domingo, 12 de enero de 2014

Nunca tengo tiempo para las obligaciones.



Parece un hábito en mí desde que era bien chiquitita. Y sigo por no variar, por tradición y costumbre, más que por otra cosa, no os vayáis a pensar (jojojojojo).

Supongo que le pasará a todo el mundo.

Las obligaciones son odiosas. Pero sólo si te las imponen. Eso también es cierto.

Soy una persona bastante activa en lo que se refiere a mi día a día. Multitud de cosas que me salen que quiero hacer, que empiezo, que algunas acabo y que la mayoría pospongo. Estoy metida en mil sitios y me encanta.

El problema, es que ese tiempo, me reduce del tiempo que tengo para las "obligaciones serias", como la Universidad, lo que implica multitud de trabajos y estudio. Digamos que podría ser la parte aburrida de mi vida. Pero ahora es Enero y me encuentro con que el tiempo me está jodiendo bastante y el reloj no deja de hacer tic-tac.


Pero esta forma de ser es un continuo en mí. Y qué queréis que os diga: puede que ya sea vieja para cambiar la forma de ser. [Vaya excusa].

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