miércoles, 18 de febrero de 2015

Decían que podría haber sido amor.

Me vuelves loca. , entero, de arriba a abajo, me vuelves loca. Porque no hay ni un sólo rincón de tu cuerpo que no quiera acariciar en un despiste tuyo (aunque en público no me atrevería a hacerlo, porque ¿quien lo entendería?).

Digamos que no puedo evitarlo desde hace años, cuando aún creía que el mundo era de un color de rosa (que ahora he descubierto que me da alergia). ¿Qué le voy a hacer? Hay sentimientos que por mucho que los razones no puedes explicarlos. Y tú has debido de ser uno de ellos.

El caso es que estoy convencida de que terminarás siendo veneno para mí; de que serás tú el responsable de mi muerte. Es una de esas certezas que los sueños predicen y que nosotros tenemos la manía de no querer escuchar. El instinto de supervivencia hace tiempo que fue rechazado por el hombre. Quizás por eso no sea capaz de huir al reconocerte como cazador (aunque yo sea la presa).

Pero es posible (bastante, de hecho) que quiera sufrir; que quiera lanzarme al precipicio que tus miradas proponen saltar (aunque sepa que al final no habrá paracaídas que se abra a tiempo). Y es que la demagogia que tienes es otra de las cosas que me hace enloquecer, porque nunca puedo terminar llevándote la contraria. Eres como uno de esos terroristas que siempre consigue dar la vuelta a la tortilla y convertir algo que era malo, en algo por lo que puedan concederte una medalla. (No odies la comparación, es posible que la haya exagerado).

Inexplicable, en términos de locura, las sonrisas que me arrancas con una sola mirada, porque no hay forma en que yo pueda si quiera (pretender) evitarlo. Y me alegra que así sea, porque has de comenzar a compensar todas las veces que me vas a hacer llorar. ¿Y qué me dices de esa horrible manía de discutirme todo lo que pienso? ¿de intentar llevarme a tu terreno para convencerme de que morir en tus brazos no sería tan malo? Cuando tus palabras me dicen "te mataré lentamente" y tu mirada "pero no te preocupes, que estaré allí para llorarte cuando te hayas ido".

¿Por qué tanta controversia?

A veces (en realidad, siempre) me confundes. Consigues eso de mí; que todos mis planes hechos se vayan saltando por la borda, sin esperar la orden del capitán. Esa manera de tenerme siempre cerca tuyo cuando yo más me alejo; esa forma de engancharme, de no querer soltarme (o no saber hacerlo -que en ningún momento estoy diciendo que lo hagas a propósito-). Porque las cosas como son: hasta la fecha, no he conseguido deshacerme de ti. Y Dios sabe que no lo he intentado.

¿Y qué si quiero que seas mi príncipe azul (aunque a estas horas el color sea lo de menos)? Estoy convencida de que nunca podrías serlo; pero soy de la vieja escuela y sigo esperando tu beso de amor, ese que me haga despertar y en el que pueda decir "Basta, ahora ya sí, descubrí el engaño". Porque me da miedo encontrarme de frente con un plan que no sea el que yo me espero. Porque siempre consigues arrebatarme mis finales (sean tristes o alegres).

Puede que sólo cuando ya no haya remedio; puede que cuando ya esté condenada, como en las historias de la Antigua Grecia, alguien que no seas tú venga a rescatarme (o tú mismo incluso, volviendo otra vez a lo mismo, visto lo visto).

¿Pero qué le voy a hacer? Si vivo días enteros esperando que hoy no haya nadie más con quien quieras hablar, que vengas preocupado a contarme cualquier cosa, o que incluso no digas nada, pero no digas nada conmigo, como aquella vez, ¿recuerdas? yo sí; que me des uno de esos abrazos que sólo me das cuando sabes que voy a irme "para nunca volver", aunque luego siempre vuelva contigo. O que sea uno de esos días en los que sólo sonríes porque me ves como aquella niña estúpida que conociste, aunque yo diga siempre "ya no soy la misma idiota" y sólo sea capaz de pensar "ahora sólo sería tu idiota". Espero el día en el que me susurres "No hay otra como tú"; aunque el día que suceda eso, me tiraré al precipicio de cabeza, sólo para no oírte cambiar de opinión, porque te encanta llevarme la contraria.


No sé a quién echarle la culpa de todo esto. Posiblemente, si tuviera que explicarme, diría que fue la Inocencia la que me condujo a sentirte como una droga. Lo más probable es que sí, que fuese eso. Pero tampoco he querido nunca desintoxicarme de nadie, menos aún de ti.

Sé que tú serás quien acabe conmigo. Y quiero que seas tú el que acabe conmigo. No sé si me explico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu trovada