiese podido permitirme el lujo de hacer sufrir al ser que más quiero en este mundo, porque cuando las esperanzas se rompen, el corazón se parte con ellas. No. Yo no soy la protagonista de una de esas historias, ni él es el caballero que puede conseguir que todo cambie cuando mata al dragón. El dragón que me custodia, es invencible.

Lloraba ya desconsolada, viendo el proceso acelerado y sintiéndome morir en aquel mismo instante en el que él me besó por última vez. Fue un adiós hermoso, lo reconozco. Lo único que lamento es que fuese precisamente un adiós. Un hasta luego habría estado muchísimo mejor.

Si el sol pudiese llorar, seguro que lo habría hecho, perdón por la metáfora, pero creo que puedo permitirme éste tipo de licencias. Después de todo, formamos una imagen conmovedora. Ahí, tumbados en la cama de lo que fue mi habitación, abrazados, besándonos como si realmente no fuese a alejarme de él, como si intentase meterme dentro de su piel para que no pudiese marcharme. Recuerdo el sudor que perlaba su frente, una mezcla de nervios y dolor por saber lo que vendría luego. Sin duda, el sol hubiese llorado, quizás de celos, quizás de dolor, o simplemente de compresión. Le amo y por eso, ahora mismo estoy aquí.

Mi vida ya se ha terminado, está claro que no voy a durar mucho más aquí. Pero espero que él sea capaz de seguir, que llegue a casa y tenga a alguien que le quiera y que no le deje pasar frío en invierno, alguien que le acaricie cuando esté triste y alguien que sepa hacerle reír, o al menos, sonreír. Yo le hacía reír mucho ¿sabe? Me encanta su sonrisa. Y sin embargo, la última vez que lo vi, creía que moriría conmigo. Le he hecho mucho daño, pero no era mi intención. De cualquier otro modo, el daño habría sido mayor.

Después de todo, usted mejor que nadie, sabe que lo he intentado todo.


MEDIA HORA ANTES.

-¿Voy a morirme, doctor?

-Me temo que sí. Ya no podemos hacer nada más. Podemos intentar una operación… pero no servirá de nada.

-Bueno. Me hubiese  gustado verle una vez más.

-¿A quién?

-A él, por supuesto. Es una historia muy larga.


-Tranquila. Tengo algo de tiempo.

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