Siempre he sido una de esas personas muy aficionadas a hacer deporte (aficionada; no adicta).
Desde el año pasado, practico dos deportes: Rugby y Jugger (escasos en el género femenino, he de añadir). Mi entrenamiento consistía en ir los domingos a Jugger y los lunes y los miércoles a Rugby, con algún que otro partido intercalado a lo largo de los meses de ambos deportes.
Ya comencé a notar ahí la diferencia de mis años de "sedentarismo" (pues siempre he sido de coger las escaleras en lugar del ascensor y de ir andando a todos sitios).
Sin embargo, hace poco comencé un "plan de entrenamiento" para mejorar mi condición física, porque veía que con lo que hacía, no daba el 100% de mí misma (y otra cosa no, pero soy de las personas perfeccionistas y quisquillosas).
Consite en: todos los días, a las 7:30 de la mañana, comenzar los ejercicios básicos de calentamiento para luego correr durante media hora; más tarde realizo ejercicios de brazos, abdominales y complementario de piernas, estiro los músculos y los relajo. Los lunes además, tengo entrenamiento de Rugby; Ahora, como estoy envuelta en el Torneo Rector (de rugby) los martes generalmente también juego partido; El miércoles vuelvo a tener entrenamiento de Rugby; El jueves me voy a correr por la tarde con mi madre, que se ha apuntado con un grupo de gente, y voy para que no le de palo ir sola; Y ya mi último día de ejercicio es el domingo, donde vuelvo a hacer entrenamiento de Jugger (eso si no pilla alguna competición de fin de semana, que cuando toca, me pego todo el sábado jugando).
En resumen: nunca he tenido más actividad física que nunca y sin embargo, es el periodo de mi vida con el que más energía recuerdo tener. Me siento eufórica y con fuerzas para hacer cualquier cosa.
Me encanta.
El ejercicio es como una droga, lo reconozco, aunque lo bueno de él es que no te da resaca.
Estoy encantada y enganchada.
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